Ante el fatal declive de EEUU. Asistimos absortos al galopante ascenso de
China, gracias a su formidable educación productiva, pauteará la revolución
científica, tecnológica y el comercio mundial del siglo XXI. Latinoamérica,
atrapado en el consumismo y obsesionado por el pasado, acredita a las
universidades con estándares del siglo XX, olvidando producir tecnología en la
era del conocimiento, que pueda asegurarnos un rol activo en esta globalización
líquida.
La acreditación, forja una cultura de garantía de la calidad educativa para
el desarrollo, como sugieren Michavila & Zamorano, por lo que es urgente,
continuar este proceso obligatorio en toda la arquitectura del sistema
educativo peruano, fortaleciendo los estándares a nivel del EEES y la OECD,
afianzando el Sineace, hoy “congelado”, debido al proyecto de Ley, impulsado
por el actual gobierno que busca sustituirlo, siguiendo la vieja costumbre, destruir
para volver a construir.
Para este Sistema Nacional de Evaluación y Acreditación de la Calidad
Educativa, (SINEACE), órgano acreditador del Perú, la acreditación es el
proceso voluntario para implementar gestión de calidad y mejora continua,
anclado en cuatro fases. Sensibilización e inoculación de concepto de calidad.
Autoevaluación longitudinal, conformada por comités de calidad para el logro de
los estándares. La evaluación externa verifica los estándares alcanzados y finalmente,
la acreditación.
Sin embargo, esa búsqueda de calidad, palidece en nuestro sistema educativo,
repleto de normas, sin política de educación sostenida, transita a ciegas, guiado
por una ciclópea burocracia colmado de funcionarios de café, coincidiendo con Tobón
& otros, quienes sostienen, la acreditación latinoamericana está centrada
en lo administrativo, evalúa documentos con énfasis en la burocracia y ausencia
de participación de toda la comunidad educativa.
Para revertir este desolador escenario, en el espacio de gestión
estratégica, siguiendo el enfoque sistémico y organización idealista de Ackoff,
esforcémonos erigir nuestra reputación universitaria, basado en la producción
tecnológica y científica con rostro solidario, posicionando una marca de
calidad en los rankings mundiales. Liderada desde una ejecución estratégica por
resultados. Cooperando con universidades de marcas prestigiosas, pongamos en
práctica los objetivos del desarrollo sostenido al 2030.
Asimismo, en la esfera de la formación integral, toda universidad que se
precie de calidad, desarrolla el capital humano del estudiante para la prosperidad
sostenida, centrado en lo científico, cognitivo, cultural y responsablemente ético.
Bajo el liderazgo de docentes investigadores, productores de conocimientos,
dueños de alta didáctica y bien remunerados. En el marco de un plan curricular y
sílabos flexibles de acorde a una educación productiva y ética. Asumiendo como filosofía,
la excelencia académica.
El ámbito de soporte institucional está anclado en estos pilares. Colaboradores
fidelizados, capacitados por la universidad. Recursos financieros, orientado a desarrollar
el aprendizaje, la investigación para transformar y publicita los resultados científicos,
además de capacitar a la plana docente. La presencia de repositorios
científicos puede definir el éxito de la universidad. Los servicios de bienestar
institucional, transparencia y clima institucional ética, favorecen una cultura
solidaria al interior de una infraestructura inteligente y pedagógica.
Desafiando el criterio de la acreditación peruana, centrado en los inputs,
respondiendo a los estándares de la OECD, las universidades para lograr calidad,
es necesario robustecer su proceso formativo con miras al logro de resultados positivos,
llamados outputs. Midiendo el impacto social de los egresados. Su
emprendimiento e investigación. Patentes e innovaciones desarrolladas y los
idiomas que habla el egresado, así como una competencia profesional y habilidad
emocional, en cualquier contexto interconectado.
En conclusión, concordando con los expertos mirando al planeta, la
acreditación ha de centrarse en la evaluación de la formación del capital
humano productivo, para la mejora continua en esta era digital. Para ello, es imprescindible
elevar los estándares de calidad en las universidades al nivel de países
desarrollados. Esto, surgirá a partir de la modificación de nuestra Constitución,
para impulsar una verdadera política educativa de estado, que conduzca a
construir un país sostenible, sobre un modelo educativo innovador con rostro
humano; de lo contrario, acabaremos expectorados del sistema, creado por nosotros
mismos.