. Aunque en un principio la relación más cercana de ahora
puede parecer mejor, se pueden plantear inconvenientes que hace que no sea tan
sano como aparenta. Porque tanto padres como hijos pueden llegar a confundirse.
Nunca se debe perder de vista la realidad: son padre e hijo, madre e hijo, no
amigos.
Los
padres de hoy en día llevan la relación con sus hijos de maneras muy diferentes.
Son ellos los que deben decidir desde un principio el vínculo que desean crear.
Existen los dos extremos, por supuesto; pero, abunda sobre todo el término
medio, o por lo menos un intento de ello. Hay padres que no tienen en cuenta
para nada la opinión de sus hijos, e hijos que tienen demasiada influencia en
los padres.
La
clave es la confianza, pero obviamente esta se gana. Cuidado, a menudo se
piensa que son los hijos los únicos que se la tienen ganar, y nada más lejos de
la realidad. Los hijos también necesitamos sentir que podemos confiar. Claramente,
esto no se consigue de un día para otro, conlleva años y años de charlas, de
llantos, y de risas.
Como
decía antes, este vínculo no es el mismo que hay entre amigos. Siempre debe de
estar presente que aunque debe existir un equilibrio para que funcione, los
padres siempre tienen la última palabra, y sobre todo, la autoridad. Porque a
veces, el hijo acaba por pensar lo que no es, acaba por pensar que tiene
ciertos derechos y que sus padres tienen ciertos deberes. Cuando realmente es
justo al revés.