En las últimas semanas la naturaleza ha mostrado la
fragilidad de la humanidad, los países se han enfrentado a dos duros panoramas
a nivel global. El primero, el llamado Covid19, que afecta de manera importante
a la población y que le ha cobrado la factura a cerca de 21,000 personas, cosa
que no solamente ha llevado a la cautela a los gobiernos de casi todo el mundo,
sino que, como segundo panorama, ha golpeado de manera contundente al estilo de
vida económico de las personas que asustadas por las muertes se ocultan en sus
casas.
La tasa de contagio de este virus es muy alta, ya se
registran cerca de 465,000 casos con una tasa de mortalidad relativamente baja,
al ser solamente del 4.5%, y aunque mucho permanecen enfermos, el panorama se
siente favorable con una tasa de recuperación satisfactoria es del 25%.
En el caso de México según declaraciones del representante
de la OMS en México, Cristian Morales, se espera que únicamente el 6% requiera
de atención médica especializada, mientras que el otro 94% podrá ser de la
población contagiada que se presenta asintomático o con síntomas leves como son
fiebre ligeramente alta, rinorrea ligera y dolor de cabeza, por lo que una
buena parte de la población apenas sentirá el efecto médico del Covid19.
Es importante controlar la expansión del virus y contenerlo
pues, aunque en muchos casos será asintomático, en muchos otros puede ser el
vehículo de infección para la población de alto riesgo, derivado de esto, la
mayoría de los países del mundo, han considerado como premisa principal el
preservar la mayor cantidad de vidas humanas y con ello, han decidido suspender
las actividades de forma indefinida confinando a las personas a sus casas tanto
en el sector público como en la mayor parte del sector privado, mientras que
los esfuerzos empleados en estrategias enfocadas a la prevención se empiezan a
apagar en todo el mundo.
En el caso de México no solamente existe un riesgo de
contagio, sino que se ha enfermado la economía derivado del cese de actividades
de muchas personas por cuarenta voluntaria e involuntaria en la búsqueda de
contener el virus y el pánico que este ha generado. Por ello, los mercados han
quedado parcialmente inmovilizados y la población se ha visto de múltiples
maneras afectada.
Incluso los países donde existen las condiciones laborales,
sociales, económicas y políticas necesarias para enfrentar esta pandemia se han
visto presionados para rescatar económicamente a sus habitantes, pero en el
particular caso de México esto es prácticamente imposible.
El tener una reglamentación amañada y convenenciera en
materia laboral ha permitido que miles de personas mexicanos se queden sin empleos
con de este golpe a la economía, se les ha negado la posibilidad a las empresas
de redirigir sus recursos al negar categóricamente los estímulos fiscales y con
ello se han intensificado las necesidades descubiertas de las personas, en
donde los que tienen un empleo formal en un minuto han visto reducir a poco o
nada su sueldo, mientras que por otro lado el 70% del país, que todos los días
sale a buscar el ingreso que les da de comer, simplemente han visto
desvanecerse la posibilidad de sobrevivir, una posibilidad que por desgracia
cada día se diluye más.
Así, con dos niveles del problema económico, se gesta una
espiral que puede finalizar en una crisis cataclísmica para nuestro país, en
donde por el lado de la demanda el 70% (empresarios y empleados) vean
liquidadas sus ganancias y sueldos por la falta de ventas y a su vez, por el de
la oferta (pymes, comercio informal y sector primario) vean disminuidas en
forma muy importante sus ingresos y entre permisos e impuestos el gobierno
también vera disminuida su recaudación, generando con ello la falta de
inversión pública lo que desincentiva la inversión y se traza la mencionada
espiral de los mismos ingredientes, que termina por hundir la economía
nacional.
Es lógico preguntarse ¿En dónde está el dinero? ¿Dejó de
existir? La respuesta es no, el dinero sigue existiendo, pero se inmovilizó, concentrado
en ciertos sectores que se benefician del pánico, principalmente en consumo básico
y de cuidado de la salud. Aunque es normal que exista una concentración en
tiempos de pandemia, lo que no es recomendable es que simplemente la economía
sufra un estancamiento derivado de la inmovilidad del dinero.
