Hasta hace un mes, evitaba salir. Estaba en pánico. Temía que un invisible y diminuto microorganismo ingresara en mi cuerpo y me matara a los pocos días. Era muy difícil vivir con ese miedo intenso. Y muy trabajoso. Se hacía casi imposible soportar la angustia. Soñaba que me enterraban viva por error. O que moría.