La visión que presenta hoy en día, dadas las circunstancias globales por
las que atraviesa tanto la Academia como la comunidad social, las instituciones
de educación superior refiere la necesidad de asumir un cambio radical en
referencia a las modalidades tanto de enseñanza como de transferencia y
adquisición del conocimiento, los cuales se presentan prácticamente sin tiempo
de asimilarse y con la misma rapidez y dinamismo de la comunicación digital a
través de las tecnologías de información.
El papel o postura que la educación superior mantiene como sistemática,
estructural y rígida, donde debe cumplirse las competencias didácticas
referidas de un currículo estricto, recargado de contenido expresamente teórico
y obsoleto; aunado a ello, un docente poco actualizado sea por su nivel de
interés, de motivación o de exigencia; suma mucho más peso y lentitud a
materializar la idea de que el conocimiento deba transferirse de las maneras
más expresas posibles y llegue a todos por igual. No siendo estos dos aspectos
resaltados anteriormente la justificación para detener el proceso natural y
humano de querer saber más del saber, de que querer siempre ir más allá de lo
evidente y tangible, y que desde la comunidad del conocimiento, donde convergen
ideas y se transmiten teorías a llevarse a probar, a hacerlas prácticas y
conformar creencias y realidades propias de esta era tan convulsionada, que ya
se venía presentando, como lo expresa Batenson (2000) en sus obras sobre las
necesidades y niveles de aprendizaje.
La interdisciplinariedad implica puntos de contacto entre
las disciplinas en la que cada una aporta sus problemas, conceptos y métodos de
investigación. La transdisciplinariedad, sin embargo, es lo que simultáneamente
le es inherente a las disciplinas y donde se termina por adoptar el mismo
método de investigación. La transdisciplinariedad está entre las disciplinas,
en las disciplinas y más allá de las disciplinas.
La interdisciplinariedad no es otra cosa que la
reafirmación y constante epistemológica de la reagrupación de los saberes. En
la ciencia moderna, la preocupación de sus principales exponentes —Galileo,
Descartes, Bacon— por la sociedad científica interdisciplinaria
fue invariable. La diferencia radica sólo en que añadieron a esta agrupación
interdisciplinar la necesidad de una comunicación entre las disciplinas,
elemento que retoma la interdisciplinariedad a mediados del siglo XX.
La transdisciplinariedad responde a un
hecho esencial y es que la interdisciplinariedad no logra responder a la
realidad integradora, que sólo puede observarse y descubrirse bajo nuevas
formas de percepciones y valoraciones. Asume la complejidad como forma
"organizada" y en eso radica su novedad. El hombre como sistema es un
ser complejo; es complejo la sociedad donde reside pero de igual forma es
complejo una de sus neuronas. La complejidad como postulado científico de la
transdisciplinariedad no cuestiona la ciencia clásica en su primer principio de
legislar, de ir de lo complejo a lo simple, sino de enfatizar que no son
suficientes esas prácticas en el contexto científico actual.
Estas experiencias, propias de una época que retrae a nuestros confines las
actividades propias de lo cotidiano, lo que ha hecho un despertar de la
conciencia de lo que sabemos, de lo que no sabemos y de lo que creíamos saber
sobre cómo se va tejiendo dentro de los institutos y universidades, las
competencias del conocimiento a fin de verlo desde la óptica de la multidisciplinariedad,
donde grandes pensadores proponían, estudiaban y debatían como conformar la
malla profesional, las carreras, que estudiaría cada asignatura, a abrirse a la
transdisciplinariedad donde se permite ver desde todo punto de vista posible el
mismo fin y obtener tantas definiciones, conceptos, ideas y argumentos posibles
para hacer un pensamiento amplio y diverso, permitiendo que cada uno vea su
realidad y pueda aportar entendiendo que no ocurre ni existe una totalidad del
conocimiento, es como una espiral que, al llegar al fin aparece otra línea,
otro camino, otra curva y presenta entonces más y mejores producciones que
aporten y enriquecen los aprendizajes.
Esto, debate muy paradójicamente con los conceptos y posturas que se
presentan ante lo que se conoce como escuelas o facultades, donde se sectorizan
por materias o por territorios o carreras, temas, teorías, asignaturas, áreas y
no se permite que ajenos a estas tribus entren, opinen o conozcan siquiera la
conformación, funcionamiento y proceso interno de estos grupos, por así
nombrarlos.
Con base a lo anterior y desde el punto de vista del conocimiento, esta es
una limitante que ocurre casi invisiblemente pero que existe, de ahí que la
transdisciplinariedad no esté cumpliéndose, sin embargo se espera que poco a
poco y con pasos firmes comience a ocurrir, donde lo académico converja con lo
social y lo científico, por lo que es necesario que el papel docente sea
realmente de investigador, en todos los niveles (pregrado y posgrado), donde
haya intercambio de experiencias, que desde el capital cultural y científico se
den encuentros e intercambios y se propicie la oportunidad de realizar
actividades de extensión o extra-cátedras que permitan la actualización del
participante, del docente, de la sociedad académica; desde los talleres y
seminarios hasta lo que implica relacionar asignaturas de la carrera con la
realidad actual, de manera que los planes de estudios no se vean como cargas o
simples asignaturas obsoletas y descontinuadas; donde se repite un contenido,
sino como un espacio de producción creativa y de conocimiento, propiciando una
revisión constante de los contenidos a fin de proponer estrategias para
conseguir las competencias y habilidades que sugieren los programas académicos.