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Reseña realizada por María Cristina Espinosa.
En “Las lealtades”, nos encontramos frente a una novela de apenas doscientas páginas, casi como un relato largo.A pesar de su brevedad, la historia se cuenta desde cuatro perspectivas diferentes, cuatro historias que se entrelazan: Theo, un niño de padres separados que se detestan, que ha caído en el alcoholismo. Hélène, una maestra que ha sido víctima de un padre maltratador y que se preocupa por Theo al creer detectar en él síntomas de lo que ella vivió en su propia infancia. Mathis, el mejor y único amigo de Theo, que lo acompaña en su adicción al alcohol. Cecile, la madre de Mathis, que intuye que algo está pasando pero que tiene demasiados problemas como para ocuparse de su hijo. Los capítulos son cortos y en cada uno estamos en el punto de vista de alguno de esos personajes, de manera que la lectura se va enriqueciendo con más información, al tiempo que crecen las tensiones.Con estos ingredientes, la autora nos introduce en las vidas de unos personajes heridos, marcados por la soledad, la incomunicación y el dolor, que caminan hacia la autodestrucción. Y lo hace por medio de una prosa aparentemente sencilla, sin artificios, sin juzgar ni querer convencer, solo contando con elegancia lo que ocurre, a través de un estilo contenido, breve y, sin duda, explosivo.En una entrevista a elcultural,com, la autora declara: “La forma breve me permitía un texto más potente, casi un puñetazo al lector”. A mi entender, yo le quitaría el “casi”, porque la lectura de “Las lealtades” es un verdadero puñetazo a las relaciones humanas.Tras recopilar información sobre Delphine de Vigan, me entero de que, después de “Las Lealtades”, el año pasado se publicó en Francia “Los agradecimientos”, de la misma autora. De Vigan ha comentado que quería hacer una serie de novelas sobre los sentimientos en nuestra sociedad, cómo nos afectan en nuestras relaciones cotidianas. Habrá que seguirle la pista. Seguro que no defraudará.