Actualmente, el impacto ambiental que sufre el planeta es un asunto relevante, urgente y decisivo para el futuro de las especies que lo habitan. Este fenómeno, conocido como cambio climático, es producto de la excesiva presencia de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera a causa de dos siglos de industrialización con grandes requerimientos de combustibles fósiles, la deforestación para extracción de madera, agricultura a escala macro o ganadería [1]. Es por esta razón que la realización de acciones efectivas que mitiguen ese impacto son puntos clave en las agendas de gobierno nacionales e internacionales, adoptando iniciativas como la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, tratados como el Protocolo de Kioto (1995) y el acuerdo de París (2016) junto con un firme compromiso en la reducción de emisiones de GEI en las diferentes industrias y sectores productivos.