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Reseña realizada por Marcos Rodes para el Club de Lectura que tendrá lugar el jueves 3 diciembre a las 20:15 h., podéis participar en directo vía ZOOM https://us02web.zoom.us/j/89015323358
Fiódor Dostoievski hubo de escribir El jugador en tres semanas, a consecuencia de las dificultades económicas por las que atravesaba, entre otros motivos, por su afición al juego. Le vendió los derechos de su publicación a una editorial cobrando por ello un anticipo (el cual le daba un respiro a su angustiosa situación) y con el compromiso de entregarla antes de primeros de noviembre de 1866. En ese período se hallaba inmerso en la escritura de Crimen y Castigo, cuyos derechos había vendido a otra editorial (todo un poco caótico, ¿verdad?). Cuando llegó el mes de octubre apenas había escrito unas pocas líneas de El jugador. En esta tesitura, optó por contratar los servicios de Anna Snitkina, una joven taquígrafa a quien dictó la novela en tres semanas, del 4 al 29 de octubre, pudiendo entregarla a tiempo. Las consecuencias de no haber cumplido el plazo hubieran sido desastrosas para el autor. Por cierto, tres meses más tarde se casaba con Anna, lo cual dice mucho del temperamento impulsivo de Dostoievski.La preeminencia de El jugador queda ensombrecida ante las monumentales Crimen y castigo, El idiota, Los endemoniados y, por supuesto, Los hermanos Karamázov. Aun con todo, ¡cuántos escritores de éxito, cuyas novelas se cuentan por best sellers, querrían ser capaces de escribir El jugador! ¡Y, con ello, ni considero que sean capaces de hacerlo en tres semanas! Algunos, con una vida por delante, no lograrían retratar un solo aspecto de la condición humana con la profundidad que lo hace Dostoievski en esta obra de reducida extensión, que no de calidad.Es de sobra conocida la respuesta que Josep Pla ofreció en una entrevista cuando le preguntaron por Dostoievski: “Un degenerado”, renegando de su figura y, por extensión, de su obra. Para el caso que nos ocupa, me atrevo a disentir de esta calificación, a mi juicio, un tanto maniquea e injusta. Es cierto que el relato resulta tan vívido y creíble porque, en gran medida, surge de sus propias experiencias. Antes y después de su escritura, el autor se arruinó, en varias ocasiones, por su adicción al juego, en especial a la ruleta. Siendo así, el mensaje que emana a partir de las angustiosas existencias de sus personajes (quienes voluntariamente se adentran en el infierno de los casinos hasta que son expulsados, sin blanca, de los mismos), es de advertencia. Fiódor parece querer mostrarnos, de forma admonitoria, las consecuencias de abrir las puertas que llevan a este agujero negro en el que se diluyen dignidades, ideas, sentimientos... y la propia fortuna.En un pasado personal remoto, leí El jugador y Crimen y castigo. Ahora, la casualidad ha querido que releyera ambas obras en un corto espacio de tiempo. ¡Cómo me han resonado sus protagonistas en esta ocasión! La actitud febril, contradictoria y un tanto histriónica de Alekséi Ivánovich (El jugador) y Raskólnikov (Crimen y castigo), a decir de los estudiosos de su obra, representa el alma atormentada de Dostoievski; intelectual orgulloso e irredento que vivió en un mundo de comodidades que anhelaba y despreciaba con la misma intensidad.¡Que a esta reseña le falta el argumento! Es cierto. Querría pensar que estas líneas han despertado el interés para que la lean (o relean, como es mi caso) y lo descubran por sí mismos. Eviten la Wikipedia en esta ocasión, pues tardarán lo mismo en averiguarlo y se estarán privando de una pequeña obra maestra. Quedan invitados a sumirse en una pesadilla de la que no desearán despertar.