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Reseña realizada por Begoña Curiel.
Sobrecogedora y hermosa. Con capítulos sublimes de gran impacto pese al inmenso dolor y tristeza que destilan. No esperen una biografía de Shakespeare sino un relato ficcionado muy especial sobre su mujer Agnes y la muerte de uno de sus hijos, Hamnet. Como lectora no me ha influido lo que tenga (o no) de cierto o si Hamlet (nombre intercambiable en los registros de la época) fue resultado de la dramática pérdida porque el mayor placer que me ha dado esta novela es el tributo que rinde al amor en letras mayúsculas. El dramaturgo está ausente Lo dibuja en un segundo plano como si fuese una especie de ente que pulula “por ahí” entre continuas alusiones, sobre todo cuando el niño ha muerto. Ni nombre le concede. William Shakespeare es el padre, el hijo, el preceptor de latín, el esposo, el hombre que va y viene de Londres para seguir con sus negocios y actividad artística. Porque la reina de la novela es Agnes, su mujer.Agnes, la estrella Un personaje soberbio y excepcional. Sus manos curan y alivian con pócimas tan naturales como ella. Maggie O´Farrell crea a su alrededor un aura mágica que encandila. Es tan auténtica que deja perplejos a quienes la rodean pero no devuelve los golpes, simplemente pelea por lo suyo y los suyos con una sutil indiferencia que multiplica mi enamoramiento hacia ella. En ese revoloteo de familia y murmuraciones se recrea la vida doméstica de los hogares de Stratford, localidad natal de William Shakespeare. Te sumerges fácilmente en la cotidianidad de casas compartidas y vecindad gracias al fantástico trabajo de ambientación de la autora. Que Stratford sea un pueblo pequeño de Inglaterra, no ayuda a la pareja, sometida a cotilleos de puerta en puerta gracias por la extraña personalidad de Agnes. Extraña, lógicamente, en un espacio físico y mental donde lo diferente genera recelos y mala fe no reconocida.Dos líneas temporales Por un lado la evolución de la relación de los padres y la llegada al mundo de los hijos: Susanna, la hermana mayor y Hamnet con su gemela, Judith. La especial afinidad de los dos últimos conforma un maravilloso universo que teje de manera magistral la brillantez narrativa de la escritora. Ahí está de nuevo ese mundo mágico que ha sabido inocular página tras página donde el amor triunfa, tanto el de los padres como el que conecta a los gemelos, como si un hilo umbilical los atara tras el nacimiento. Tan poderoso que llega al culmen cuando se va acercando la muerte. Y la segunda línea temporal la marca el dramático duelo tras el fallecimiento de Hamnet: el de la madre, el de las dos niñas y el padre. La situación hace resurgir con fuerza al último, al ente, aunque la novela lo mantenga en su misteriosa ausencia. Para ello, O´Farrell despliega aquí –de nuevo– su sello mágico y la teoría de que Hamlet nació por la trágica pérdida del niño. Pero no me interesa tanto su pena como la de Agnes y la niña gemela. Es tan, tan inmensa la desolación de una y otra que combaten la pérdida como pueden. Laceran el alma las preguntas y la actitud de la cría por muy tremendo que sea el dolor de la madre. ¿Cómo atender su vulnerabilidad cuando la adulta no puede, no quiere entender y menos, aceptar lo ocurrido? Al principio de la novela es Judith quien corre el riesgo de morir y Hamlet, buscará con desesperación la ayuda de los mayores. Su hermana está enferma y no sabe qué hacer. En esa búsqueda durante las primeras páginas de la novela, la escritora irá poniéndonos en contexto. Cómo es su vida, quiénes son los adultos que le rodean. Y aunque sufres por ese niño al arrancar la lectura, es ahora, escribiendo esta reseña, cuando he sentido la necesidad de releer el comienzo de Hamnet y... el dolor se multiplica. Es esa espiral de angustia lo que desvela, lo que está por llegar, porque son las pinceladas que esbozan la intensidad del Amor que ensalza esta obra, que en este momento –más que cuando estaba leyéndola– adquiere mayor intensidad. No es la primera vez que me sucede al redactar una reseña. Un apunte que no puedo dejar de mencionar. Capítulo espeluznante y brutal el del parto de Agnes. De esos que estrujan el estómago. Impresionante.La famiglia... De qué manera tan fabulosa describe la dualidad de la emociones, cuando se mezcla el odio y el amor. No es que Agnes odie a la familia adoptiva, es que su espíritu libre le permite ir más allá de tal sentimiento y evadirse de las razones –de peso– que tendría para responder a las reticencias que genera en su entorno. No parece mostrar rencor, que estaría más que justificado, hacia los que no saben apreciar las virtudes de su personalidad. En vez de defenderse de los ataques recibidos, como lo haría cualquier mortal, se encierra en el escudo protector de su particular forma de ser y estar en la vida. Repele la hostilidad del conjunto de satélites familiares sin devolver las tortas, como si aceptara el respeto al que –como norma no escrita pero perfectamente válida–, obliga un matrimonio aunque no exista lazo de sangre. Insisto en la honda impresión que me ha causado este personaje. La escritora muestra una tremenda capacidad narrativa al convertir a Agnes en un ser de luz con total credibilidad. De no haberlo contado tan bien, este personaje habría corrido el grave riesgo de resultar uno de cuento, entre la fantasía y la leyenda. Me parece absolutamente prodigioso lo que hace Maggie O´Farrell con su escritura, de rica y potente prosa.Conclusión Sorprendente. Muy recomendable si te atrapa la original y valiente propuesta de Maggie O´Farrell. Está claro que a mí me ha convencido.FacebookPinterestWhatsApp