Cuando lideras, de vez en cuando uno de los miembros de tu equipo te hace una pregunta directa que te para en seco y te hace reconsiderar exactamente qué mensajes estás enviando.
Cuando tomas un nuevo desafío, llegas a tu nuevo espacio haciendo muchas preguntas, escuchando, conociendo a la gente, e interiorizándote lo que pasa.
Después de un tiempo, llegas a definir lo que se necesita y comienzas a apuntar los esfuerzos en esa dirección.
Trabajas arduamente para encontrar e implementar herramientas y procesos, y hablas con tu equipo usando metáforas como estar en el mismo barco y del viaje que están a punto de comenzar.
El progreso es lento, pero aceptable y, en un momento cualquiera, uno de los miembros de tu equipo entra a tu oficina muy frustrado y te dice: "Entendemos que estás aquí para llevarnos a un lugar nuevo y lo aceptamos, pero ¿puedes decirnos qué esperas de nosotros?”
En ese instante, te das cuenta que estabas trabajando duro dentro de la organización, en la mecánica definida, y con los líderes en la visión, pero no estaba tan claro lo que esperabas de tu gente en el día a día.
Por supuesto, es una cosa fácil de corregir escribiendo y circulando algunas expectativas de alto nivel y teniendo una reunión de discusión en equipo, pero esto no hubiera ocurrido de no mediar esa picante pregunta de tu colaborador, y puedo asegurarte que no siempre tendrás esa suerte.