. La descripción minuciosa y la capacidad de despertar las fibras sensitivas te permiten visualizar, pero también rememorar, una época que tal vez ahora parezca lejana, y que, sin embargo, se repite. Y es que las convulsiones del ser humano no prescriben. Cambia la época, el escenario y la apariencia de las personas. Esa cáscara que nos hace creer que somos diferentes cuando, en realidad, no lo somos tanto.
Ahí están la inocencia, la ilusión, la desesperanza, el miedo, la pasión, los prejuicios o la soledad. También subsisten algunas de las tantas válvulas de escape que cada individuo se crea, o se inventa, para subsistir a los empellones con los que muchas veces te descoloca la vida. Y como no, tal y como cuentan los narradores de esta historia, no faltan la quietud y el ajetreo de los pies ante el desconcierto de lo inesperado.
Ellos, los relatores de esta historia, son los observadores. Son esos de holganza perpetua que se sientan en la plaza del pueblo y contemplan la vida ajena. Un oficio mantenido por costumbre o por gusto a lo largo de los años en un pueblo español, que bien podría ser cualquier otro. Ven y cuentan, pero son imparciales, eso sí. Y es tal vez gracias a esa imparcialidad que les otorga Luis Landero lo que permite sentir la cercanía con los protagonistas de esta historia, así como su universalidad.Esteban, un joven "corto de criterio", queda embelesado ante el descubrimiento de las riquezas materiales. De condición humilde, mantiene la cabeza carburando en postales de conquistas inalcanzables y en cómo recuperar una herencia perdida desde hace más de cuatro siglos. La fe angelical del adolescente Luciano y su futuro como sacerdote se sobrecogen ante el arrebato de las pasiones amorosas. Bernardo, un hombre recluido en sus libros y sus estudios es sacudido por el descubrimiento de la caducidad de la vida y el amor tardío e inesperado. Don Julio, en su afán de ser alguien que deje huella en la historia del momento y también en la de la posteridad, vive bajo el yugo que impone la necesidad de reconocimiento, de protagonismo y la sed de gloria. Y por último Amalia, una maestra que se debate entre el amor prohibido de un adolescente y el templado y más conveniente de un hombre ya entrado en años. Cinco personajes cuyas vidas terminan convergiendo para repercutir en el destino de todos.Caballeros de fortuna es una crónica existencial. Es la historia de cuatro hombres que aspiran a un bien mayor y de cinco vidas que se entretejen para dejar asiento de que cada vida, cada historia y experiencia personal es parte de un todo en el que la Rueda de la Fortuna también tiene algo que aportar.