Nunca
es fácil definir un concepto. Muchas veces los conceptos son abiertos y no
tienen condiciones necesarias y suficientes que los determinen completamente.
Un problema parecido sucede con ciertas categorías sociales y políticas. ¿Qué
significa ser un empresario nacional? Más aún, ¿Qué significa ser un empresario
nacional en el contexto de la Argentina del siglo XXI?
Existen ciertas características esenciales e
ineludibles para que un actor social pueda ser catalogado como empresario
nacional argentino:
-El
empresario nacional argentino tiene una visión del mundo íntimamente ligada a la producción. Se es
empresario nacional cuando se cree (y se actúa en consonancia) con la máxima de
que el capital tiene que estar siempre al servicio de la producción nacional y
nunca de la especulación financiera.
-Aboga
por la máxima de “más y mejores empresas” para el país; esto es, rechaza el
espíritu monopólico y fomenta el desarrollo emprendedor. Esto, empero, no es un
escollo para que no aspire a que su empresa sea una gran empresa. Al contrario,
el empresario nacional argentino sabe que el crecimiento de su empresa al
interior y al exterior del país es beneficioso para la Argentina y se lamenta
cada vez que una empresa que se ha formado con los esfuerzos y los capitales
del país, es adquirida a precios ventajosos por capitales extranjeros.
-Intenta
por todos los medios agregar valor a su cadena de producción, sabiendo que no
sólo es una oportunidad de crecimiento económico individual sino un deber
patriótico para con sus conciudadanos, como parte de su responsabilidad
política empresaria en el país en que reside.
-Es
profundamente federal y apuesta firmemente al desarrollo de las economías
locales y regionales y al fortalecimiento del mercado interno. Sabe, además,
que sólo a través de un diálogo fluido con el conjunto de los trabajadores
organizados y con sus pares, los empresarios nacionales argentinos organizados,
es posible generar políticas públicas para el desarrollo socioeconómico sustentable
a mediano y largo plazo.
Muchas veces se ha ligado erróneamente la imagen del
empresario nacional con el mercader monopolista que nos pinta Smith en La Riqueza de las Naciones: sin
importarle el bienestar del pueblo, quiere a toda costa protección para sus
productos y se regocija cuando el país produce menos, porque su tasa de
ganancia aumentará. Muy lejos de esto, el empresario nacional argentino sabe
que sólo le ira bien si al país le va bien, si hay pleno empleo, si hay
educación de calidad para todos, reactivación constante del mercado interno y
protección social para todos los habitantes.
En estos tiempos de conmemoración por el
bicentenario de la patria, el empresario nacional argentino se hace eco de las
siguientes palabras de Manuel Belgrano: “La importación de las mercaderías que
impidan el consumo de las del país, o que perjudiquen el progreso de sus
cultivos y de sus manufacturas lleva tras sí la ruina de una Nación”. En el
siglo XXI, el empresario nacional argentino, sostiene la necesidad de un
proteccionismo proactivo que tenga como eje central el fortalecimiento de
nuestras ventajas comparativas, sobre todo a través de la educación, la ciencia
y la tecnología. Para
ello, el empresario nacional argentino ve al Estado no como un enemigo, sino
más bien como el agente político por excelencia para construir un sistema
socioeconómico basado en la agregación de valor y el fortalecimiento de las
ventajas comparativas.
En términos políticos, finalmente, el empresario
nacional argentino no sostiene los postulados del neoliberalismo: cree en el
trabajo conjunto del sector privado, junto al estado, y las organizaciones
sociales y sindicales. Cree firmemente en la participación del Estado pues sabe
que más ausencia del Estado implica más presencia del hambre, la desigualdad
social, la pobreza, la indigencia, la desocupación y el desmembramiento del
tejido social.