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Madrid, 1961. Cultiva todos los géneros: poesía, novela, ensayo, relato..., en los que ha recibido numerosos premios. Entre ellos el XIV Premio Andalucía de Novela y el de Ensayo y Humanidades José Ortega y Gasset en 2002.
Colabora con distintos medios de comunicación.Ha trabajado con músicos en la escritura de sus canciones.Entrevista realizada por Begoña Curiel para ELD.–He visto y leído entrevistas suyas donde entre otras definiciones, además de escritor, poeta, ensayista, le rotulaban (en televisión) como rockero y agitador cultural. Unas veces con estos conceptos por separado y/o mezclados. Me gustaría que se definiera usted.Creo que escritor lo dice todo, cualquier cosa de las que hago en mi vida, tal vez con la excepción del periodismo más político en La Sexta y en infoLibre, gira en torno a la literatura o la música, donde también sigo siendo el que hace las letras o lee poemas con una banda o intérprete sobre un escenario.–En ELD hemos reseñado Lo que carga el diablo. El quinto capítulo de su serie de Juan Urbano, pero tiene previstos otros cinco. ¿Cuándo decidió que serían diez? ¿Sabía con antelación los temas a abordar? ¿Los busca o le van encontrando?Es un plan trazado de antemano, con excepción de la última entrega, y eso, si he de ser sincero, porque no sé cómo hacerla: dije que cada volumen rondaría un género, Mala gente que camina, la novela histórica; Operación Gladio, la de espías; Ajuste de cuentas, la negra o policiaca; Los treinta apellidos, la de piratas y Todo lo carga el diablo, en su parte central la gótica o de miedo... El caso es que anuncié que la décima sería de ciencia-ficción y no estoy muy seguro de cómo lograrlo. Ya se me ocurrirá algo en el tiempo que queda para llegar a ella, que no será menos de ocho años y espero que no sea más de quince.–Gracias a usted he conocido a Ernestina y Margot. Las primeras jugadoras españolas olímpicas en el Berlín de 1936. Sinceramente, he flipado. ¿Le pasó a usted cuando supo de ellas?Son unos personajes de los que estoy profundamente enamorado, la vida de cada una de ellas es ya en sí misma una historia digna de contar y que explica muchas cosas sobre lo que fuimos y en qué nos convirtió el golpe de Estado de 1936. Mi obsesión a lo largo de todo el proceso de escritura fue luchar porque su compañera inventada, Caridad Santafé, estuviese a su altura.–Las citas de clásicos en sus libros son constantes. ¿Tenían ellos desde siempre el análisis de todo lo que el mundo nos ha ido deparando? ¿Teme que algún día nos dejen sin explicación/interpretación de lo que aún nos quede por delante?Ante la duda, Cervantes. O Quevedo, Góngora, Lope de Vega, Calderón de la Barca. Nuestros clásicos tienen las respuestas, lo que ocurre es que se les pregunta poco. Eso también estaba previsto desde el comienzo, que Juan Urbano fuera profesor de Lengua y Literatura, para que pudiera dejar caer alguna cita de esos seres geniales, cuya sabiduría es inagotable: en mi opinión, cada día escriben mejor.–Hay gente que considera contraproducente la lectura de los clásicos para iniciar a los más pequeños. ¿Cuál es su opinión al respecto?Opuesta: creo que si se hace bien, el Quijote es divertidísimo; El Buscón es divertidísimo; el Lazarillo de Tormes es divertidísimo...–En su casa, ¿cuáles han sido sus recomendaciones para los más pequeños?Los más pequeños tienen seis años. Leen mucho, y eso me encanta. Viven rodeados de libros, y eso ayuda.–Si la poesía te deja indiferente, mal asunto. Debe noquearte. Incluso con trabajo de pico y pala, ¿es posible hacerlo sin una capacidad innata?La poesía es un género literario, es también ficción, por mucho que pueda revelar verdades íntimas de quienes la escriban. Hay que trabajarla, dominar el oficio, haberlo leído todo y gran parte de ello más de una vez. Y sí, también creo que hay que tener una querencia a la poesía y un cierto grado de talento para ella, por otra parte, como para todo.–¿Primero fue la poesía y después la narrativa? ¿Cuándo y cómo empezó todo? ¿Cómo alterna el chip entre ambos mundos?No me cuesta, la verdad, pero debe de ser porque no los mezclo. Algún poema siempre me ronda, apunto un verso, los tengo meses en la cabeza, sin prisas... Las novelas requieren un trabajo continuo, casi de oficina: si las sueltas, se vuelan.