Reseña "Cuentos" de Oscar Wilde

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Reseña realizada por Tati Jurado.

Recuerdo que leí El retrato de Dorian Gray, de Wilde, en un fin de semana. Su manera de poner sobre las tablas el lado menos amable de la naturaleza humana, que afecta a todo mortal en menor o mayor medida, me enganchó. Una admiración que influyó en mi elección por este libro de cuentos que este mismo año publicó la editorial Austral. Sentía curiosidad por saber si los magníficos recursos narrativos que convirtieron a la única novela que publicó en un clásico también recorrían estas historias.

Y he de decir que sí y que no. Los primeros cuentos se leen como fábulas y apuntan mayormente a un público infantil, aunque no de forma exclusiva. La preponderancia de la inocencia, esa ingenuidad que en el transcurso de la vida se va descascarando hasta convertirse en polvo y que el escritor irlandés expone con cierta sutileza, se dilata en sus páginas para concluir con una moraleja. Manifiestan el rechazo hacia la frialdad, la falta de empatía, el egoísmo, la arrogancia o el abuso de poder, a la vez que instruyen, al menos así se interpreta por sus finales, sobre  a dónde conducen esas actitudes y emociones.

«El joven príncipe» o «El gigante egoísta», por ejemplo, son una clara representación de esta intención con fines morales. El primero, que de ser un mendigo pasa a ser rey, descubre la fuerza que pueden llegar a tener los lujos y el poder en el ánimo y el alma gracias a tres sueños. El hombre de descomunales proporciones, que no permitía que nadie se acercara a su hermoso jardín, tiene que atravesar la soledad más absoluta para entender el valor de la amistad. El mismo perfil tiene «El niño estrella» en el que la vanidad y el egoísmo se conjugan para fomentar en un niño un despotismo que se termina volviendo en su contra.

Wilde se vale de los elementos naturales para resaltar  los claroscuros de la idiosincrasia del ser humano. Recursos expresivos que potencian la narración, que estrechan el vínculo emocional con el lector. No hay que olvidar que el escritor fue el representante más notorio del esteticismo, de esa necesidad de evasión de la realidad, pero también de esa búsqueda de equilibrio que proyecta en estos cuentos.

«El crimen de lord Arthur Saville» es sublime, resulta inevitable encontrar un toque de esa ironía que tanto caracteriza El retrato de Dorian Gray. No en vano, ambas publicaciones se acercan en la línea del tiempo. El futuro de Lord Saville, un joven a punto de casarse, se ve alterado por la revelación de un quiromante: va a cometer un crimen. El conocimiento de este evento lo obliga a cambiar de planes. Y es en estos planes menos pensados con los que Wilde sorprende, no solo por el final, sino sobre todo por escenificar  con exquisita lucidez  el protagonismo que cobra la obsesión por tener el control.

Los cuentos se leen con rapidez, pero no solo por su extensión, sino también por la destreza del escritor de simplificar el desarrollo de los acontecimientos sin perder la sutileza y, en algunos casos, esa ironía tan peculiar y atrapante.  Algunos dejan un halo de esperanza, otros esbozan una sombra de desánimo; todos invitan a la reflexión.

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