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“Bibliotecas del Mundo” por Mariángeles Salas.
En lo más profundo de la península del Sinaí en Egipto, en una región de desierto formada por rocas de granito y escarpadas montañas, se encuentra el Monasterio de Santa Catalina. Fue aquí, al pie del Monte Sinaí, donde se cree que Moisés recibió los Diez Mandamientos de parte de Dios. Naturalmente, esta región es sagrada para cristianos, judíos y musulmanes por igual.Entre los años 548 y 565, el emperador romano oriental, Justiniano el Grande, ordenó la construcción de un monasterio dedicado a Santa Catalina en este lugar. Una vez levantado, el monasterio nunca fue destruido ni saqueado en toda su historia, por lo que es uno de los monasterios cristianos más antiguos del mundo.El monasterio, que fue uno de los grandes lugares religiosos de peregrinación durante más de 10 siglos, está rodeado por una enorme muralla, la original, erigida por el emperador Justiniano en el siglo VI. Hasta el siglo XX, el acceso era a través de una puerta en lo alto de las murallas exteriores. A día de hoy, la entrada es mediante una puerta más pequeña a la izquierda de la puerta principal.La parte más sagrada del monasterio es un gran arbusto vivo que se dice que es la zarza ardiente que fue vista por Moisés. En el siglo IV, la emperatriz consorte Helena, madre de Constantino el Grande, construyó aquí la capilla de la zarza ardiente que el monasterio incorporó dentro de sus terrenos.[su_dropcap size="4"]L[/su_dropcap]a biblioteca del Monasterio de Santa Catalina o de la Transfiguración contiene la segunda colección de códices y manuscritos más extensa del mundo (el primer puesto pertenece a la Biblioteca Apostólica Vaticana) conformada por unos 6.000 textos en griego, copto, armenio, hebreo, árabe, etíope, siríaco, junto con iconos, objetos litúrgicos, tallas, bordados con hilos de seda, decretos y reglamentos emitidos por los califas de la primera época del Islam.Este conjunto de documentos históricos y religiosos pone de manifiesto la tolerancia y convivencia entre religiones al demostrar el intercambio de ideas y literatura entre las diferentes creencias. Este monasterio, sede de una reducida comunidad cristiana, conserva la versión más antigua a nivel mundial de una Torá y varias hojas y fragmentos (algunos habían formado parte de encuadernaciones de varios libros del Monasterio y otros aguardaban a alimentar el fuego junto con otros restos de pergaminos considerados de nulo valor) del Códice Sinaítico o Codex Sinaiticus, manuscrito de la versión griega de la Biblia escrito en el año 331 d. C. por orden del emperador romano Constantino tras su conversión al cristianismo; un manuscrito del siglo IV de los cuatro evangelios canónicos del Nuevo Testamento en siríaco; el Ashtiname de Muhammad, en el que se afirma que el profeta islámico Mahoma otorgó su protección al monasterio; una copia de la Apología de Arístides (la original en griego se ha perdido); o una copia de las Vidas de Mujeres Santas del año 779, en siríaco.También se incluyen en la biblioteca las primeras ediciones de Homero (1488), Platón (1513), así como las Comedias de Aristófanes (1498) o La escalera del divino ascenso, tratado escrito por Juan Clímaco cerca del año 600, y que muestra cómo debía ser la vida de los monjes para alcanzar el Paraíso.Durante el siglo VII el comercio del papiro egipcio sufrió dificultades y en los siglos posteriores la elevada demanda de pergaminos propicio su escasez y altos precios los escribas se vieron obligados a reutilizar antiguos documentos después de lavarlos con zumo de limón y rasparlos cuidadosamente.Este proceso dejaba unas marcas, rasguños y manchas que han servido como indicativo para que un grupo de investigadores, mediante técnicas novedosas y avanzadas de imagen, fotografíen durante cinco años hasta doce veces 6.800 páginas con diferentes rangos del espectro de luz visible, luz ultravioleta y luz infrarroja desde distintos ángulos para resaltar las casi imperceptibles huellas de tinta o las depresiones en la superficie de las páginas. Una vez tomadas todas las fotografías se juntan y mediante determinados algoritmos computacionales se analizan y combinan los resultados para separar el texto borrado de la reescritura.Estos palimpsestos, (manuscritos antiguos a los que se les ha borrado expresamente el texto primitivo para volver a escribir encima), están considerados un tesoro de incalculable valor histórico, científico y lingüístico pues permiten investigar las primeras escrituras del cristianismo, dan pistas sobre la historia y la vida cotidiana del Egipto de la época medieval y contienen restos de lenguas perdidas por completo hace muchos años y cuyo estudio ha permitido incrementar su conocimiento (en determinados casos algunos de los textos borrados han duplicado el vocabulario conocido de un idioma).Entre estas lenguas descubiertas se encuentran el albanés caucásico y el arameo palestino cristiano.Otros palimpsestos muestran textos en idiomas más comunes (como el griego, el latín, el árabe o el siriaco) pero no por ello han dejado de sacar a la luz importantes hallazgos. Entre ellos destacan textos árabes con poesía griega hasta ahora desconocida, fragmentos de tratados médicos como una de las páginas perdidas del tratado de Galeno “De los preparados y los poderes de los remedios simples” o una parte de una receta médica atribuida a Hipócrates, el médico ilustre de la Antigua Grecia, considerado el padre de la medicina (hallado en un manuscrito que también contiene ilustraciones de hierbas medicinales de la Antigua Grecia).El Monasterio, en cuyo interior, también se encuentran seis pozos, cuatro manantiales, un gran jardín rico en árboles frutales y dos molinos, está considerado como un lugar de gran importancia tanto para cristianos, judíos y musulmanes, pues en las tres tradiciones Moisés es una figura respetada y reverenciada.Otra de las joyas emblemáticas que definen al monasterio es su iconografía. Más de 2000 iconos adornan paredes y techos, mosaicos, manuscritos iluminados, grabados sobre metal, tallado en madera o bordados con hilos de seda.Sus diecisiete siglos de tradición espiritual y cultural del Monasterio de Santa Catalina, sus tesoros arquitectónicos, religiosos y su gran biblioteca lo han hecho merecedor de ser Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2003.