Llevo varios días repasando fotografías de los dos primeros
meses tras el inicio de la pandemia y observo que en las que aparecen el
presidente y su lugarteniente tienen cara de espanto, susto y congojo. Es la
cara de la incompetencia, la frustración y el miedo, pero no menos susto delata
la faz del vicepresidente segundo que nunca se había visto en otra igual. Éste
debió de pensar que pasaría en unos días y salió ufano en TVE haciéndose cargo
de las residencias de ancianos, prometiendo 300M y adoptando medidas que nunca
se llevaron a cabo. Echo mano de mis apuntes y, con el paso del tiempo, no
entiendo cómo hemos consentido las sandeces y barrabasadas cometidas por el
gobierno.
Los medios de comunicación merecen un artículo aparte. Los ha
habido que han contado la verdad desde el primer momento, fotografías
incluidas, pero los vendidos al poder no se han atrevido a cumplir con su
cometido, que no es otro que informar sobre la realidad diaria. Estos últimos
han preferido publicar al dictado del gobierno central, sin fotos comprometidas
y asustados ante la impronta dictatorial que adivinaban. Sólo el dinero
repartido por el gobierno ‘bichavito’ acabó por convencerlos de lo rentable que
resultaría seguir en esa línea. Son los mismos medios que diariamente
conectaban con el Valle de los Caídos para ‘informar’ de los desayunos de
Franco, dejando de lado las noticias importantes que interesaban a la ciudadanía.
Tampoco pasan desapercibidos los bulos difundidos desde el
gobierno por algunos ministros, más propios del fundador de la Gestapo, Hermann
Göring, que de un gobierno democrático como el español. Ni que decir tiene que
la TV ha optado por la propaganda partidista, sectaria y siempre despreciable:
nunca imaginé a M.A.O. (Miguel Ángel Oliver) ejerciendo de jefe de gabinete de
comunicación en Moncloa y mucho menos cercenando la información, recortando
contenidos, seleccionando las preguntas y haciendo que Sánchez abusara del
plasma, cual comadreja en su madriguera; el ‘delito’ mayor de MAO. se ha
traducido en consentir que nadie interpelara las fantasiosas respuestas del presidente más narcisista, mentiroso,
ineficaz y paranoico que jamás hemos conocido.
Quedó patente que, las medidas adoptadas por el gabinete de
coalición izquierdosa, hoy se cuentan por errores que, en muchos casos,
condujeron a evidentes negligencias con resultado de muerte. Personalmente sigo
viendo a dos culpables claros, los ‘Picapiedra’ del Consejo de Ministros. Y si
ellos no lo ven así, no estaría de más que fueran haciendo el petate porque
España entera los apunta con el dedo índice y lo seguirá haciendo de por vida.
Veremos qué cuenta la historia con el paso del tiempo.
La gravedad de la crisis sanitaria la anunciaron en enero de
2020 la OMS y multitud de expertos mundiales. En España se ocultó esa gravedad
por conveniencia hasta pasado el 8 de marzo, fecha reservada para el teatro
feminista del mal llamado Día de la Mujer y para contentar a la “compañera de…”,
permitiendo que acudiera a esos juegos ilusos y trasnochados de donde, por
cierto, volvió infectada, lo mismo que la compañera del ‘okupa’ de Moncloa, la
instigadora Carmen Calvo y otras “femis” que transcendieron mucho más tarde o
la conveniencia puntual ha ocultado. A partir de ese momento, el desaguisado ha
sido diario, esperpéntico, catastrófico, mortuorio y ruin. El desgobierno de
Sánchez e Iglesias ha hundido la economía, arruinado a miles de familias y devastado
la inversión en España.
El hartazgo del ejército español hay que traducirlo como que
el gobierno ha abandonado sus funciones, despreciado a la sociedad, destrozado
el mundo empresarial, ‘apedreado’ al rey y ‘arrestado’ a la población para
salvar la cara y el culo. Nunca antes habíamos visto una labor tan ejemplar del
ejército como estos días de pandemia: desinfectando, garantizando la seguridad
y en labores humanitarias. Un ejército al que “lo mismo le da planchar huevos
que freír corbatas”.
Semejante desprecio, pero en sueldo y reconocimiento, sufren
los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado siempre desairados, relegados y
denigrados por el gobierno socialcomunista. Unas FF y CC de Seguridad del
Estado a quienes el ‘vicepandemias’ segundo recurre para proteger el casoplón
de cuatro gritos, dos cencerros, una bandera y tres silbatos. Incluso, se
regocija cuando “los pisan la cabeza en una manifestación”
¿Y los sanitarios qué? Ellos también han sido héroes al
cumplir con su cometido. Tan héroes como el ejército en los suyos, el
voluntariado en su cometido y la ciudadanía en el suyo. Con el tiempo dirán las
epopeyas que el personal sanitario español venció al virus sin apenas medios,
con una profesionalidad a prueba de bomba, una dedicación envidiable, con
interminables jornadas, con un gran sacrificio y, tristemente, con muchos de
sus miembros fallecidos por el propio virus.
De esa heroicidad se excluirán los liberados sindicales de la
Sanidad que volvieron la espalda a sus compañeros y a la sociedad en general;
se excluirán contados sanitarios que se brindaron al gobierno para hacer
política sectaria y contra la oposición, así como los bandoleros de las
algaradas madrileñas que ‘fusilaron’ a Díaz Ayuso por poner en pie un hospital
público en tiempo récord y que, en estos momentos, está siendo la salvación de
la sanidad madrileña. Tales aprendices de terroristas e instigadores parece que
hubieran preferido un hospital privado para tener munición fácil. Por
desgracia, desde la izquierda aún llaman “social” a lo que les interesa, como
llaman “escudo social” a lo que sólo es plastilina; es decir, pan para hoy y hambre
para mañana.