Lima
cumple 486 años de fundación española. La "Ciudad de los Reyes",
capital del Virreinato del Perú, se yergue sobre lo que fueron antiguos reinos
prehispánicos, culturas milenarias que dejaron su huella en canales de riego,
huacas, ciudadelas y caminos.
En
mi artículo "Hacia una sociología de Lima", anoté que la capital
peruana fue fundada hace 485 años sobre un valle que ya estaba ocupado mil años
antes (200 – 700 d.C), desde el período Intermedio Temprano, surcado por
canales de regadío como el Huatica, y con emplazamientos de viviendas y centros
administrativos, tal como lo demostró el arquitecto y urbanista peruano Juan
Günther Doering (1927 – 2012), quien vivió obsesionado por entender y descifrar
Lima.
Pero
luego de la conquista comenzó una nueva etapa. De “la ciudad de los balcones en
el aire” –como la llamó don Felipe Buendía, el último cronista de Lima–,
capital del Virreinato del Perú, el tiempo se encargó de transformarla a ella y
a sus habitantes. Hoy, la nueva Lima es una gigantesca metrópoli con cincuenta
distritos en total, cuarenta y tres pertenecientes a la provincia de Lima, y
siete a la provincia constitucional del Callao.
“Lima
es el Perú”. O dicho de otro modo: es una ciudad que resume el ser y la
esencia del Perú. Tal como lo ha señalado la periodista Silvia Céspedes, la
Lima de hoy es más compleja que la fundada en el valle del Rímac y su señor
Taulichusco. La migración le ha dado un nuevo cariz y el perfil del limeño
actual no sólo incluye a las antiguas familias de abolengo, sino que se
configura en un crisol donde caben la música criolla, el huayno y la música
chicha, el lirismo de sus vates y los coloridos afiches de sus fiestas
populares, las playas de Asia y las carretillas que expenden maca, quinua, pan
con huevo, hasta las que han hecho un emblema del “ceviche con papa a la
huancaína”, junto a los chifas y los elegantes salones de cocinafusión. Con
todos sus ingredientes, Lima es y seguirá siendo una ciudad para todos.