La paz, un concepto
asumido desde la formación del género.
El
concepto de paz a lo largo de la existencia humana, se ha entendido como el
estado ideal definida con varios sinónimos como Tregua de guerra. Sosiego
tras un litigio o desorden. Descanso tras cualquier conmoción. Reconciliación
de las diferencias, (Rapoport, 1999). Sin embargo, el concepto de paz debe
ser entendido más allá de asociaciones al margen de conflictos, para ello es
importante abordarla desde sus orígenes y entenderla como un concepto
indispensable en la vida de cualquier Estado.
La
mujer ha sido la representación de la paz durante su aparición en la historia
occidental, nació con atributos femeninos en la Grecia antigua, donde se le
personifica con la diosa Eirene, que trae consigo la prosperidad y el
bienestar, imagen que a través de los diferentes estadios de la historia
humana, ha atravesado un complejo simbolismo que la asocia con la
construcción de contextos fundamentados en relaciones de género; de acuerdo a
Cándida Martínez, (1998), el género hace parte esencial de la paz, a la que
se le ha considerado como femenina, desde la antigüedad hasta el presente, con
diferentes adaptaciones que obedecen a la evolución de la noción de paz; de
esta forma se puede decir que en la semántica que asiste a la paz, su
asociación con el género femenino no es arbitraria, teniendo en cuenta que
obedece a una construcción social donde le son asignados unos roles a las
mujeres dentro de las sociedades modernas, de manera convencional, (Martínez, 2000).
La
asociación entre La paz y las mujeres obedece a la relación que existe en la
idea de la abundancia y fertilidad, que son paridas por ambas, esta
asociación entre conceptos deja entrever un interrogante importante, ¿son las
mujeres por naturaleza seres pacifistas o lo son por exigencias de la
sociedad?; frente al anterior interrogante se puede establecer que la
favorabilidad de las mujeres ante la paz, está en su propia función de
género, hace que la Paz esté presente en ellas, sin embargo, no es regla
obligatoria lo indisociable entre feminismo y pacifismo, a pesar de su
relación estrecha durante los siglos XIX y XX, (Diez, 2001).
De
acuerdo a lo anterior, al destacar la relación genérica de la Paz con las
mujeres, se puede dilucidar una relación tradicionalista donde la guerra se
ha masculinizado, donde se delega el poder de las armas en las manos de los
hombres, exigiendo de estos su utilización, legitimando su acción,
educándolos para esto; en este orden de ideas, se observa que la relación de
genero entre conceptos de guerra y paz,
obedece a que son enseñados desde niños a que cada uno de ellos debe
asumir un rol, de esta manera, se observa una dicotomía de genero hombre -
mujer, desarmada, sin embargo se puede señalar, con base en lo anteriormente
expuesto, que el papel asignado a las mujeres en favor de la Paz, sus
atributos y roles conllevan a considerar que obedecen más a su adn pacifista,
a teorías sociales que encasillan a cada género en un papel que no se le ha
delegado pro naturaleza, (Fisas, 1998).
En
este recorrido, se puede observar como el género es al parecer directamente
proporcional con las acciones de paz o de guerra, en el caso de las mujeres,
la existencia de una tendencia a pacificar la sociedad nace desde su vientre,
el sentido de la maternidad, de proteger y de mantener espacios sanos para
los que se llamen sus hijos, hacen de ellas agentes de paz, en este sentido
se observa como en las diferentes sociedades las mujeres se han organizado
para reconciliar y reconstruir comunidades víctimas de la guerra, en la
búsqueda de mejor futuro mejor a sus hijos, donde se luchan por superar los
odios y reclamaciones entre agresores y victimas de diferentes bandos,
demostrando que las mujeres tiene una mayor capacidad para establecer canales
entre rivales y enemigos, (Magallón, 2001).
Es
así como en diferentes sociedades del mundo, se ha visto la movilización de
las mujeres de manera pública, estructurada en pro de la protección de la
vida de sus hijos y de las generaciones futuras, hechos de paz que han
alcanzado protagonismo y se han replicado en todos los continentes, casos
históricos como el de las madres yugoslavas, cuya organización permitió traer
a sus hijos a casa en medio de la guerra, y en argentina las madres y abuelas
de la plaza de mayo se movilizaron de manera pacífica contra la dictadura de
la época, exigiendo la devolución de sus hijos y de sus nietos, que fueron
víctimas de la violencia política.