–Tiene un buen concepto de la condición humana pero asegura que son las circunstancias las que nos estropean. Desde luego, la idea resulta fantástica para los escritores. Las veredas que plantea son infinitas.Por no salirnos de nuestro terreno, podemos recordar que nacemos lectores: no conozco ningún niño al que no le guste que le cuenten un cuento. Son las personas las que les dan la espalda a los libros, no al contrario. Hay que leer para ser menos fácil de engañar, es decir, para ser más libre.–¿Es duro/complicado –o no– para un escritor hacer de crítico literario?No sé, la verdad, si alguna vez he hecho de crítico literario. Lo que yo hago es recomendar lecturas que me gustan. Me interesa más compartir que impartir.–¿Ve en otras obras lo que quiere o no quiere para las suyas?Por supuesto. En los libros de las y los demás se aprende lo nunca dicho y se aprende cómo ser uno mismo.–¿Cree que es un error el boom de las autopublicaciones con las actuales oportunidades?No me condicionan el soporte ni la marca, sólo el contenido. A veces, tras algún acto es normal que mucha gente te dé libros suyos. Yo siempre les doy un vistazo en el hotel y si me gustan sigo adelante. A veces he encontrado cosas interesantísimas. Incluso le he recomendado a editoriales más grandes que publicaran a alguna gente.–Se atreve con todo. Acumula proyectos de lo más variado. ¿Qué no se atrevería o no estaría dispuesto a hacer aunque tuviese relación con la literatura?Nunca digas de ese agua no beberé. Me gusta aprender, y una de las maneras de aprender es probar. Un ejemplo: pocas veces en mi vida he disfrutado tanto como haciendo la versión de La hija del aire que preparé para el Teatro de la Comedia, dirigida por Mario Gas. Todo el proceso, desde la escritura de la versión hasta el estreno y pasando por la maravilla de los ensayos, fue pura magia.–Mil veces he escuchado que el escritor trabaja en el reposo de la soledad. ¿Cómo lo hace usted con tanta actividad? ¿Exprime los momentos que le quedan o se reserva tiempo de forma expresa para escribir?Vivo en el siglo XXI y lo aprovecho: nuestra casa ahora es portátil, te la llevas en la mano y te permite convertir en un despacho los trenes, los aviones, los cuartos de hotel. Así lo hago yo.–Escribe con música. Dylan es su Dios pero, ¿qué otros le gustan o inspiran como fondo musical?Oigo de todo, la verdad, y me gusta cambiar y, a menudo, experimentar con sonidos de fondo que me inspiren cosas relacionadas con la escena que estoy trabajando.–Otra curiosidad. ¿Cuando escribe a mano lo hace con bolígrafo verde? Por si nos lo pudiera explicar...Siempre. Soy interminablemente supersticioso, si te cuento cada uno de mis rituales antes de salir de casa, necesitas una enciclopedia de diez tomos para publicarlos... El verde es mi color favorito; Neruda es uno de mis poetas favoritos; Neruda escribía con tinta verde; mi mujer tiene los ojos verdes; yo soy socio de Greenpeace y defiendo el mundo verde... Suma todo eso y sale la explicación.–¿Siente que ha logrado honrar a sus autores predilectos y que ha encontrado su voz propia como escritor?Ojalá que sí a las dos cosas...–¿Hay algún día en el que no lea? ¿Qué lee ahora mismo?No, eso es imposible, yo siempre estoy leyendo, a todas horas y en todas partes. Hay gente que me ha cazado con su cámara fotográfica, leyendo mientras caminaba por la Gran Vía de Madrid...–Que fuese amigo de Alberti y Angel González, ¿ha dejado poso para el resto de su vida?Absolutamente, fueron como de la familia, los admiré, los quise y luego las dos cosas a un tiempo. He tenido mucha suerte en la vida, por conocer a gente como ellos, de la que he aprendido tanto.–Ellos formaron parte del Club de Rota que sigue vivo y que me da esa envidia sana –o no– por compartir infinidad de ratos con gente como Almudena Grandes, Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes, Joaquín Sabina... No sé si estos tiempos “pandémicos” les ha privado de encuentros o se reservan para el verano.Bueno, Alberti no, él estuvo en Rota con María Teresa León, en los años treinta. Los otros son esa familia nombrada a dedo que es tan importante como la otra. Lazos de sangre o lazos de tinta, qué más da.–No sé si es de los escritores bloqueado por estos meses tan extraños.No escribí mucho, más allá de alguna letra de canción solidaria, pero tampoco podía: estaba corrigiendo una vez más Todo lo carga el diablo.–Es la pregunta clásica pero no puede faltar. ¿En qué trabaja ahora y a medio-largo plazo?El año que viene sacaré, por fin, otro libro de poemas. Y espero que al otro, la sexta aventura de Juan Urbano.