Reseña "En el nombre de Roma" de Jose Barroso

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Reseña realizada por Marcos Rodes.

A mediados de octubre del pasado año recibíamos un ejemplar de la novela En el nombre de Roma. El mismo se acompañaba de una dedicatoria del autor: “Amigos de El Libro Durmiente. Espero que disfrutéis del viaje a Roma, sus calles, su grandeza, los personajes inmortales y, sobre todo… sus cloacas”. Los últimos meses del año son un momento de especial actividad para mí, por lo que trato de ser selectivo con los proyectos y lecturas en los que me implico. Tenía un libro de 835 páginas en mis manos y la preocupación por no poder atender cuanto había de acontecerme. En estas circunstancias, lo lógico hubiera sido declinar el ofrecimiento y proponérselo a alguno/a de mis compañeros/as “librodurmientes”. Por alguna extraña razón, tuve la ocurrencia de llevármelo a casa para leerlo “en mis ratos libres”. Ahora, me alegro de haber cedido a ese impulso, pues he tenido la fortuna de disfrutar de una obra mayúscula.

El rigor documental, que en el caso del autor es el resultado de treinta años de lecturas de las fuentes originales (Cicerón, Suetonio, Plutarco, Tito Livio…), se hace evidente en el libro. Siendo así, su enorme valor (por su calidad y extensión) radica, precisamente, en el deleite con el que se lee cada una de las numerosas historias que componen la novela. Jose Barroso, tras investigar y reflexionar sobre lo aprendido, ha concebido, de forma ordenada, una época (la de la primera mitad del s. I a.c.), la cual describe en un libro excepcional. Allí donde terminan los datos históricos (los mismos presiden el desarrollo cronológico del relato) se entrevera, de forma adecuada y proporcional, la acción de ficcionar. De tal manera, el lector asiste absorto al establecimiento de las relaciones que establecen los personajes, a sus diálogos, negociaciones y amoríos. Las escenas descritas son tan verosímiles que sientes como se desvanece el criterio de realidad para dar paso a una serie de hechos posibles.

Su protagonista Julio César, y el no-personaje Roma, sobresalen sobre colosos de la talla de Pompeyo, Cicerón, Cleopatra, Craso, Marco Antonio, Espartaco, Vercingétorix… ¡Háganse una idea de las historias recogidas en la novela! A pesar de la objetividad que preside cada párrafo, así como de las advertencias del autor, la magnificencia de Roma ensombrece sus cloacas y la altura e ingenio de César mitiga sus acciones más abyectas. Afirmar que fue un hombre simpar en su siglo y en el tiempo futuro, es hacer justicia. Su genialidad en el gobierno de los hombres, en el ejercicio de la política, en la ciencia y arte de la guerra y las letras, lo asemejan a los dioses, de cuyo linaje presumían descender la Dinastía de los Julios a la que él pertenecía. Aun considerando la crueldad de alguna de sus decisiones, resulta difícil no sentir admiración por su figura.

Caben destacar las descripciones de las numerosas batallas que se recogen en la novela. Estos hechos, en otras obras, resultan excesivamente técnicos y/o confusos para el lector lego. Jose Barroso dibuja la estrategia de su general y el despliegue de la táctica de sus legiones con una claridad de imágenes que ayudan a configurar la dimensión militar de Julio Cesar. La lista de adjetivos y valores que reflejan su clarividencia en este campo sería interminable. Baste decir que la inferioridad numérica con el enemigo (la cual en ocasiones era de siete a uno… e incluso mayor), no les hacía dudar de la victoria, ni a él ni a sus soldados. Sobre el adiestramiento de sus ejércitos el autor nos brinda una frase inspiradora: “Entrenadlos hasta que se rompan y luego entrenadlos hasta que sean irrompibles”.

Podría seguir loando la novela pues, en sus XVI capítulos (los cuales toman el nombre de los conspiradores que acabaron con la vida del dictator), hay cabida para la dimensión sagrada (dioses, cultos, ritos, ceremonias… así como a sus creencias en absurdas supersticiones) y para la profana (negociaciones, erotismo, alianzas, traiciones...); para los comportamientos más excelsos (como el acto de devotio llevado a cabo por los últimos componentes de la Decimocuarta, para proteger su Águila, o el de los bibliotecarios de Alejandría quienes arriesgaron sus vidas por salvar los rollos de papiro del terrible incendio que asoló la Biblioteca) y los más execrables, cuando, para escarmentar o condicionar a los enemigos, se decretaba vastatio, dando carta de naturaleza a unos actos cuya barbarie es preferible no imaginar. Una novela para conocer la Roma civilizatoria, cuna de hombres y mujeres que obraron prodigios (aunque también malversaron, sobornaron, difamaron, expoliaron, violaron, arrasaron, asesinaron...), cuya influencia perdura en nuestra forma de entender el mundo.

UNETE



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