Esta
relación de paz y feminismo, ha calado y se ha replicado en Colombia, donde
muchas mujeres en todo el territorio nacional se han movilizado contra la
violencia para salvar la vida de sus hijos, movilizaciones que pretenden
movimientos no violentos. (Diez, 2001).
De manera evidente, se mira que la implicación de las mujeres como
agentes de Paz ha logra nuevas dimensiones, de manera pública a través de
organizaciones no gubernamentales, movilizaciones por la paz y por el respeto
de los derechos humanos, lo que le han permitido desarrollar medios pacíficos
ante los agentes violentos, lo que le han valido ser merecedoras en muchas
ocasiones el premio nobel de la paz, resaltando la gran conexión mujer-
pacifismo.
La paz imperfecta: un
valioso aporte para la comprensión de la paz
Luego
de este recorrido con respecto a los orígenes de la paz y relación de acuerdo
a la asignación de género, es importante abordar el concepto de paz
imperfecta y establecer el nexo material que tiene con la comprensión de la paz, es así, el profesor Francisco
Muñoz, introduce este término donde señala que la imperfección de la paz
deviene en que, a pesar de gestionarse pacíficamente las controversias, ella
convive con los conflictos y algunas formas de violencia (Muñoz, 2004); en
este sentido no se está frente a una paz total o absoluta, tampoco presente
en todos los espacios sociales, más bien se está frente a una paz que convive
con la violencia interpretando y tratando de regular el conflicto por la vía
pacífica (Muñoz, 2004).
Este
concepto permite llegar a reflexiones sobre la paz, como conceptos alejados
de descripciones perfectas y perpetuas, ya que, el asumir ese pensamiento es
una acción errónea, porque la paz coexiste en medio de los conflictos y
violencias. De esta forma, la paz se aleja de una concepción idealizada,
humanizándola para representar la complejidad de las características humanas
que en ocasiones permiten muchas contradicciones, que permite observaciones
como actores siempre inmersos en procesos dinámicos e inacabados, allegados a
la incertidumbre de la complejidad del universo (Muñoz, 2004).
Francisco
Muñoz (2001) indica que la paz imperfecta constituye un proceso ubicado entre
la paz negativa y la paz positiva, como si se hablara de un concepto entre la
ausencia de violencia y la justicia, de igual forma el autor considera hablar
de “paces” por la existencia de múltiples espacios donde se regulan
pacíficamente los conflictos, siendo más que la sumatoria de las anteriores
paces, (Muñoz, 2001). En este entendido,
se conceptúa la paz sin ser considerada como estados perfectos, sino como un
proceso imperfecto, inacabado señalando un avance y una relación entre el
termino paz y las variantes de la condición humana, ya que las relaciones
están caracterizadas por decisiones y acciones guiadas, la mayoría de las
veces, por la regulación pacífica o no violenta de los conflictos, (Tuvilla,
2004).
Con
base a lo anterior, se puede suponer que la paz imperfecta presenta un
enfoque de paz propositivo, que brinda un aporte importante para la
comprensión de la paz, así como las herramientas necesarias para la
construcción de la misma; desde esta perspectiva se interpreta las paces que
señala Francisco Muñoz en los empoderamientos pacifistas resultados de la
experiencia en el contexto colombiano.
De acuerdo a la perspectiva de
paz imperfecta, se puede establecer la ruptura de manera reiterada de
aquel concepto de la paz lejana, ideal, utópica e imposible de alcanzar, que
ha perdurado en los imaginarios sociales de todos los Estados, enfatizando
este concepto la representación de una práctica inacabada, presente a lo
largo de la historia de la humanidad, permitiendo la supervivencia social de
los seres humanos, siendo la paz imperfecta la generadora de valores,
cultura, bienestar que humaniza a cada individuo que hace parte de las
comunidades en medio de los conflictos y violencias.
