Reseña "Los abismos" de Pilar Quintana

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Reseña realizada por Begoña Curiel.

Una atmósfera emocional nutre el universo de Los abismos donde las casas son cárceles de tristeza y desdicha. No con gritos sino llenas del silencio que destruye lento a mujeres presas de sociedades machistas. Sin ser una temática original, Pilar Quintana describe de forma especial y sutil estas soledades desde una mirada infantil.

  La Claudia adulta cuenta la niña que fue junto a su muñeca Paulina y sus padres, rodeada de la selva de plantas que pintaba el hogar a falta de otros “colores” necesarios en la intimidad de la convivencia, como ella intuía sin comprender bien. La pequeña es hilo conductor de la historia de la verdadera protagonista: su madre; una mujer de vida acomodada que leía revistas y pasaba tanto tiempo en su habitación con la “rinitis” que enrojecía constantemente sus ojos.

  La inocencia de la cría es el encanto de esta novela; la autora sugiere para eludir afirmaciones y hechos aunque la realidad se respira pronto en la lectura. Son esos abismos residentes del corazón que no pueden ni deben verbalizarse. Pilar Quintana sostiene la treta narrativa apoyándose en la voz infantil, lo que aporta el dramatismo que subyace en la narración, ausente de estridencias, buscando siempre el disfraz literario que evite llamar a las cosas por su nombre. La depresión es una palabra que no se nombra porque la niña no sabe qué es eso, pero en las letras se siente la asfixia del encierro de su madre.

  El matrimonio es una pose de cara a la galería porque la unión debe continuar. No hay más. La historia de Pilar Quintana no es nueva, la de tantas mujeres a la sombra del machote que cuida el rebaño, aunque sea “un buen hombre”. En este caso, Los abismos se sitúa en los años 80, en Colombia, pero da igual dónde estén. Para las consecuencias perversas del machismo “que no se ve” no hacen falta lugares ni fechas...

  Los diálogos de frases cortas, muchas veces monosílabos o un par de palabras, son una constante (llegaron a cansarme) en la novela reflejando el silencio autoimpuesto de la madre. A veces se escapa la confesión o un atisbo de espontaneidad, incluso de imprudencia, pero las cosas han de volver al redil. El machote está vigilando...

  Así que, no pasa nada y pasa todo. Las mayores caídas son las que no hacen ruido. Sin calma, carentes de pequeñas alegrías, esas que de no aparecer abocan a la vida en automático, al desastre, a precipicios que vaticinan los abismos que se van tragando las almas.

  El colorido, formas y dibujos de su portada me atrajeron enseguida. Transmiten ese halo de las historias de realismo mágico que tanto me gustan. No es que esta lo sea al cien por cien, pero está latente a pinceladas y en determinadas escenas de tinte inquietante. Como esa selva de plantas en el hogar, «que se estiran para tocarla», dice la sinopsis. Qué bien ha aprovechado Pilar Quintana este recurso hecho metáfora: las selvas que atrapan por bellas y misteriosas.

  Esta novela ha obtenido el Premio Alfaguara de Novela 2021. Lean y les esperamos con sus comentarios.

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