La transparencia y
credibilidad deben constituir, tratándose de productos de inversión en una
consigna que siempre debe estar presente, aún más, cuando la confianza está de
por medio impulsando el actuar de los inversionistas. Si ello no sucede, el
ecosistema en el cual se ejecuta dicha acción se contamina y pierde credibilidad.
En una época en el
que la pandemia sigue acaparando la vitrina de las portadas de las noticias, no
se queda atrás todo aquello que se enfoca en lo sostenible. Así, particularmente
en las finanzas, los productos de financiamiento, así como las inversiones, se
transforman en ámbitos de profunda reflexión y estudio, amplificado por un
esfuerzo diríamos casi global en alcanzar los Objetivos de Desarrollo
Sostenible y el cumplimiento de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible.
Al respecto, el
greenwashing, también conocido como ecoblanqueo, lavado verde o lavado de
imagen verde ha generado alguna atención de los medios de comunicación. Al
respecto, cabe precisar que no se trata
de un concepto nuevo, ya que se señala su origen en la década de los 60.
Pero, ¿qué
comprende? En simple, de acuerdo a lo que se plantea en Wikipedia, constituye
una forma de difusión en la que de manera no ajustada a la realidad se resalta y
asienta la idea de que los productos, objetivos o políticas de una empresa están
ajustadas con el cuidado del medio ambiente, sacando provecho de tal situación.
¿Y de qué forma se
suele presentar el greenwashing? Es importante visualizar que existen diversas
formas de expresión, en tal sentido se destacan: a) Cambiar el nombre, logo,
eslogan y/o lema de la empresa; b) Focalizarse en un grupo reducido de atributos sin contemplar
el resto de efectos en el medio ambiente; c) Crear una nueva apariencia a los productos
o la empresa; d) Subestimar la cantidad de recursos naturales que han sido utilizados;
e) Compartir información y términos complejos de comprensión que se hacen sonar
como amigables medioambientalmente; f) Incitar a que los consumidores opten por
el producto menos perjudicial entre similares
o levemente diferentes; g) Resaltar el vínculo o respaldo de empresas vinculadas
con el cuidado o protección del medio ambiente; h) Desarrollo o financiamiento de
proyectos verdes como lavado de precaria imagen medioambiental; i) Realizar comentarios que son difíciles de validar;
j) Utilizar comentarios de los consumidores para estructurar una imagen
positiva; k) Señalar que los procesos de producción u operaciones de la empresa
utilizan soluciones verdes; l) Incorporar el cambio climático y la preocupación
medioambiental como vinculo entre atenciones inmediatas y urgentes con los
productos que se comercializan, no estando estos alineados al 100% con un
actuar verde.
Ahora bien, de acuerdo
a lo señalado por Bloomberg en el sitio Emol, este lavado verde constituye una
fuerte barrera a la inversión sostenible, ya que para los inversionistas
institucionales al menos se ha transformado en un gran reto y complejidad el no
disponer de una transparencia absoluta y accesibilidad a los datos que las
sustentan. De lo anterior, si ello sucede en economías desarrolladas, entonces que
estará pasando en las nuestras?
En el caso de Chile,
de acuerdo al reporte Estrategia de la Comisión para el Mercado Financiero para
enfrentar el cambio climático, publicado con fecha septiembre de 2020, se plantean
una serie de directrices alineadas con esta tarea, y dentro de lo cual se considera
el promover el desarrollo de un mercado financiero verde, lo que requerirá de ajustes
regulatorios en el mediano plazo, así como la habilitación y clasificación de
actividades económicas o productos financieros que sean calificados como apropiadamente
verdes, y como bien se indica amparado en principios y requerimientos, es
decir, sustentado en una taxonomía. Para ello, se están llevando a cabo estudios
y análisis de prácticas en sectores más avanzadas en esta materia, a fin de que
lo que se proponga esté alineado a estándares internacionales y naturalmente con
ello ser sumados como país a los mercados financieros verdes internacionales.
Se valora este
esfuerzo de seguir avanzando en ir transparentando y fortaleciendo el accionar
de nuestro sistema financiero, muchas veces lejos de la primera plana de los periódicos.
El establecer regulaciones, con sus derechos y obligaciones e instancias de fiscalización
y/o certificación que distingan a los verdaderos inversionistas sostenibles, así
como salvaguarden a los inversores que realizan transacciones en estos mercados
amparados en una confianza, debe reflejarse en premiar apropiadamente a las
empresas que efectivamente materializan una tarea de cuidado y gestión sostenible,
y que no solo se encuentra basado en una propaganda total o parcial alejada de
la realidad.