. El aceite de los Dioses ha representado un regreso a la novela histórica y el encuentro con uno de sus mayores exponentes en nuestro país, Jesús Maeso de la Torre. El resultado de ambas experiencias ha sido sumamente satisfactorio.
La obra da inicio en una época marcada por la dominación de los saduceos, la más rica y poderosa facción de la aristocracia judaica en Israel (custodios del Templo de Jerusalén), y el sometimiento de los fariseos a cuya tribu pertenece el personaje principal de la novela y sobre la que giran los hechos que en ella se recogen.
En este apasionante período, el cual abarca desde los últimos años del reinado de Tiberio César, los correspondientes a Cayo Calígula y se extienden hasta el noveno del emperador Claudio (del 23 d.c. al 49 d.c. aproximadamente), acompañamos a Ezra ben Fazael Eleazar (joven escriba, culto en leyes y versado en la elaboración de aceite), quien, en primera persona, narra los avatares en los que se verá inmerso. Asistimos a su cautiverio como esclavo (a instancia del jefe de los saduceos Josef ben Caifás) y posterior venta a la familia de los Anneo Séneca. Convertido en Jasón de Séforis, habrá de encargarse de la administración del latifundio de olivares que dicha familia posee en la Bética y de cuyo resultado dependerá que adquiera la condición de manumitido, obteniendo así su ansiada libertad.Ezra (romanizado con el nombre de Jasón) encarna la voluntad de combatir la corrupción, el abuso del poder y la avaricia desmedida de los poderosos y los estados. En su caso, esta respuesta le traerá aparejada la condición de esclavo, un estamento que refleja la privación de la cualidad esencialmente igualitaria de los hombres.Junto a Jasón (Ezra en el mundo hebreo) se produce la irrupción de personajes de una enorme transcendencia histórica, religiosa y filosófica los cuales, en el devenir de los hechos narrados, le confieren a la novela un especial interés: Yeshua ben Josef, Salomé, Herodes el Grande, Herodes Antipas, Agripa, Marco Séneca el Viejo, Lucio Anneo Séneca, Tiberio Julio César, Claudio, Pilatos…En el ovillo de tramas que concurren en la novela, la defensa de la igualdad de los hombres ante Dios se configura como uno de los mensajes nucleares de Yeshua ben Josef (Jesús de Nazaret). De tal forma, los hechos transcurren en paralelo y, en ocasiones entrelazados, con los transcendentales sucesos acaecidos durante la primera mitad del s.I en Palestina. Una época convulsa en el lugar más inestable de Roma, donde se espera la llegada del Mesías Salvador para la mayor parte del pueblo judaico. En este espacio fértil en profetas, irrumpe un regenerador moral y religioso (Yeshua ben Josef), el cual dará comienzo (no siendo su intención) a una nueva religión.En Oelum. El aceite de los Dioses, asistimos a la integración de lo sagrado y transcendental en la vida cotidiana, tanto en los pueblos semitas como en el ámbito grecorromano. Se hacen sacrificios para contentar a los dioses y lograr su benevolencia; se cumplen los ritos del calendario y los correspondientes a las particularidades de cada acontecimiento (fallecimientos, desposorios…); se asiste al ritual tartésico de la adopcio o el de la devotio entre los romanos y todo ello con la misma naturalidad con la que se da cumplimiento a las necesidades biológicas. Aun con todo, en la novela se aprecia las enormes diferencias entre las costumbres, moral y búsqueda de la felicidad grecorromanas y la de los hebreos. En los romanos prevalecía el ansia de vivir y la relajación de las tradiciones, así como las expresiones indecorosas de su religiosidad. Por el contrario, el dios de los judíos es frío, distante y vengador, ante el cual, se siente una culpa que todo lo inunda.El aceite (líquido de oro, regalo del Todopoderoso) y el personaje principal de la novela se conforman como símbolos del aspecto dual de la vida. Ezra pertenece a un linaje de judíos encargados de seleccionar el aceite para las ofrendas, encender el candelabro de los Siete Brazos en el Santo de los Santos del Templo y ungir el Trono del Altísimo, así como a los sacerdotes del Templo (la recogida de las aceitunas se hacía según los dictámenes del Deuteronomio, mientras se recitaban los himnos sagrados). A la vez, y como consecuencia de sus conocimientos acerca de los olivos y la depuración de su fruto, acabará encargándose de la administración de un latifundio en Hispania cuyo producto oleico, convertido en comercio floreciente, se destinará al consumo de los pueblos mediterráneos.Jesús Maeso de la Torre hace gala de una riqueza de léxico y saber elogiable. Siendo así, la lectura de la novela es fluida, pues no se pierde en detalles y descripciones innecesarias. La erudición del autor y trabajo de investigación requerido para su desarrollo se disemina en pequeñas dosis durante toda la novela, los cuales se convierten en curiosas y apreciadas perlas de conocimiento para el lector. Disfrútenla.