Es
así, como dentro de estas conceptualizaciones de paz imperfecta, se puede
resaltar otro presupuesto y otro enfoque, que reconoce la complejidad de los
seres humanos, sus relaciones y conflictos en los que se ven inmersos en las
diferentes sociedades, donde la paz imperfecta cobra vigencia al ser
consecuente con la realidad, la cual es inacabada, construidas en escenarios
donde se visualiza la violencia, donde la paz no se termina de percibir como
un estado final, sino como procesos que avanzas y en otros casos retrocede,
donde los actores que trabajan en su construcción debe aceptar su
complejidad, sin ignorarla y huir de ella, entendiendo y aceptando la
coexistencia de la paz con las conflictividades, dejando claramente la
imperfección inexistente, (Pearce, 2013).
Por
último, se puede decir que dentro del enfoque de paz imperfecta se presentan
logros en su construcción, donde en el día a día se tornan contextos sociales
de violencias, conquistados por el empoderamiento pacifista de actores que se
sumergen en paces reales, inacabadas, una paz que no tiene tregua.
El empoderamiento
pacifista y la construcción de paz
El
empoderamiento pacifista, es la conceptualización reciente, pero de gran
importancia dentro de las teorías y estudios de paz. Este concepto emerge como práctica de la
paz, donde convergen los esfuerzos transdisciplinar para la regulación y
transformación de conflictos; este empoderamiento pacifista se podría decir
que tiene una pluralidad de significados que se hace evidente en diversas
experiencias de paz, en el desarrollo de capacidades y potencialidades para
la gestión pacífica, donde se apropie de una praxis de poder no violento, (Muñoz,
Bolaños, Herrera y Sánchez, 2005).
La
etimología de la palabra empoderamiento se ubica en el castellano antiguo, y
con la significación de «apoderamiento» del uso del poder. En las últimas
décadas se utilizó como traducción de la palabra inglesa: empowerment (Muñoz,
2001), poder que establece procesos activos y creativos, generador de cambio
interno y externo, que se dinamizando de manera permanente interacción, entre
el individuo y su entorno; este poder se desarrolla y se adquiere,
desplegando habilidades que le da la oportunidad a las personas tener control
sobre sus vidas. El empoderamiento pacifista es el ejercicio de las
capacidades, competencias y poderes que tenemos para hacer las paces (Muñoz,
2005).
Los
empoderamientos pacifistas logran adquirir importancia en los contextos y
sociedades violentas, ya que ahí se convierten en generadores de cambio,
constructores de paces imperfectas o inacabadas. En las diferentes comunidades del planeta
se encuentran potencialidades dinamizadores y sintonizados con la paz, que
generalmente son desconocidas por quien las posee (Muñoz, 2001), sin embargo,
estos mismos son potencialmente generadores de violencias, es por eso que
siempre se habla que la paz imperfecta está relacionada con la condición
humana, entre la paz y conflictividad; es aquí donde se sintoniza los
procesos de negociaciones de paz que representan una experiencia de
empoderamiento pacifista, que construye una realidad propositiva y
ejemplarizante en diversos lugares del mundo (Hernández, 2014); en Colombia,
se materializa en procesos de construcción de paz en todo el territorio
nacional, abarcando los montes de María, en el empoderamiento de las mujeres
que fueron víctimas y que hoy son constructoras de paz.
En
los escenarios y territorios que han sido el punto de acopio de diferentes
tipos de violencias se hace necesario conceptualizaciones, entendimiento y
materializaciones de acciones de paz; lograr acercamientos a una construcción
de paz demanda, de los actores involucrados, el conocimiento y estudio de los
problemas y violencias estructurales de la sociedad perteneciente, que
permita desarrollar en medio de ella un empoderamiento pacifista, el
desarrollo de las paces imperfectas, que permita en medio del contexto de los
conflictos sociales, lograr acercamientos para transformaciones sociales.
