Cuando yo era chico, recuerdo a mi padre decir que los
negocios que nunca se iban a fundir eran las panaderías y las funerarias,
porque eran dos actividades que la gente siempre iba a necesitar. Si viviera,
seguramente le extrañaría ver que las panaderías son atacadas por usar harinas
y a las funerarias no las dejan organizar velatorios.
La adaptación ha sido la opción que siempre han tenido las
organizaciones para sobrevivir. La historia nos muestra una buena cantidad de
negocios cuyas ganancias parecían no tener techo, terminar en la ruina.
El coronavirus ha significado, más allá de su tragedia, una
oportunidad de presenciar la capacidad de adaptación de las organizaciones.
Directores y ejecutivos fueron impulsados a hacer un cambio profundo en la
gestión, en muy poco tiempo y, en muchos casos, sin moverse de su casa. Gente
para quien la reunión era fundamental, el teléfono un aliado, la entrevista una
herramienta ineludible, tuvo que pasar en poco tiempo a la virtualidad extrema.
El éxito no se medirá sobre si lo logró o no, sino en el
tiempo que tardó en recuperar las mismas funciones y capacidades que tenía antes.
Muchos funcionarán a media máquina, con la esperanza que todo esto finalice y
se pueda volver a lo que antes definíamos como “normalidad”
En @e-ABC nuestra transición fue prácticamente sin solución
de continuidad: el jueves 19 de marzo estábamos hablando de reducir la
concurrencia cuando el Gobierno decretó el aislamiento obligatorio. El viernes
20 de marzo, todos estábamos trabajando en el mismo nivel, cada uno en su lugar
de residencia. Lo seguimos haciendo hasta el día de hoy.
Esto no es fruto de la casualidad ni de la buena suerte. Sin
considerar que somos una empresa especializada en elearning, nuestro
funcionamiento hace habitual manejarnos a distancia. Con la oficina central a
metros del Obelisco de Buenos Aires, uno de los directores se encuentra en
Córdoba, cercano a quien escribe, parte del equipo de Soporte técnico está en
Caracas y Bogotá, además de gente de Capacitación en Colombia y Chile.
Hasta allí, no hay más diferencia que otras empresas en esta
era de la alta conectividad. Sin embargo, sumamos previsión de la siguiente
manera: todos nuestros archivos se encuentran en la nube (Azure), donde
accedemos desde cualquier ubicación. Cambiamos hace tiempo nuestra telefonía
analógica por una central virtual y teléfonos IP (Anura) y apoyamos nuestras
reuniones en video conferencias (Zoom y Meets). Usamos un sistema de gestión de
proyectos basado en la nube, que simplifica el envío de e-mails y archivos
compartidos (Redmine). Toda la administración comercial y administrativa se
gestiona en línea (Odoo).
Pero la previsión no sirve si no se practica. Usamos un
sistema de rotación por el cual cada empleado trabaja al menos un día de la
semana desde su casa. Y más aún, en cada situación que en Buenos Aires existía
algún impedimento para llegar a las oficinas (huelgas, tormentas, etc), ese día
todos trabajaban desde su residencia.
Nadie podía prever esta pandemia, pero siempre fue
importante estar preparado para cambios importantes, sin aviso y sin tiempo. En
eso radica la esencia de la gestión y de la adaptación de las organizaciones.
De esa gestión surgirán las organizaciones que sobrevivirán por vía de la
adaptación.
Pero además de los cisnes negros, las organizaciones deben
prepararse para los cambios, porque inevitablemente estos ocurrirán. Con mayor
o menor preaviso, la humanidad tenderá a prescindir de panaderías y funerarias.
También de la educación presencial, del motor de combustión interna, de las
fotocopias, de las líneas de montaje y de tantas cosas más.
Quienes se empeñen en decir que la cultura de la
organización o las tendencias mundiales aplacarán o minimizarán esos cambios,
siguen mirando el futuro por el ojo de la cerradura y, en muchos casos, no
están dispuestos a afrontar los cambios necesarios en su organización. O
carecen del valor o la inteligencia para hacerlos.