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Reseña realizada por Tati Jurado.
La filosofía del absurdo guarda una estrecha relación con Albert Camus. De hecho, fue uno de los mayores exponentes de esta corriente. Una adhesión que en esta, su primera novela, se trasluce, aunque desde diferentes lugares, tanto en el protagonista como en el sistema con el que tiene que convivir aun cuando este le es ajeno.La noticia de la muerte de su madre, la de Meursault, narrador-protagonista, inicia un relato en el que la indiferencia parece ocupar el rol principal. Tras recibir el aviso, Meursault acude al entierro que tiene lugar en el asilo donde la había instalado un tiempo atrás, ante el desconcierto de aquellos que lo observan y tratan, como quien va a gestionar cualquier tipo de trámite. No manifiesta ninguna clase de emoción: no llora, no se desmorona, no padece. Incluso, continúa con su vida como si nada hubiera ocurrido: regresa a su casa, se encuentra con su novia, van a la playa, hacen el amor.Meursault traslada ese desapego e indiferencia que manifiesta desde las primeras líneas a todas las áreas de su vida: trabajo, amor, amistad. Una indiferencia que, inevitablemente, suscita inquietud a medida que se avanza en la lectura. Porque no es esa que surge de la apatía, sino aquella que se ampara en la certeza de lo absurdo que es asignar a los acontecimientos cualquier idea de trascendencia.Así transcurren sus días, en una rutina en el que la búsqueda del entendimiento sobre el sentido de la existencia no cuenta. La ausencia de emoción, de deseo, de ambición e incluso de apetencia o necesidad de expresar ideas o pensamientos rigen sus pasos. Pero sin premeditación.Para él, nada es bueno o malo, simplemente es. Vive sin premura, exaltaciones o inquietudes. La vida no posee un sentido superior. El amor, la amistad, el trabajo, la vida en sí carecen de valor trascendental. También la vida ajena: ni siquiera cuando asesina a un hombre se desprende de su abstracción. Un hecho que, junto al posterior desarrollo de los acontecimientos, da entrada a la segunda parte de esta novela.El protagonista es juzgado y condenado a muerte. Más que de asesinato, se lo acusa de insensibilidad, de no cumplir con los ritos establecidos. ¿Cómo pudo no llorar la muerte de su madre? Y es que, del mismo modo que sorprende la alineación del protagonista a la neutralidad en todos los aspectos de su vida, su frialdad, la falta de apego hacia cualquier persona e incluso a su propia existencia, es imposible esquivar la perplejidad, en el fondo consciente, ante el valor que se le da socialmente al ocultamiento y a la mentira en pos de guardar las formas.Con un lenguaje claro y sencillo, Camus presenta a un personaje que acepta el absurdo de la vida y que, en cierta forma, lo hace desde la heroicidad pues se mantiene fiel a esta creencia hasta las últimas consecuencias. Se adhiere a la verdad, a su verdad. Y es que Meursault sabe que la injusticia también forma parte de lo absurdo.