Vivimos tiempos extraños que nos lo recuerda Jürgen
Habermas, “nunca habíamos sabido tanto de nuestra ignorancia”. Estamos
asumiendo nuevas actitudes y desafíos como la cuarentena rompiendo nuestro
hábito gregario, ante un enemigo invisible que, sino practicamos la educación
ciudadana positiva, este virus hará añicos a países pobres como Perú con
sujetos reacios a normas de convivencia social.
Ante la imprudente violación de la cuarentena propagando
el virus a los demás, y poniendo en jaque nuestra supervivencia, resulta
urgente la praxis colectiva de una educación ciudadana viva como respuesta a
esta pandemia y las personas a liderar esta cruzada pedagógica son: líderes de
opinión, actores políticos, personajes influyentes y sobre todo la sociedad
activa, asumiendo su histórica y responsable actitud viendo al otro como a uno
mismo.
Educación ciudadana planteada por la UNESCO, como un conjunto de acciones vividas dentro de
la sociedad cultivando el aspecto cognitivo, socioemocional y conductual para
fortalecer la convivencia social. Positivamente diríamos, un comportamiento consciente,
ético y solidario que en contexto de crisis como el que padecemos capitaliza a
los actores sociales, empoderándolos para no repetir la historia en futuros
escenarios similares.
Sabiendo que no contamos
con rastreadores de celulares y no poseemos la capacidad de realizar pruebas
masivas y una incapacidad instalada de atender a pacientes del Covid-19,
precisamente nuestra única respuesta por el momento es el aislamiento social,
invitándonos manifiestamente poner en práctica nuestra educación ciudadana, ejerciendo
una labor solidaria de responsabilidad social en nuestro país camino al forzado compromiso.
Sin embargo, algunos sujetos atrapados en sus costumbres,
pecando de individualista sin reparar el costo social que significa contagiar,
perversamente gatillan la vida sana de la mayoría y desacatando la toma de
decisión del gobierno perpetran la democracia, poniendo a debate nuestras interrelaciones
humanas, pateando la cuarentena y la distancia social de aislamiento
obligatorio como una alternativa para atenuar esta pandemia.
En esta línea, la crisis
de salud universal empuja unirnos y poner en práctica lo obvio, aprender a
vivir juntos planteada en el informe de Jack Delors, enarbolemos el respeto a
los demás como clave neurálgico de la educación ciudadana activa y ejerzamos la
actitud tolerante como herramienta empática, propiciando la práctica de actitudes
solidarias hacia los otros que probablemente seamos nosotros mismos.
Asimismo, esta política
de confinamiento, involucra por el momento a las universidades peruanas
mayormente lucrativas que, en vez de estar preocupados en reaperturar sus
teóricas clases, es propicio liderar una educación ciudadana contextual y permear
a la sociedad con una actitud de cuidado social, generando una cultura viva que
si contagio a los demás tarde o temprano caeremos víctimas de nuestros propios
actos reprochables.
Definitivamente, la educación ciudadana positiva,
puesto en práctica colectiva puede marcar la diferencia entre nuestra supervivencia
y la extinción. Más allá de especulaciones teóricas esta inédita coyuntura es
una interesante oportunidad de aprender a ejercer con responsabilidad intergeneracional
ante esta pandemia que amenaza nuestra existencia, e ir preparándonos
mentalmente antes de empezar a convivir inevitablemente en un futuro cercano
con el coronavirus.