Entendamos que el dinero tiene un efecto multiplicador, que
gira en todos los sectores y familias en una cadena que se reinicia
constantemente, en algunos puntos se acumula, como es el caso del ahorro, y en
algunos otros vuelve a reintegrarse en la economía en el maravilloso proceso
del consumo que vuelve a las economías líderes.
Pensemos en el caso de Estados Unidos o Alemania, ellos centran
sus esfuerzos en generar productos estratégicos y financieros, mientras que utilizan
a los países periféricos para dotarse del consumo que necesitan y así expanden
sus mercados de consumo y de mano de obra en la búsqueda de abaratar costos y eficientar
los procesos productivos, a esto le llamamos capitalismo y aunque nos han
enseñado que no, para muchos funciona muy bien.
Pero al detener las economías no solamente dominantes, sino
el propio consumo interno, nos encontramos en una condición en la que los
mercados simplemente se estiran hasta que revientan y todos los que forman
parte directa o indirecta de los procesos productivos y del flujo del dinero, deteniendo
el efecto multiplicador, quedando las familias desprotegidas, disparando con
ello las tasas de violencia y
delincuencia, sumiendo a los países en una pandemia igual de contagiosa pero
más letal a la que llamamos pánico.
Así es que el problema pareciera ser más económico que de
salubridad, el cual se agravará con el paso del tiempo mientras se vuelva más lenta
la recuperación de la salud pública. Por ello es imperante generar ambos
efectos, tanto salvar la mayor cantidad de vidas que sea posible como mantener
se continúe la dinámica económica.
El problema es sencillo, si las empresas no obtienen recursos,
por más que se endurezcan las políticas laborales y por más que se establezcan
apoyos sociales, se mantendrá una condición de desequilibrio económico, pues no
es lo mismo generar apoyo por 400 mil millones de pesos dosificados en un
periodo total que dure la contingencia que los 65 mil millones de pesos que se
mueven todos los días en México generado de la actividad económica, según datos
del Producto Interno Bruto (PIB).
Por ello que es importante no solamente seguir las medidas
de prevención y cuidado que instruye la OMS, sino acelerar la identificación de
casos y con ello el aislamiento únicamente de las personas que se encuentran en
riesgo, pues de no ser así, el prolongamiento de las medidas que incluyen el
detenimiento de las actividades que incluyen[AS1]
muchas fuentes de empleo se verá cercenada y con ello el futuro de muchas
familias.
Podría ser mucho más eficiente una explosión de los casos,
recluir y atender a quienes se infecten en ese proceso que ampliar la curva de
contagios en donde los periodos de pánico afectarán por más tiempo a la
economía y por ende a las personas que la integramos.
En concreto, lo que está en el tintero es generar una
reactivación de la economía lo antes posible a través de:
Intensificación de la identificación de casos y con ello el
aislamiento de las personas que así lo requieran.
Inversión y habilitación de hospitales y servicios médicos
de todos los ámbitos tanto público, privado y militar con el fin de atender la
explosión contagios, enfocada únicamente a la población en riesgo.
Reactivación de los sectores económicos e incentivos
fiscales que generarán un sostenimiento de las empresas y por tanto de sus
empleados.
Movilización de efectivos tanto de seguridad pública local y
federal como de la guardia nacional con el fin de garantizar la propiedad privada,
evitando la rapiña y violencia que ya se está generando.
Finalmente, en caso de ser necesario la duración mínima (15
días) del proceso de contención de la población únicamente como medida de
identificación, sin dañar áreas estratégicas que permitan sostener las medidas
sanitarias, alimenticias, financieras, de comunicación y de más que son
necesarias para la población.
Esto no garantiza la efectividad ni el bienestar de toda la
ciudadanía en temas de salud pública, pero aliviará las presiones en los
mercados e iniciará un proceso de reactivación económico efectivo que, si bien no
será inmediato reactivará la economía lo antes posible, con la menor cantidad
de afectaciones que es posible tener al buscar el equilibrio entre ambos
conflictos, antes de que la propia ciudadanía víctima de la desesperación por
la contracción económica, genere una explosión del contagio y el proceso de
reclusión tenga que volver a empezar ampliando más el tiempo de afectación.
Un especial agradecimiento en este análisis a ASR y al Dr.
Doom.