Es
por esto que, el empoderamiento pacifista permite que se realice un
reconocimiento de las realidades, prácticas y acciones pacíficas, y sus
capacidades para actuar y transformar su entorno más o menos cercano; y para
impulsar y promover la creación de redes entre todos los actores que de una u
otra forma tienen intereses en promocionar la paz (Muñoz, 2005). Pudiéndose
definir como la toma de conciencia de las capacidades que tenemos los seres
humanos para la transformación pacífica de los conflictos, y aquellos
procesos en que la paz, la transformación pacífica de los conflictos, la
satisfacción de necesidades o el desarrollo de capacidades ocupan el mayor
espacio personal, público y político posible (Muñoz, 2011).
Este
empoderamiento enseña que las acciones de paz tienen poder, con características
especiales, un poder no violento y transformador. Evidenciando la capacidad
para entregar poder a la paz, evidenciado desde la generación de cambios, las
transformaciones sociales que son indispensables desde el estado, hasta el
contexto más importante la comunidad, guiada de la mano de los actores que luchan
por la construcción de la paz imperfecta, que permite finalizar escenarios
violentos, conflictos armados prologados, sentando las bases para su construcción.
Mujeres y Paz.
La
construcción de paz, en cualquier rincón del mundo, requiere el reconocimiento
y manejo de la teoría de la paz, de su desarrollo en la historia, de las luchas
de quienes han contribuido a los avances en la conciencia de la paz, así como
sus experiencias en la praxis. En los
contextos de violencia política y guerra, las mujeres han sufrido la
violencia, pero también las mujeres han sido resistentes hasta convertirse en
constructoras de paz en sus comunidades, pasando de ser invisibles a
considerarse como un importante factor transformador político y social, las
cuales han logrado incorporar los principios de paz en sus prácticas y sus
discursos. (Rahnema, 1996).
Sin
embargo, aunque la mujer desde la historia ha desempeñado su papel relevante
en las guerras y como elemento pacificador, en la historia reciente da cuenta
que en la mayor parte de las ocasiones las mujeres están ausentes de los
procesos de paz, no siendo consideradas por los Estados modernos en los
procesos de reconstrucción y empoderamiento pacifista, evidenciando de manera
oficial, un énfasis en la relegación habitual de las mujeres a un segundo
plano; es por eso que las mujeres que hoy han marcado un camino como
hacedoras de paz, como actora importante en los procesos sociales de
reconstrucción pacifica de las comunidades en conflicto, lo han hecho al
margen de los Estados, a través de las organizaciones no gubernamentales o
por asociaciones improvisadas, que con el paso del tiempo, adquieren
importancia y las empodera en los escenarios de la reconciliación. (Breines, 2002).
En
el proceso de alcanzar la paz, de recrear escenarios donde la paz imperfecta
se materialice en la sociedad colombiana, es necesario establecer y reconocer la participación de las mujeres como
hacedoras de paz, teniendo en cuenta que, partiendo de sus dinámicas
particulares y colectivas, es un punto indispensable para alcanzar los
avances significativos en la consolidación de la “Paz”, cuando se habla del
reconocimiento, se hace referencia a la tarea que implica reflexionar sobre
un camino por recorrer, por tejer; para lo anterior se hace imperioso una
exhausta revisión de aquellos elementos hegemónicos que, naturalizados y
legitimados, han servido como elemento distractor, impedimento para llegar a
la construcción de una paz verdadera.
Es
por esto, que desde la mirada de las mujeres, en el caso colombiano, han ido asumiendo una orientación
guerrerista, característica de una posición patriarcal, asumiendo una actitud
de combate y búsqueda de triunfo en detrimento del enemigo, considerándose
como enemigo no a personas, sino, todo aquello que permite escenarios de
conflicto, para minimizar las consecuencias en el tejido social y la
insensibilidad por el sufrimiento se convierte en un mecanismo que perpetúa
la exclusión y la guerra; ante esta situación se requiere propender a un
lenguaje que permita llamar a las cosas por su nombre, que se constituya en
un elemento constructor de paz,(Martínez, 2000).
