“…porque hasta hoy he sido
solo una ensarta de moléculas un sube y baja de la sangre un armazón de calcio
con articulación porque hasta hoy he sido solo algo que llena la nada o quizá
solo el juguete predilecto de algún niño extraterrestre que juega conmigo a los
humanos…”
Hoy es un buen día para
empezar. Ricardo Arjona. 1998
Empezar por describir la realidad
que hoy nos embarga, los cambios producto de la pandemia que azota al mundo, es
hoy, un saludo frente al espejo en un cuarto vacío con muchas ventanas, nada
concreto, pero si muchas esperanzas.
Es por ello, amigo (a) lector,
que hoy quiero ocupar nuestra atención con una reflexión que viene avanzando en
la misma medida que la Organización Mundial de Salud (OMS) informa sus números
crecientes de víctimas y contagiados, los gobiernos y sus representantes, desde
el inicio de la pandemia, han abierto un nuevo rubro para la exportación; las
costumbres que otros han ensayado para combatir la pandemia.
Siempre insistimos en la vieja
costumbre de “calcar” las otras experiencias, transpolar lo que otros hacen en
un intento de préstamo cultural que pareciera al igual que virus mutar en aires
de penetración cultural. No leemos el mensaje de los escandinavos cuando sus
métodos (poco convincentes para la OMS) desafían la pandemia con el contacto
entre las personas, la normalidad contra la anormalidad, una actitud que se
diferencia de la “nueva normalidad asumida”.
Hemos asumido el distanciamiento,
como técnica de lucha, pero realmente, es la mejor forma de luchar contra la pandemia,
o es la excusa perfecta para quienes buscan distanciarse de la gente? Hay quienes
encuentran en los teléfonos y las redes sociales los desahogos a sus procesos
internos, aquellos que muchas veces no les permiten socializar con el prójimo,
bien lo advertía Liendo en su famosa obra “El mago con la cara de vidrio” hoy
ese mago, por magia y constancia, se ha reproducido en computadoras, Tablet y
otros medios digitales, incluso, ya las famosas reuniones sociales o
familiares, se debaten entre Zoom, Jitsy o Hangout.
No quiero dejar el sabor de una
oposición a los avances tecnológicos, es
mi intención más bien, reflexionar sobre ésa distancia que plantean las nuevas tecnologías
en especial el teléfono, aquella distancia marcada gracias a las bondades del
Coltán y uso en la industria de las telecomunicaciones, aquellas que nos hace
olvidar, de momento, nuestra naturaleza mamífera mojada con Oxitocina, la que
nos diferencia, la que nos lleva a un humor que ha sido en el caso de los
Venezolanos, tarjeta de presentación en el mundo.
No podemos evitar la naturaleza
del contacto, de estar cerca de los seres queridos, de los apegos, de los
abrazos y las manifestaciones de cariño, hoy un puñito como saludo, rompió con
la vieja creencia de que era la señal de una confrontación entre dos
gladiadores, como lo veíamos en el mago de la cara de vidrio, hoy la sonrisa
gana espacio, aquella que se ve desde una mascarilla, hemos tenido que aprender
a reírnos con los ojos, a lo que reflexionando, puedo asumir que no son
imaginaciones que alguien ríe, es la naturaleza humana con oxitocina abriéndose
caminos.
El temor a un contagio de una
enfermedad que avanza letalmente, nos lleva a temerle a aquel, al cual ayer veíamos
con ojos de agrado, nos ha llevado a preferir estar solos en lugar de avanzar
en investigaciones en conjunto para buscar la cura, ¿cuántos Wilson han nacido
en este tiempo? No indaguemos en la respuesta, solo recordemos que el náufrago,
no se conformó con Wilson, siempre avanzo a regresar a la sociedad de la que se
había perdido.
Quizás el transcurrir del tiempo,
en soledad, nos lleve a reflexionar sobre los detalles que nos rodean, el mundo
ha visto cambios en su alrededor que antes por la dinámica o la vorágine de la
rutina laboral no eran observadas. La naturaleza pidió cambio desde nuestra
conducta hacía ella, no entre nosotros mismos, ¿Qué decir de aquellos que
excluyen a los enfermos? No hay peor
rechazo que la misma ignorancia de las cosas, escuche decir de un enfermo, quien
se veía igual que todos los días, asintomático, sin ninguna indicación de
enfermedad, solo una marca; la exclusión de quienes le rodean.
En este sube y baja de la sangre,
seguiremos transformando de la misma manera que hemos ensayado siempre, con el
discurso, con el contacto, con la armadura de calcio por delante y escuchando
los sonidos que otros, por temor o quizás ignorancia, no quieren oír.
Continuemos la marcha, detengamos
el paso para tomar aire, pero no olvides, separar la mascarilla para que se vea
la sonrisa, esa que deja un sabor dulce en el camino.