Las
universidades venezolanas (las bicentenarias al menos) han de ser un bastión
del desarrollo nacional, no solo mediante la formación de personal altamente
calificado para desempeñar de manera
óptima sus funciones en las áreas para la cuales se formaron durante años, si
no también moldeando promotores y centinelas de la madurez social, que
impacten directamente en su entorno más próximo (familia y lugar de trabajo),
se supone que de allí deben emerger lideres capaces de estructurar y llevar adelante
un proyecto sólido de país, sin embargo los vicios institucionales se hicieron
patentes desvirtuando el sentido universitario.
El tarantín
denominado “movimiento estudiantil venezolano”, lleva años embriagado en la
gesta heroica de la generación del 28, desde la caída del general Marcos Pérez
Jiménez las generaciones de relevo han
vivido en una constante estimulación mental adjudicándose como “jóvenes
universitarios” las glorias de quienes mediante grandes sacrificios logran
avances democráticos luchando desde el plano universitario con medios no muy
académicos en la mayoría de las ocasiones, pero validos considerando las
circunstancias. Valga mencionar que este hecho resulta tan ridículo como
pretender endilgarle las glorias de los libertadores a la actual FAN,
permítanme reír. Durante más de 60 años ese nefasto chiringuito ha sido un
lastre promotor de corrupción, mediocridad y depauperación institucional en
todos los sentidos, el contubernio fatídico entre “estudiantes” y “autoridades
universitarias” durante estos años sin lugar a dudas es una mancha bochornosa
en la historia de nuestras universidades autónomas, pues la “dirigencia estudiantil” se convirtió en el high school para la
formación de las futuras autoridades
corruptas, y uso este anglicismo porque en su mayoría son mediocres poco doctos con títulos
universitarios. Es de allí que se genera un círculo vicioso donde ambos
agentes, autoridad corrupta y aprendiz
de autoridad corrupta, se retroalimentan para subsistir y procurar formar
siempre una generación de relevo que les sustituya en sus puestos, pero más
importante (para ellos) que no destapen el pudridero que dejan sus mentores, no
por una cuestión de lealtad, pues esta gentuza sin valores morales no creo que
sepa de eso, sino más bien porque aquí
todos tienen rabo de paja y empujar al otro a la candela no es muy buena idea
cuando el fuerte lazo de los chanchullos
los une estrechamente.
Conscientes del
origen ruin de la mayoría (es verdad que no todos) de quienes han
ostentado el poder de alguna u otra
manera en las universidades, es fácil entender por qué la academia venezolana
se ha depauperado a tal nivel, la desviación de fondos de las instituciones y
la adjudicación de títulos y cargos sin más
méritos que el amiguismo y la palanca, echando a un lado a los
académicos con verdaderas convicciones y capacidades intelectuales para perseverar en la investigación y la
docencia, simplemente por no formar
parte del cogollo de panas o disentir
abiertamente del manejo institucional, ha contribuido de manera superlativa al
precario aporte académico venezolano en el
mundo a pesar de que esta tierra a parido a grandes hombres. Es como en el futbol,
puedes tener grandes jugadores en el club, dinero, instalaciones, pero si el DT pone a jugar en los partidos
importantes a los menos habilidosos simplemente porque son panas o porque desde
la directiva los están palanqueando, obviamente no vas a ganar nada, en los últimos 70 años américa del sur ha tenido tres
Nobeles Argentinos, dos Colombianos, uno
Peruano y uno Chileno, Venezuela? Y no me vengan con que Baruj Benacerraf.
Con el ocaso
académico en la universidad venezolana nace la profunda crisis intelectual que
tenemos como país, esto ha repercutido en todos los escenarios de la vida
nacional, desde la política hasta la conducta ciudadana, coadyuvando de manera
más significativa en la instalación de la crisis moral.
La familia ha de
ser el sitio de nucleación de los valores morales en toda sociedad, radicando
allí la primera barrera para esta parte de la tarea en la formación ciudadana,
pues cada día es más complejo integrar una familia funcional. La otra parte de
la promoción de los valores debería venir de las instituciones educativas, y de
la iglesia considerando que más de la mitad de los venezolanos se dicen
cristianos católicos.
Las familias
venezolanas han sido golpeadas dramáticamente por el estatus quo del país. El
desmembramiento por migración coaccionada debido a la crisis socioeconómica, la
implosión por problemas de convivencia
nutridos por el estrés que generan las circunstancias (economía, crisis de
servicios, etc), y la ausencia de formación educativa en el marco para la preservación
de la integridad y promoción de la solidez familiar, contribuyen a menguar la
capacidad de impacto positivo en los valores morales de sus miembros.
El déficit en la
calidad de las instituciones educativas de todos los niveles tiene como factor agravante
la crisis intelectual, y como las desgracias nunca vienen solas, el modelo de
país que ha imperado en las últimas dos décadas contribuye día a día a
dinamitar la educación en los planos académicos, culturales y morales.
La crisis de fe
y la pérdida de confianza en la iglesia católica como institución, que guste o
no fue un baluarte en la promoción de los valores morales dentro de la sociedad
venezolana, no solo desde la fe, también desde la formación ciudadana, ha
impactado dramáticamente en la solidez moral de quienes habitan este país.
La crisis
intelectual y moral han sido promotoras de un mal mayor que es la crisis sociocultural,
la sociedad venezolana está enferma y carente de identidad, aunque a los
románticos les guste esgrimir que somos un país de gente buena que no merece
nada malo, en realidad somos un país de genta mala con muy pocos buenos que
luchan por sobrevivir entre una jauría de bestias, cuando se generaliza sobre
algo siempre se hace en función a la mayoría, es por eso que no podemos decir
que este es un país de gente buena, quizá lo fue en algún tiempo, pero justo
ahora no.
La Venezuela
actual no necesita héroes que se inmolen por una causa, puesto que la grave
crisis intelectual, moral y sociocultural que vivimos ha socavado los pilares elementales
para que una sociedad funcional se pueda mantener en pie, es decir, no serán
acciones individuales las que logren sacar al país del sumidero en el que se
encuentra, es necesario construir una identidad sociocultural para que la
ciudadanía en su conjunto pueda ser ejecutora de los cambios que se necesitan.
Es aquí donde la Juventud contemporánea
debe asumir un rol protagónico, en primer término mediante el aporte
intelectual de altura que contribuya a levantar el menguado ánimo de los académicos
venezolanos, y a su vez, en un mundo donde las imágenes han cobrado más
importancia que las ideas, debemos ser promotores de la relevancia y el valor
que tienen tanto el pensamiento y la instrucción académica de calidad, como
fuentes de desarrollo social, además se han de destacar y promover las virtudes
y valores morales en nuestro entorno para lograr un cambio en grandes masas. Sin lugar a dudas todo esto llevará tiempo,
no pasaremos de la chancleta a la aristocracia platónica y aristotélica en un
abrir y cerrar de ojos, pero es quizá el único camino para refundar una
república con un proyecto sólido y perdurable.
La sociedad ha
sido la promotora, los apandillados en el poder los ejecutores y la crisis el
resultado.