En
este orden de ideas, se puede inferir que en los contextos de violencia se
tiende a construir memorias defensivas, que no dejan observar esa pluralidad
del sufrimiento, así como las consecuencias de la guerra que se asume como un
factor de invisibilidad a las consecuencias que ella ocasiona, justificando y
legitimando la violencia y no respetando, ni protegiendo los derechos
humanos. Lo anterior, pretenende establecer una idea donde las mujeres no son
pacíficas por naturaleza, arrebatándoles lo que l principio del artículo de
reflexión se dijo, que históricamente la mujer es considerada la
personificación de la paz. (Martínez, 1998)
La
paz desde la perspectiva de género, las mujeres, permite establecer una propuesta
que permita el acercamiento de la paz desde una perspectiva relacional de
género, que haga énfasis en las construcciones de paz que cuestionen la
marginación, el poder patriarcal como generadores de guerra y en búsqueda de
la paz, la dependencia y falta de consideración hacia las mujeres, y en la
que tanto mujeres y hombres deben ser incluidos. En este orden de ideas,
resulta de vital importancia permitir espacios para la discusión en torno al
papel de las mujeres en la construcción de paz, papel que debe ser asumido en
términos de su participación en la sociedad desde la óptica femenina.
Retos de las mujeres constructoras
de paz.
La
paz identificada desde la perspectiva de la mujer, lleva un sentido de
búsqueda al logro de salidas al
conflicto armado, además de pensar en la construcción de un tejido de paz
desde y para las mujeres, lo que implica una transformación tanto desde lo
público como desde el espacio de lo privado, donde se aborde la cotidianidad
de los miembros de las sociedades, creando y recreando contextos donde se dé
la desnaturalización del golpe o del grito, que detengan y exterminen en
todos los escenarios, públicos y privados, la condición de víctima, de ser
humano esclavizado, subordinado y humillado, escenarios que permitan la
transformación desde las entrañas de la tradición, la cultura, la familia, la
sociedad.
Este
cambio, debe ser parte del discurso de la paz, desde cualquier contexto,
donde la mujer ocupe un papel protagónico, donde haga aportes que permita
mediar y obtener resultados constructivistas desde las paces imperfectas de
la sociedad colombiana. Y este no es un cambio que vendrá después, sino que
forma parte de la misma esencia de los acuerdos y la construcción de la paz. el
sentido de la paz, la mujer como constructora y hacedora de ella, tienen como
desafíos hacer sentir que sus comunidades puedan vivir sin miedo; en países y
comunidades fracturadas por la violencia, como es el caso de Colombia, ha
comenzado el empoderamiento pacifista desde el feminismo, comenzando a hacer aportes
a la reconstrucción de las relaciones fracturadas por la violencia. (Martínez,
1998).
Desde
el reconocimiento como víctimas o sobrevivientes, muchas mujeres han superado
los estereotipos del enemigo para escuchar a la otra y promover empatía, como
parte de los mecanismos que contribuyen a la humanización y la reconstrucción
del tejido social, permitiendo que la “reconciliación”,
con los numerosos significados que esta tiene en una sociedad afectada por la
violencia de forma masiva, se conviertan en su principal contribución social,
donde las comunidades pasa por el reconocimiento del dolor sufrido, por
acoger el sufrimiento de otras y proporcionarse apoyo mutuo, por considerar
injusto el sufrimiento padecido, por buscar juntas reconstruir relaciones que
son el sostén de comunidades fracturadas, por construir sus organizaciones y crecer
en su poder colectivo como mujeres. (Breines, 2002)
Los
avances y conquistas que se obtengan dentro del enfoques sobre la paz deben
tener en cuenta la experiencia y las demandas de las mujeres, en lo referente
a la memoria colectiva, el reconocimiento social, la atención psicosocial y
las necesidades de las políticas de reparación efectivas. Estos son retos que
la mujer como hacedora de paz debe alcanzar para la dignificación propia y de
la sociedad, desde el mérito de una paz construida desde el trabajo de la
mujer, que desde tiempos históricos ha sido mitificada como la llamada a
construir la paz.
Mujeres montemarianas:
aportes a la reconstrucción del tejido social como hacedoras de paz
Los Montes de María, en Colombia, son el ejemplo e
inspiración acerca del tema de reconciliación entre frente a la consecuencia
de la guerra. No es el paraíso, aún quedan rezagos de violencia y la falta de
presencia del Estado, sin embargo, los diferentes actores del conflicto ya
dieron el primer paso para poder soñar con la paz territorial, y aunque los
fantasmas de la guerra no se han ausentado, se sueña con las paces
imperfectas de las que nos ilustra el profesor francisco Muñoz, que invita a reconocer la paz como elemento constitutivo de las realidades
sociales, no siendo absolutista, y eterna, por el contrario es aquella que se
desarrolla en medio de escenarios de conflicto y violencia, es perecedera,
(Muñoz, 2004), de esta forma, en los
Montes de María se hacen visibles comunidades
que construyen la paz desde y para su territorio.
