La aparición del coronavirus está
causando varios hechos inesperados, como: la reducción de la contaminación
ambiental, la familia reunida, la implementación de la educación virtual,
teletrabajo, reuniones virtuales, sesiones concejales, asesorías especializadas
virtuales, la fauna disfruta de la playa y del mar sin personas, reducción
considerable de la delincuencia callejera; entre otras situaciones positivas.
Seguro que también hay cuestiones negativas, que esta afectando el sector salud
y el sector económico y que a todo el mundo ha paralizado.
Estos días observaba atentamente
las situaciones que están pasando, y me he centrado en el área rural, escenario
en el que trabajo muchos años desde mi rol como especialista en desarrollo
rural sostenible.
Para entender mi apreciación,
empezaré recordándoles que, a partir de los años 80, en Perú sucedió un
fenómeno en la que empezó a mostrárseles a la población rural, que la migración
a las ciudades de la costa sería una opción para mejorar su vida. Y la
población rural empezó a dejar su vida en el área rural, donde tenían sus
parcelas, sus casas precarias, su vida, su familia y todo. Al llegar a las
ciudades de la costa, casi todos sabemos lo que empezó a pasar y principalmente
en Lima, empezaron a poblarla sin un ordenamiento territorial y a emplearse en
diversas actividades: comerciantes, cantantes, choferes, domésticas, amas, etc,
etc. Algunos optaron por acceder a estudios de nivel superior.
En el área rural, en los años
2000, se empezó a presentarle a la población que ellos podrían mejorar su nivel
de vida y una opción era empezar a producir cultivos rentables que les
permitiría generar ingresos. Entre los cultivos, que quizás las familias
rurales lo tenían como silvestres o para su consumo o para venderlo
precariamente a los intermediarios, tenemos el café, el cacao, las paltas,
frejoles y otros frutales; estos cultivos desde la perspectiva del desarrollo
rural sostenible, se auguraba que podría ser una opción para mejorar su vida de
una forma integral, cuidando su ecosistema y a la vez generándole ingresos para
qué mejore su vida, pero pensando más en el acceso a una vida digna. Y así en
la década del 2010, Perú empieza su auge de las agroexportaciones de cacao,
café, banano, etc, etc.
Todo ha caminado supuestamente
bien, en estos dos escenarios que les acabo de presentar, Perú catalogado como
el 2do exportador de cacao orgánico, generando ingresos en el sector agrario,
con un buen posicionamiento en las agroexportaciones. En Lima, tenemos: el
éxito del emporio de Gamarra, los Centros Comerciales moviendo miles de soles,
la dinámica comercial en el mercado interno, etc, etc. Ambos escenarios acordes
a la política económica neo liberal capitalista que rige en casi todo el mundo
y en Perú. Perú estas dos últimas décadas no ha sido ajeno al mundo globalizado.
En ambos escenarios, la población
rural migrante que actualmente radica en las grandes ciudades (Lima) y la
población rural que se quedó a seguir las estrategias de desarrollo sostenible,
fueron “aprisionadas” por esta economía de mercado que nos atrapó en una
economía consumista, haciendo que las personas caigamos rendidos ante la moda,
la tecnología, etc; hasta llegar a estar endeudados con la mágica tarjeta de
crédito.
Es decir, que las acciones que se
han venido haciendo, para generar ingresos en la población rural (ubicada hasta
hoy en el área rural), en vez de que ellos destinen estos ingresos para acceder
a mejores servicios de salud, educativos, agua, desagüe, una vivienda digna,
conservación del ecosistema, entre otros (una minoría si lo ha hecho). La
mayoría empezó a contagiarse de la “fiebre consumista”, por eso no es novedad
que, en una vivienda precaria del ámbito rural, encuentres el televisor Smart
tv de 48 pulgadas o la motocicleta de la mejor marca, entre otros bienes. Esta
economía neo liberal hizo que la mayoría de la población rural, empiece a tener
ambición por generar ingresos para poder consumir todo lo que el capitalismo
ofrece, y algunos empezaron a ingresar a negocios ilícitos. Como todos sabemos
los negocios ilícitos, traen consigo la denigración del ser humano.
Esta década, año 2020, llega con
una sorpresa que ha decidido paralizar al mundo y sobre todo a esta economía
neo liberal consumista. La aparición del coronavirus, nos presenta fenómenos
sociales que deberíamos todos detenernos a reflexionar y observar si realmente
las estrategias de desarrollo sostenible que hemos venido promoviendo son las
más acertadas. Me incluyó, a pesar que siempre mis aportes han insistido mucho
en el tema de los valores y los principios y enfáticamente en el desarrollo
humano, casi imponiendo las habilidades blandas; porque siempre he creído que
lo mejor es ser personas dignas y que la felicidad está en las pequeñas cosas
de la vida, el detalle de esto está en mi libro de desarrollo personal.
