Corría la segunda mitad del 2020, pasado ya el confinamiento vírico de principios de año, y este que escribe recibe la llamada de José Francisco Pérez, a quien conocía de compartir varias tertulias y debates televisivos y radiofónicos. Estaba yo alejado de la política activa (parte por desencanto, parte por obligaciones profesionales) así que escuché la propuesta con algunas reservas, y acepté una reunión informal, café mediante, para que me profundizara más en la idea. Ahí cambió mi perspectiva y mis reticencias iniciales se transformaron en ansia de querer saber más sobre el proyecto.