La
mujer montemariana se ha caracterizado por el desarrollo de experiencias
locales, movilizaciones sociales, luchas históricas de sus colectivos, por la
defensa y reivindicación de sus Derechos y por la construcción de paz en sus comunidades;
este arduo proceso las organizaciones compuestas por mujeres de la región,
han apostado a la reconstrucción del tejido social, apuntando a ellos a
través de diferentes iniciativas y acciones colectivas por la paz. lo que
deja claro que el mito histórico que la mujer es en esencia pacifica, en este
escenario se hace palpable la esencia del empoderamiento pacifistas de la
mujer de la región.
En
consecuencia, estas mujeres que por mucho tiempo fueron víctimas, hoy se han
organizado consolidando organizaciones sociales de base, con líneas de
trabajo definidas, que ejecutan a diario y con concreción aquellas acciones
colectivas que son emprendidas bajo intereses comunes con el objetivo de
satisfacerlos, en un territorio reconstruido de su fractura social histórica
(Delgado, 2015).
La
mujer montemariana en el contexto de violencia en la región fue víctima y
sobreviviente de diferentes hechos victimizantes por ser líderes
comunitarias, tener relaciones afectivas con algún actor armado o ser su
pariente, o solo por el hecho de ser mujer, doble victimización, sin embargo,
a pesar de estas violaciones a su dignidad y a su persona, se fueron
convirtiendo en seres políticos empoderadas dejando atrás estas
victimizaciones, sanando su dolor, y echando raíces para proteger a sus hijos
y la comunidad, tal como lo narra la historia de Eirene, la diosa de la paz,
que permite relacionar a estas mujeres colombianas, montemarianas con los
orígenes y la esencia de la paz. (Martínez, 1998).
En
consecuencia, estas mujeres empoderadas, se convirtieron en el eje de la
reconstrucción del tejido social en Montes de María, por medio de las
experiencias y acciones adelantadas en su comunidad, generando impacto,
permitiendo la reivindicación de la mujer en la esfera social de su territorio,
de sus comunidades, de manera pública, atacando la la desnaturalización de
las violencias y transformando las realidades sociales a través de los
colectivos de mujeres, como estrategia para el desarrollo social de sus
comunidades.
Hechos históricos de carácter nacional y aun internacional, como
la desmovilización de los grupos paramilitares, los Programas de Desarrollo y
Paz, de organizaciones sociales regionales y nacionales, de la cooperación
internacional, esto aunado a las iniciativas del Estado, se han fortalecieron
las posibilidades de reactivación de algunas organizaciones y procesos
sociales en la zona.
De
esta forma, grupos, agremiaciones de mujeres crean sus colectivos y redes con
un fuerte sentido y objetivos de construcción de paz. Así, por ejemplo, de
esta forma encontramos más de 600 agremiaciones, conformadas por mujeres en
todo el territorio montemariano dentro de los cuales encontramos a las
Mujeres por la Paz que han llegado hasta la vereda San Isidro de El Carmen de
Bolívar y ha acompañado a las mujeres que se quedaron en resistencia y a las
que retornaron del desplazamiento forzado en la conformación de sus propias
organizaciones. De igual forma hay otras organizaciones como la Red de
mujeres de Los Montes de María o la red Narrar para Vivir, esta última
organizada con más de 800 mujeres víctimas de la violencia y hoy hacedoras de
paz, dirigiendo sus acciones a los procesos de reconciliación, recuperación
de memoria histórica, escuelas itinerantes que aportan al fortalecimiento de
la autonomía de la persona y el empoderamiento pacifista para un verdadero
cambio social (ASDI –PNUD, 2010, p. 52).
