. La víctima de
la manipulación mental no sabe que es víctima. Las rejas de su prisión le son
invisibles, y cree que es libre. El hecho de que no es libre, solo es aparente
para los demás. Su esclavitud es estrictamente objetiva”.
Así como propongo, actualmente con la llegada de la
denominada “era de las frecuencias”, se está desarrollando la manipulación
directa de los procesos cerebrales por intermedio de la tecnología
electromagnética y el uso del espectro de las frecuencias con un fin
determinado.
La perversa aplicación de las nuevas tecnologías
está engendrando nuevas formas de esclavitud digital, que son parte del
engranaje económico y generan nuevos modos de producción y mecanismos de
adaptación social cada vez más refinados.
El factor decisivo para la perpetuación de un
sistema basado en el sometimiento objetivo, ha sido y sigue siendo el
acondicionamiento subjetivo, es decir el control mental. Nada más eficaz para
el sistema de trabajo que su autorreproducción en la psiquis y la mente de
quienes lo sustentan con su fuerza de trabajo y “el sudor de sus frentes”, es
decir, con la energía de sus propias vidas.
En este sentido, los trabajadores consumidores
modernos, bajo los dictámenes del mercado laboral y del consumismo digital, son
conducidos en la totalidad de sus vidas por una especie de “control remoto” y
lejos de reconocer y romper su determinación ajena, constituyen sin duda y
“ocultos a plena vista”, la nueva esclavitud del siglo XXI.
Parece que la esclavización de la mente y por ende
del comportamiento del ser humano alcanza niveles irreversibles, a causa de la
doblegación mental y corporal que actúa sin misericordia sobre sus víctimas
para evitar que estas se rebelen contra un orden social intrínsecamente
inhumano y explotador.
Debemos recordar que lo que diferencia al hombre de
los animales es la simbología que crea este ser racional. Pero destaca en que
lo que prevalece son los símbolos de los objetos, hechos que crean los
pensamientos, motivan o estimulan. Es decir vivimos una época atípica de la
aldea global como también concluye el historiador, poeta y periodista Humberto
Pinedo –a base del análisis de mi obra.
El estudio del fallecido periodista concluyó que la
tecnología nos está imponiendo nuevos comportamientos o nosotros imponemos
nuevos códigos o símbolos. “He ahí la contradicción social. Hombres o zombies.
Racionales que crean pensamientos con simbología o seres deshumanizados que
viven sin sentido sus días”.
En el nuevo proyecto de Código Penal en Haití se
penaliza duramente la zombificación, práctica en la cual una persona es
declarada muerta clínicamente y luego revivida para trabajar como esclava,
según informó la Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina (PL).
Una comisión senatorial emprendió el análisis de las
normas jurídicas punitivas vigentes en el país desde 1835, y añade una
treintena de modificaciones, tras varias rondas de consultas.
Los senadores tipificaron varios delitos en el acto
de zombificación, entre ellos asociación criminal, violación del entierro,
tortura y trata de personas, y señalaron las falencias en materia legal
asociada a este tipo de prácticas.
Quienes cuestionamos estos modos de esclavitud,
seguiremos luchando en pos de la formación de una conciencia global que
contrarreste y acabe con todas formas de explotación económica, opresión
política, discriminación social y alienación humana.
Debemos señalar que la Conferencia Episcopal Peruana
(CEP) a través de Cáritas del Perú realizó el domingo 29
de agosto la colecta nacional para ayudar a reconstruir el país de Haití.
“Juntos por Haití” es el nombre de la colecta
nacional con el fin de llevar esperanza a los hermanos y hermanas haitianos que
hoy afrontan una crisis humanitaria, social, sanitaria y también política.
Siguiendo la línea del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano), la
Iglesia en el Perú organiza una colecta nacional por el país caribeño “que
padece una grave crisis provocada por el reciente terremoto de magnitud 7.2
ocurrido el 14 de agosto”, y que ha dejado, hasta el momento, más de 2 mil
fallecidos, más de 12 mil heridos y cerca de 30 mil familias sin hogar, con la
destrucción de casi 53, 000 casas y 142 edificaciones de la Iglesia haitiana y
más de 50 escuelas católicas devastadas.