La
nueva cuarentena impuesta por el gobierno para contrarrestar los efectos de la
covid-19, nos obligan a un aislamiento social, imponiendo también la necesidad
del teletrabajo y la teleeducación, los negocios electrónicos, el
distanciamiento social, y cuarentenas focalizadas. Nuevamente la encrucijada:
cómo sobrevivir a la restricción sin perder identidad.
En
lo social, el pensador Marshall McLuhan (1911 - 1980), ha pasado a la posteridad
como un auténtico visionario de la presente y futura "sociedad de la
información". A finales de la década de 1960 y principios de los años
1970, McLuhan acuñó el término «aldea global» para describir la interconexión
humana a escala global generada por los medios electrónicos de comunicación. La
"globalización" es la resultante de esa comunicación a escala nunca
antes imaginada.
Vivimos
en un mundo cambiante en donde existe un nuevo juego, hay nuevas reglas y se
deben aplicar nuevas estrategias. El triunfo del capitalismo sobre el
comunismo, y la consiguiente globalización mundial, bajo las reglas de libertad
económica, propiedad privada y en general los pilares de dicho sistema social,
nos impone cambiar y ser más eficientes, competitivos y dinámicos, para
insertarnos exitosamente en un mundo interconectado mediante la "autopista
de la información". Pero la pandemia del coronavirus impone su propio
drama.
En
el artículo titulado “Efectos de la globalización en América Latina” (http://www.gestiopolis.com/efectos-globalizacion-america-latina/), se cita al analista Lester C, Thurow, quien afirma:
“Vivimos en un mundo sin comunismo, en donde el cambio tecnológico hace que las
industrias se basen en la capacidad intelectual, con índices demográficos nunca
antes vistos, bajo un proceso de globalización acelerado y en donde parece no
existir un poder político o militar dominante que maneje al mundo sin algún
tipo de resistencia económica”.
Pero
hay un problema que pocos quieren ver: los procesos de globalización están
incrementando la brecha entre los países desarrollados y el mundo
subdesarrollado.
Lo
que era competitivo en un mercado regional o nacional no está resultando serlo
en el nuevo mercado globalizado. En suma, la globalización nos impone el reto
de afrontarla y sobrellevarla con inteligencia y creatividad, sin renegar de
nuestra identidad. Nuestros Estados y gobiernos tienen la obligación de no
dejarse avasallar, pero tampoco esconderse en una “cápsula de cristal”, porque
no podemos ser ajenos a lo que pasa en el resto del mundo.