En
medio de las acciones de paz de las mujeres de los Montes de María, se
desarrollan prácticas emancipadoras que han permitido darle voz a las mujeres
silenciadas por décadas, atemorizadas
por el dolor de la guerra, siendo sus organizaciones lugares de encuentros,
diálogo, construcción de experiencias colectivas, que les ha permitido tener
una vida Digna y Solidaria; este empoderamiento y que hacer de la paz, lo
integralizan con componentes productivos y de emprendimiento, para el logro
de cambios comunitarios y transformaciones del entorno.
Conclusiones.
Como reflexión y
conclusiones del artículo que se presentó, es importante establecer y
reconocer el papel de la mujer, en sentido general, como hacedora de paz, sin
olvidar que desde los orígenes de la humanidad la perspectiva de género es
fundamental para entender y construir la Paz. se hace necesario establecer el
impacto que hoy día las mujeres han tenido dentro de la sociedad colombiana,
específicamente en los Montes de María, donde, por iniciativa propia, han
adelantado procesos de reparación del tejido social, dignificando a la mujer
y a la sociedad monte mariana, reconciliándola con su memoria colectiva e
instándolas a reescribir una historia que por décadas no tuvo finales
felices.
La mujer montemariana
hoy es señalada como hacedora de paz, muchas hacen parte de un colectivo que
permite desde dentro sanar su dolor y proyectarlo a una comunidad fracturada,
ayudando, a través de acciones de paz, a superar y a lograr una
reconciliación social. Muchas son las
organizaciones que en este territorio nacional están en la búsqueda de
contextos y escenarios pacíficos, que les han permitido el desarrollo de un
empoderamiento pacifista que les ha permitido ser protagonistas en los
procesos de conocimiento de las paces imperfectas, donde son llamadas a
desenvolverse en medio de los conflictos y realidades violentas, para la
ejecución y el diseño propio de alternativas que permitan tener realidades
con un referente pacifico.
En cuanto a la
incorporación de las prácticas y actitudes pacíficas femeninas, nos permite
concluir que, aunque se ha creado un estereotipo histórico de la paz en manos
de la mujer, también es cierto que se debe desarrollar en el ideario moderno
un nuevo simbolismo donde hombres y mujeres se empoderen como géneros
igualitarios para la consecución y la construcción de redes pacifistas que
ayuden, de manera mancomunada, a generar nuevas culturas y educación
fundamentada en la paz, que al final es el objetivo de la especie humana.
Es realmente meritorio
reconocer el papel que han tenido las organizaciones de mujeres, defensoras
de DDHH, lideresas sociales, en la reconstrucción del tejido social de los Montes
de María, debido al impacto por la reconfiguración del territorio y la
visibilidad de la problemática en el escenario Nacional e Internacional; de
igual forma a representan hoy el rostro de las mujeres lideresas y
empoderadas que han aportado de manera significativa a la reconstrucción del
tejido social.
Hoy la mujer
montemariana demostró, que sin los mayores conocimientos y teorías de paz,
que sin ser personas letradas y académicas respecto a este tema, tienen la
pasión y el compromiso que se necesita para que se logre con contundencia lo
que autores como Johan Galtung, Francisco Muños y Vincent Fisas, pretenden explicar
y plasmar en las realidades sociales del planeta; muchas de ellas desde la
improvisación han sido las exponentes empíricas de temas como la paz
imperfecta, ya que desde décadas han estado implementando acciones y procesos
pazológicos en medio de contextos violentos y aun lo que es pero, de
guerra. Las hacedoras de paz, son un
ejemplo, e incluso una inspiración para hombres y mujeres, en el tema de
resiliencia y reconciliación, invitándolos a ser multiplicadores y
constructores de la paz, y con esto contribuir a la sanación de sociedades
fracturadas.
Referencias bibliográfica
Breines, I., Gierycz, B.
Mujeres a favor de la paz. Hacia un programa de acción, Madrid. 2002
Comins, I. Filosofía
del cuidar, una propuesta coeducativa para la paz. Barcelona: Icara, 2009.