Prosiguiendo con estos fenómenos
sociales que nos presenta la aparición del coronavirus, hay cuatro hechos que
vale la reflexión en conjunto: (1) El estancamiento del más grande negocio
ilegal del país, como es la comercialización de la cocaína en los valles del
Huallaga y del Vraem, esto como consecuencia de la restricción del libre
tránsito. (2) El abandono de Pichari (corazón del Vraem) por cientos de
familias debido a la falta de empleabilidad de los obreros y deciden regresar a
sus tierras de origen. (3) En el caso de las grandes ciudades de la costa
(Lima), las personas están esperando la forma de regresar a sus tierras de
origen (área rural en su mayoría) porque consideran que si la situación de
coronavirus continuaría; es decir, una ciudad paralizada, sin una dinámica
comercial, ya no es atractiva para ellos; entonces la mejor alternativa es
volver a sus tierras porque ahí tienen asegurado donde vivir y qué comer y
además sustentan de nada vale seguir viviendo en una ciudad donde para comer y
vivir requiere recursos económicos y además en varios casos aún viven en zonas
donde no pueden acceder a los servicios básicos como es el agua potable y desagüe.
(4) Otra situación, es la que presentan las familias dedicadas a producir
cultivos para la agroexportación (cacao y café). Como se sabe un buen número de
estas familias, no han prestado la dedicación necesaria para estos cultivos y
con la presencia del coronavirus ha ocasionado que esta pequeña atención vaya
reduciéndose significativamente, por lo tanto, afectaría la cadena
agroexportable de cacao y café principalmente. Como muestran las estadísticas
del año 2019, el cacao había reducido considerablemente sus agroexportaciones
como cacao orgánico.
Estos fenómenos sociales nos permiten
reflexionar en lo siguiente: ¿les preguntamos a las familias rurales, si ellos
eran felices con su forma de vivir? ¿de dónde salió el concepto de pobre? ¿eran
pobres? ¿o el capitalismo o la economía neo liberal o qué les hizo creer que
eran pobres? ¿las personas realmente quisieron migrar a las grandes ciudades? ¿Por
qué tenían que aplicar (casi imponiéndoles) prácticas agrícolas para el mercado
orgánico, si este producto ellos no lo iban a consumir y si ni siquiera
sabíamos si realmente querían hacerlo? ¿Por qué tanta preocupación por parte de
los organismos públicos y privados por las plagas de los cultivos y por qué a las
familias agricultoras no les preocupa esto? ¿Por qué se han endeudado con la
banca privada y nacional y no lo han invertido en mejorar la agricultura de un
supuesto cultivo rentable y mejor decidieron invertir el dinero en un televisor
o en una moto o en otro bien que para ellos si era más importante? ¿Por qué han
considerado no pagar las deudas a la banca, acaso es tan importante para ellos
estar “limpios” en el sistema? Y finalmente y ahora que llega el coronavirus,
¿ellos realmente están preocupados por sus cosechas de los cultivos
agroexportables? o ¿están tranquilos comiendo de su chacrita: su plátano, su
oca, su papa, su maíz, sus gallinas, etc?. Y además cabe tener presente que en
su mayoría las familias rurales son beneficiarias de los programas sociales.
Con esto quiero decir, ¿es
realmente esta la estrategia? o ¿es momento de repensar en una nueva
estrategia? y vuelvo a insistir, ¿no es mejor trabajar procesos sostenibles
basados en el desarrollo humano, que nos permitan hacer un “capital social”?;
es decir, fortalecer a las familias rurales de forma organizada pero basada en
principios y valores; como son las relaciones de confianza, reciprocidad,
solidaridad y cooperación, la moral, la ética, la cédula de la sociedad, etc. Apostar
por la educación y programas de capacitación para jóvenes, mujeres y niños que
tengan estas visiones integrales. Sumando a todo esto, es necesario seguir
incidiendo en programas que contribuyan a la gestión adecuada de los recursos
naturales, como su hábitat que les ofrece la naturaleza una vida sana y que
permitirá asegurar recursos como: el agua, mejores suelos, recuperación de bosques
y de la fauna, entre otros. Impulsando la agricultura ecológica para que las
familias rurales disfruten de sus cosechas para que tengan una alimentación
saludable. Finalmente, quiero terminar con un comentario que me dijo el líder
de una comunidad awajun: “Ingeniera aquí estamos bien, cosecho lo que quiero
comer y si quiero pescado voy al río y pesco”, para un buen entendedor pocas
palabras.