La crisis está sacando lo mejor
de nosotros, repite incansable el gobierno y se olvida interesadamente que
también saca lo peor de lo que los ciudadanos llevamos en nuestro particular
almario. Para muestra bien vale un botón, en la Comunidad de Madrid los 2/3 de
los liberados sindicales de la sanidad madrileña se han negado a incorporarse a
su puesto de trabajo.
Ya sucedió en Andalucía, la
Consejería de Sanidad mandó un escrito a los sindicatos solicitando que los
liberados sindicales del sector se incorporaran a su puesto de trabajo y desde
los sindicatos se contestó que no veían que hubiera una situación de urgencia
que justificara tal medida.
Dos noticias que seguramente no
han tenido la repercusión mediática que merecen porque se supone que los
sindicatos son organizaciones de la izquierda progresista y la prensa amiga
cuida mucho de no dar noticias negativas sobre cualquier cuestión que pueda
molestar a la zurda política y ciudadana.
Saqué el tema en una tertulia de
Radio Sintonía de Fuerteventura en la que intervengo todos los martes. Cuál no
sería mi sorpresa cuando comentada la noticia, un contertulio, sindicalista él,
me explicó que los liberados sindicales habían estado llevando a cabo una
misión vital, habían estado luchando - lo de dónde y cuándo se desarrollaron
las batallas se le olvidó explicarlo - para conseguir que a sus compañeros los
equiparan convenientemente y redactaban notas de prensa denunciando la
situación.
Resulta muy fácil librar batallas
en tu domicilio, en pijama y pantuflas e incluso si tu espíritu sindicalista te
empuja a ello puedes sacrificarte y redactar una nota de prensa reclamando los
derechos de tus compañeros. Y digo que es fácil porque los sanitarios
madrileños, los de verdad, estaban librando la batalla jugándose la salud y la
vida en los hospitales y en cualquier otro lugar en el que el cuidado de los
enfermos así lo demandare y efectivamente lo estaban haciendo sin la protección
adecuada.
Comprendo que se sienta miedo
ante la posibilidad del contagio, pero que eso empuje a 444 individuos a
esconderse tras su condición de liberados sindicales dice muy poco de su valor
personal y de su compromiso con la Sanidad Pública a la que dicen defender,
porque por muy sindicalista que seas amigo mío, obras son amores y no buenas
razones. El confinamiento molesta a mucha gente, sin embargo los liberados
sindicales le profesan un cariño sorprendente.
Hay que tener más vergüenza y
menos jindama. Un inciso, me parece injusto que cuando nos referimos a UGT y
CC.OO, hablemos de los sindicatos, porque hay muchas más organizaciones
sindicales, por ejemplo el CSIF que desde el primer momento ofreció a sus
liberados para que apoyaran al resto de sanitarios que peleaban contra el
COVID-19.
Los sindicatos deben hacer
urgentemente un profundo examen de conciencia, llevan dos crisis columpiándose
una cosa mala. En la crisis del 2008, ni los sindicatos ni ninguna organización
de izquierdas abrieron un solo comedor social. Lo de dar de comer al hambriento
se lo dejaron a las monjitas, a Cáritas y a otras organizaciones de la Iglesia,
que fueron los que dieron de comer durante años a los ciudadanos que habían
mandado al paro los socialistas.
Para más INRI cuando un
trabajador iba al paro, si el sindicato le arreglaba los papeles, le cobraba la
gestión en dinero contante y sonante, lo mismo sucedía con los ERES, la
organización sindical arreglaba la documentación y les cobraba a los
trabajadores. Más tarde nos enteramos de que además aprovecharon para incluir
en la lista, para que cobraran las indemnizaciones y el paro, a familiares,
amigos y correligionarios y de paso distrajeron un dinero, que era de los
parados, en lo que ustedes saben...
Ahora su papel, si es que han
tenido alguno, en la lucha contra la epidemia, lo protagonizan sus liberados
sindicales que han chaqueteado de mala manera, han decidido que mejor un
cobarde vivo, que un valiente enfermo o muerto y se han quedado en casa, que
con las cosas de comer no se juega. Y estas conductas nos llevan a dos
reflexiones y ninguna de las dos buena para los sindicatos.
En primer lugar la figura del
liberado sindical, esos entregadísimos individuos que están exentos de ir a
trabajar para emplear la jornada laboral en tareas sindicales y que cobran de
sus respectivas empresas. Me pregunto y conmigo muchas personas, por qué las
empresas públicas y privadas tienen que pagar el sueldo a quién trabaja para un
sindicato, porque lo de representar a los trabajadores es un cuento que ya no
se lo traga nadie.
Si el sindicato decide liberar a
trabajadores, que les pague de su dinero, porque al final el sueldo del
liberado lo pagamos nosotros. Si el menda trabaja, es una manera de hablar, en
la Sanidad Pública, su sueldo sale de nuestros impuestos y si dice que trabaja
en una empresa privada, el empresario suma su sueldo a los costes de producción
y lo repercute en el precio del producto, que usted paga con el sobreprecio
añadido, a la salud de los sindicalistas.
Si tan importante es la figura
del liberado y los sindicatos no están dispuestos a prescindir de lujosos
despachos, coches de la "empresa", VISAS, comilonas y viajes a todo
tren para financiarlos, que hablen con el gobierno y que éste les coloque una
casilla como la que tiene la Iglesia en la declaración del IRPF y así los que
crean en la figura que paguen voluntariamente su coste.
La figura del liberado está ya de
más, muchísimos trabajadores conocen de su perfecta inutilidad en la defensa de
sus derechos. Esa gente son los únicos que trabajan durante las huelgas, porque
una de sus misiones es la de conformar los antidemocráticos piquetes de
información, que tienen por misión evitar que trabaje el que quiera hacerlo.
Viven sin trabajar o trabajando para el sindicato, los utilizan como
rompehuelgas y matoncillos y el sueldo se lo pagamos todos los ciudadanos; creo
que ha llegado el momento en que nos neguemos a mantener esa gente que, cuando
hacen falta, se esconden bajo la mesa camilla de su domicilio, porque no
quieren arriesgar lo que otros sí arriesgan.
La segunda pregunta es que para
qué queremos unos sindicatos como los que sufrimos, herederos del sindicalismo
vertical de la Dictadura, que han ido creciendo gracias a nuestro dinero y a
los que nuestra paciencia les ha permitido corromperse y que les salga gratis,
ahí está lo de los ERES andaluces para demostrarlo.
¿Qué los sindicatos son
necesarios?, los que aquí tenemos me parece que no. Que hay sindicalistas
honrados, haberlos haylos. En el Servicio Madrileño de Salud, un tercio de
ellos, a la hora de la verdad, han dado un paso al frente, pero estarán de
acuerdo conmigo que un 33% es una cifra más bien pobre y en la Consejería de
Políticas Sociales de Madrid tuvieron peor suerte, sólo el 6,2% de lo liberados
se incorporaron a su puesto de trabajo.
De todas maneras los
sindicalistas honrados que no se enfaden conmigo, que lo hagan con la cúpula de
su sindicato y con los vividores que arrastran por el barro el buen nombre de
los verdaderos sindicalistas. Los que están acabando con las organizaciones
sindicales no somos los críticos, de eso se han ocupado sobradamente los
dirigentes sindicales y sus liberados.
Creo en el sindicalismo, pero me
repugnan estos sindicatos corruptos e ineficaces que sufrimos.