Díez, M. Imágenes de la
paz y la mujer: Relaciones de género en la iconografía de la paz y de la
guerra». En Sauret Guerrero, Teresa y Quiles Az, Amparo. Luchas de género en
la Historia a través de la imagen. Málaga, Tomo I, 2001, pp.89-108.
Fisas, V. (ed.) 1998 El
sexo de la violencia. Género y cultura de la violencia, Barcelona. 1998.
Hernández, E.,
Empoderamiento pacifista de experiencias comunitarias locales en Colombia.
(1971 – 2014). Tesis doctoral presentada al Instituto de la Paz y los
Conflictos de la Universidad de Granada, septiembre 17 de 2014.
Magallón, C. El
pensamiento maternal. Una epistemología feminista para una cultura de paz, en
MUÑOZ, Francisco A. (ed.) La paz imperfecta, Granada, pp. 123-141. 2001
Martínez, C. Las
mujeres y la paz en la historia: aportaciones desde el mundo antiguo, en
MUÑOZ, Francisco A.; LÓPEZ MARTÍNEZ, Mario (eds.) Historia de la paz:
tiempos, espacios y actores, Granada, pp. 255-290. 2000.
Martínez, C. (coord.)
Mujeres, paz y regulación de conflictos. Dossier Arenal. Revista de historia
de las mujeres, 5/2, 239-337. 1998
Martínez, C., Mirón, P.
La paz desde la perspectiva de los Estudios de Género: Una aportación
fundamental para construir un mundo más igualitario, justo y pacífico, en Rodríguez
Alcázar, F. Javier (ed.) Cultivar la paz. Perspectivas desde la Universidad
de Granada, Granada, pp. 125- 132. 2000
Martínez, C. Eiréne y
Pax. Conceptualizaciones y prácticas pacíficas de las mujeres en las
sociedades mediterráneas antiguas. Arenal, 2, (1998), págs. 239-261. 1998
Martínez, C., Mirón, P.
La paz desde la perspectiva de los Estudios de Género: Una aportación
fundamental para construir un mundo más igualitario, justo y pacífico en
RODRÍGUEZ ALCÁZAR, F. Javier (ed.) Cultivar la paz. Perspectivas desde la
Universidad de Granada, Granada, pp. 125- 132. 2000.
Muñoz, Francisco &
López, Mario, “Historia de la Paz”, en Molina Rueda, Beatriz y Muñoz,
Francisco A. (Eds.), Manual de Paz y Conflictos, Granada, Consejería de
Educación de la Junta de Andalucía, 2004, pp. 42-65. 144. 2004.
Muñoz Muñoz, Francisco
A.; Herrera Flores, Joaquín; Beatriz Molina Rueda, Beatriz y Sánchez
Fernández, Sebastián (2005) Empoderamiento pacifista, en Investigación de la
Paz y los Derechos humanos desde Andalucía, Granada, Editorial Universidad de
Granada, Colección Eirene, pp. 97-129. 2005
Muñoz, Francisco, y
Molina Rueda, Beatriz, “Una cultura de paz compleja y conflictiva. La
búsqueda de equilibrios dinámicos”,
en Revista de paz y conflictos número 3, Universidad de Granada, España,
2010.
Muñoz Muñoz, Francisco A.
y Bolaños Carmona, Jorge. Los habitus de la Paz, Granada, Editorial
Universidad de Granada, Colección Eirene. 2011.
Pearce, J. Paso a paso:
el reto de imaginar un futuro y actuar en el presente: En: Serrano, J.(2013).
Paz, paso a paso. Una mirada a los conflictos colombianos desde los estudios
de paz. Bogotá. Editorial universidad Javeriana, p. 16. 2013
Rahnema, M. Las trampas
del empoderamiento, en Diccionario del Desarrollo. Una guía del conocimiento
como poder. Proyecto Andino de Tecnologías Campesinas, Editorial Wolfgang
Sachs. pp. 194-215. 1996
Rapoport A.
Peace, Definitions and Concepts of. en Kurtz L. (ed. in chief) Encyclopedia
of Violence, Peace and Conflict, Academic Press, San Diego, vol.2. págs. 669-671.
1999.
Tuvilla Rayo, José,
Cultura de paz, fundamentos y claves educativas, Editorial Desclée de Brower,
España, 2004.