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Reseña realizada por Begoña Curiel.
Interesantísimo testimonio sobre la historia y protagonistas del conflicto del IRA. Es difícil encontrar una definición para este libro. La mía: un excelente macroreportaje periodístico con la cadencia de una novela. Si quieres saber en profundidad las claves esta tenebrosa etapa de Irlanda del Norte, no lo dudes. Y aunque a priori te resulte indiferente, puede que también caigas atrapado. Es una maravilla. Dice la sinopsis que cuando Patrick Radden Keefe comenzó a investigar el secuestro de Jean McConville ocurrido en 1972 ignoraba que acabaría escribiendo esta megacrónica. Al tirar de este hilo termina embarcándose en una aventura periodística y literaria que me ha dejado impresionada. La mayoría creemos saber qué ocurrió pero las cuatro décadas de este conflicto son infinitamente más complicadas, retorcidas y terribles de lo que podamos imaginar. Fueron una auténtica locura, a ratos una orgía de sangre con daños colaterales que desde fuera no se pueden comprender. El autor no justifica sino que trata de explicar para que podamos entender en lo posible los intrincados caminos de este galimatías religioso y político, las ramificaciones de cada bando y lo que puede mover a una persona hasta tal punto de fanatismo. Además se centra en gran medida en la personalidad de quienes lo lideraron y protagonizaron a diferente escala, así como de los colaboradores necesarios para mantener vivo el trágico polvorín. El libro es denso: trazar un esquema, enumerar los hechos de forma cronológica, explicar el cruce transversal de los mismos resultaría extenso y agotador porque no hay líneas rectas, blancos y negros (bueno, sí, los de quienes nunca variaron de opinión), argumentos lógicos que simplifiquen un conflicto tan complejo. Es verdad que cada persona es un mundo por muy pequeño que sea su universo; el devenir de cada uno de ellos se conecta directa o indirectamente con otros. Por eso es tan importante la información que aporta el autor de los nombres propios que contiene esta historia. El latido de esta lucha es un mecanismo irregular y en permanente movimiento, dependiendo de circunstancias, lugar geográfico, entorno familiar y psicología del individuo. Son muchas las conclusiones y reflexiones pero también los pensamientos contradictorios que genera esta lectura que ha necesitado de toneladas de documentación. No quiero imaginar las columnas de papel y/o textos que habrá podido tragarse este hombre y me explotan las neuronas pensando en cómo habrá podido ordenar tantísimos datos. Son muchas las cuestiones que me han interesado de No digas nada; hay una gran variedad de temáticas dentro del bloque del conflicto, por eso también son incontables las emociones –a veces muy dispares y casi todas asociadas al dolor y la desazón– que transmite el libro. Me gustaría señalar lo más destacable en mi opinión:–La herida no se ha cerrado–El IRA desapareció, la vía política del Sinn Fein abrió la espita que concluyó en la paz. Pero, ¿qué es la paz? ¿La hay? El fin de los atentados no ha borrado odio y rencores. Pese a sus diferencias con el conflicto vasco hay terribles similitudes.–La destructiva cultura del silencio–El título refleja el funcionamiento de esta dinámica en el comportamiento de las estructuras internas de los grupos terroristas (sólo el IRA, ya tenía dos facciones entre las que también se mataban). Pero también funcionaba “fuera”.“No decir nada” se aplicaba a múltiples escenarios. Gerry Adams, el que fuera líder del Sinn Fein negó por activa y por pasiva su pertenencia al IRA en su liderato del proceso de paz. Sus antiguos compañeros lo consideraron un traidor. El odio explotaba por todas partes pero se hizo necesario mantener “el relato de Adams”; de lo contrario hubiera caído a pedazos la aureola de héroe construida a su alrededor.–El dolor de las familias de asesinados y de los desaparecidos–Es el caso que origina este libro. Llorar a un muerto ya es suficientemente duro. No poder llorarlo porque “no hay cuerpo” supuso la muerte en vida de muchos de sus familiares por el duelo inacabado, la rabia de que nadie pidiera perdón, porque es imposible reparar la existencia rota.Los diez hijos de Jean McConville, la mujer viuda de treinta años que fue secuestrada, es sólo un ejemplo. Para cuando los restos mortales aparecieron, la vida de casi todos estaba destrozada hacía años.Los flecos de este conflicto dejaron una sociedad traumatizada.–El proyecto Belfast–Lo desconocía como tantas otras cuestiones que aborda Radden. Se realizaron entrevistas a antiguos activistas de ambos bandos con la promesa de que no saldrían a la luz hasta que fallecieran. No fue así. Me daban escalofríos al leer sobre esta cuestión.Magnífico el ritmo narrativo del escritor en este apartado como en otros de No digas nada en los que perdía la respiración.–La huelga de hambre en la cárcel–Hizo tambalear a una Margaret Thatcher supuestamente de hierro. El pulso de los terroristas encarcelados puso en vilo a la sociedad. Entre ellos, las hermanas Price y de ambas, a destacar, Dolours, una convencida de la lucha armada hasta que fue superada por las decepciones y el cansancio. Madre mía, qué persona y qué personaje, independientemente de las opiniones que susciten sus ideas políticas. Sólo con su vida podrían escribirse varias novelas.Destaco también como parte del brazo armado del IRA a Brendan Hughes, conectado de forma directa con el controvertido Gerry Adams, aunque este último no reconociera que estuvo a su mando.La profundización en su psicología y de otros muchos, es sin duda, un aliciente a los que somos curiosos de la mente y alma humanas, aunque ambas resulten inhumanas. Es imposible Me detengo aquí porque los epígrafes de la reseña podrían alargarse mucho más. No digas nada es digno de un análisis mucho más extenso porque da para infinitas páginas. Principalmente por su contenido real y el tremendo trabajo de investigación que ha debido conllevar pero tampoco quiero dejar de lado el mérito narrativo de Patrick Radden. Ha sabido darle el ritmo adecuado para no hacer de este libro un interminable listado de datos y aunque es cierto que el lector puede perderse por ellos, supera con sobresaliente el reto. No digas nada es una atractiva joya que me ha absorbido por completo.FacebookPinterestWhatsApp