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Reseña realizada por Begoña Curiel.
Un grito protector del alma auténtica y vulnerable de los niños a través de una profe en prácticas en un colegio religioso. Crítica feroz y tan singular como su protagonista que arremete contra los mensajes “políticamente correctos” en este original Evangelio. «Mundo maldito, llévame a mí si quieres que ya estoy podrida de todas formas pero no me chafes a Alberto». Arranca así la hermosa contraportada con letras doradas de misal entonando la oración de Eulalia, la protagonista. Alberto, un niño que podría ser cualquiera de los que observa como víctimas de un sistema educativo que no prioriza la gestión de las emociones. Eulalia lucha contra los miedos que por norma, inercia o rutina se transmiten a mentes aún por hacerse, con discos duros ávidos de aprender. Es lo que más me gusta de la novela: cómo Elisa Victoria transmite la inspiradora ternura de los niños y en paralelo, la angustia por la certeza de que una simple frase, puede dañar el espíritu inocente de un pequeño. Sobre todo de quienes destacan por diferentes según los cánones que el sistema entiende como correctos y/adecuados, porque corren el riesgo de ser apuntados con el dedo hasta caer en el saco de la exclusión. Eulalia empatiza con ellos, porque se siente excluida, como si fuera observada de reojo. Así, en general. Otra cuestión es que esté centrada o que sea su percepción particular de los hechos. Que sus objetivos sean lícitos nada tiene que ver con sus carencias emocionales. La escritora la ha dibujado rebelde, inconformista y prácticamente rota por un cúmulo de factores. Lo último es lo que no me cuadra. Parece obviar lo positivo. ¿Que no es ideal? Por supuesto. ¿Qué lo es? Pero su desesperanza y desazón alcanza límites insospechados; como si “lo hubiera visto todo”. En realidad, es sólo que así se siente, incapaz de gestionar determinadas situaciones que no compensan su balanza vital aunque posea tesoros de la dimensión de una amistad incondicional. Por cierto, su colega fiel es una estupenda secundaria. Conforman un dúo disparatado pero muy divertido. La sexualidad y la relación con su propio cuerpo también la confunden. Menuda empanada mental. Ella misma se sabotea pese a su supuesta seguridad hasta convertir el sexo en algo pernicioso para sí misma. Desconcertante. Elisa Victoria es una escritora valiente, con personalidad; defiende con soltura las contradicciones de su protagonista, con escritura fresca, entre pinceladas de humor que no logran anular los dramas que pasan por las páginas y un tono provocador que hace atractiva la lectura. Bueno, bueno, bueno. He dejado esto para el final. Si no han visto el libro, búsquenlo y disfruten con el tacto y la vista si deciden leerlo en papel. Título y contenido son perfectos para convertir el producto físico en un deleite. Maravillosa encuadernación; letras doradas en portada y contraportada y un espectacular rosado para el canto de las hojas. Palabra del Señor.FacebookPinterestWhatsApp