Reseña "De prisiones, putas y pistolas" Manuel Avilés Gómez

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Reseña realizada por Teresa Argilés.

Manuel Avilés Gómez nació en Huétor Tájar (Granada) en 1954. Diplomado en Criminología por la Universidad Complutense de Madrid. Ejerció como funcionario del Cuerpo Especial de Instituciones Penitencias, y como funcionario en diferentes cargos ha ejercido en diversas cárceles del panorama Español. Director en el Centro Penitenciario de Naclares de Oca y de Palma de Mallorca, Subdirector de la prisión Fontcalent de Alicante, pasando por otros centros como el de Cartagena.

Sus colaboraciones periodísticas con el diario de Mallorca y el Información de Alicante con numerosas y en este último muy destacadas sus críticas a media página un día a la semana. También lo podemos escuchar en Onda Cero Alicante comentado cada semana nuevas ediciones muy destacadas. Es autor de numerosos libros, casi todos sobre el terrorismo de ETA, del que es un verdadero experto y también sobre el terrorismo Islámico.

Criminalidad Organizada: Los movimientos terroristas (ECU 2004), El terrorismo integrista. ¿Guerras de religión? (ECU 2005), El Metralla (ECU 2006), Un testigo incómodo (ECU 2006), Delitos y Delincuentes (ECU 2010), El enriquecimiento ilícito (ECU 2011), Ya hemos estado en el infierno (ECU 2012), En la cuerda Floja. Narcotráfico en Mallorca (ECU 2020). También ha colaborado en el libro El barbero de Godoy (ECU 2019) y junto a dos fiscales, un magistrado y dos psiquiatras, todos ellos de Alicante publicaron el libro Enfermedad y deficiencia mental: Aspectos legales.

Manuel es Granadino de nacimiento pero Alicantino de adopción. Al leer su libro he tenido la impresión de estar escuchándolo con esa voz rota que te da la impresión de que aún no ha salido de una alocada juerga nocturna, pero no, es su voz. Él se adjudica una senectud que aún está lejos de atraparle.

Estas 281 páginas las ha dividido en cuatro capítulos. Tres de ellos potentes donde pone de manifiesto entresijos ocultos de “las guarderías” de malhechores de Centros Penitenciarios por lo que pasó dejando en ellos una impronta que marcó un hito en el devenir de la banda terrorista ETA, para la propia banda y para España.

El último capítulo más personal e intimista no ha querido hacerlo más extenso y se lo dedica a su “Jefe Supremo” y amigo fallecido, Antonio Asunción.

La escritura de Avilés en este y otros libros es clara y concisa y lo mismo que habla escribe, no se corta nada para expresar lo que vivió o lo que siente. Lo ocurrido, el lector no se lo puede discutir pues muy pocas personas están en disposición de poder contradecirle los hechos que expone. Lo que siente es necesario haber estado en su piel y haberte mirado al espejo imaginando la diana que unos pistoleros te han dibujado para acabar contigo por ser un tipo listo y astuto.

Escribir sobre lo que te ha tocado vivir sintiéndote en algún momento un conejillo de indias en un recinto donde no hay escapatoria y si la hay será en caja de pino y con la bandera de tu país en lo alto y con algunas medallitas que te coloque el ministro de turno, debe haberle supuesto un trabajo mental desbordante hasta que lo ha escrito y ha visto la culminación de la publicación.

Como prueba de ello la narración la presenta como un paciente ante su médico, onco-psiquiatra como él lo califica, contándole sus cuitas para que lo entienda y explicándole pormenores que al galeno ni le interesan ni piensa que le vayan a interesar, entremezclando su dolencia con lo vivido. El narrador-autor se muestra como un paciente díscolo que no entiende lo que le ocurre y cree que contándole la vida a un terapeuta o lo que sea lo va a interiorizar, pero la empatía con el sujeto es nula, solo escribe y ni siquiera sabe si lo escucha. Siempre lo hace en primera persona, con sus miedos y fortalezas, pero maldiciendo que ha aprobado una oposición para ser un pringao y no enriquecerse, aunque tampoco es lo que pretende. El funcionario que habita en él, se la juega constantemente pero siempre bajo el prisma de “yo soy tu colega” y no tu carcelero.

Leer con tanto detalle como comenzó la decadencia de la banda terrorista ETA por unas escuchas telefónicas demuestra que todas las organizaciones tienen sus fisuras y si das con alguien astuto que sabe jugar a dos bandas algo se puede conseguir, y así fue como el director del Centro Penitenciario de Nanclares de Oca hizo dinamitar a la organización y poner en el disparadero a los propios integrantes de la banda tanto los que estaban dentro como los que estaban fuera.

Si las intrigas policiales en las altas esferas son de tu interés, aquí tienes lector un buen documento.

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UNETE



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