No solo eres tú, somos
todos. Cobijado bajo la túnica de la esperanza que mañana las estrellas volverán
a brillar más intensamente, escribo desde mi trinchera pedagógica. Habrá en la historia de la humanidad un antes,
esta sugestiva experiencia del cual hoy reflexiono y un post coronavirus que
transformará profundamente nuestras vidas que, curiosamente quedándonos en casa
ya estamos haciendo mucho por salvar nuestro maravilloso planeta y estamos
dando al traste esa frase egoísta y tan trillada, “sálvese quien pueda”.
Nuestra forma de vivir
que habíamos heredado y aprendido cómodamente en la escuela y reforzada en la
sociedad, está siendo erosionada y demolida por el coronavirus, por lo que debemos
desaprender apresuradamente para aprender con la misma urgencia nuevas maneras
de convivir y hacer frente exitosamente al ataque del virus y las asechanzas de
otras pandemias del futuro, en un mundo fatalmente impredecible.
¿Qué entendemos por desaprendizaje?
El término aprender a desaprender probablemente lo acuñó Alvin Toffler. Esta
idea incita al sistema educativo, enseñar a desaprender para volver a aprender
en otros escenarios. Peter Senge lo resume magistralmente, quizás la única
competencia que posee el ser humano para hacer frente a los retos del incierto mañana
es, desarrollar rápidamente la capacidad de aprender a desaprender y tornar a
reaprender. Desafortunadamente el sistema educativo aún no practica a nivel
global, pues atiborramos a los estudiantes con una masa de vanos contenidos que
hoy de poco sirve ante un real azote mundial.
Durante esta inédita
experiencia, la familia, irónicamente relegada a un segundo plano debido a que
aprendimos disfrutar voces del atroz consumismo y la salvaje competitividad: “Se
el mejor”, “trabaja en equipo”, “disfruta hoy y paga mañana en cómodas cuotas”.
Revelémonos y aprovechemos la oportunidad, reivindicándonos en familia como nuestro
único bastión de felicidad, reaprendiendo todos a disfrutar las labores del
hogar, hacer ejercicios, comer sano y ejerzamos sostenidamente la pedagogía de
la resistencia a través de una comunicación sincera y sonriamos en tiempos de
coronavirus como un acto de desaprendizaje familiar.
Con la irrupción de las
redes sociales aprendimos abrumadoramente llamar la atención y auto
publicitarnos a nivel planetario, compartiendo nuestras imágenes cotidianas, disfrutamos
el chat de la amiga, frecuentamos el Facebook de viejos amores,
inundamos triviales informaciones y seguimos a cualquier pobre diablo,
generando una sociedad papagayo hastiada de bazofia, pues lo que cuenta son los
likes que, en estos momentos difíciles generan una histeria colectiva,
cuando inmediatamente requerimos usar responsablemente estas redes y empoderar
de cognición a la sociedad global como sugiere Yuval Harari, “Una
población bien informada suele ser mucho
más poderosa y efectiva que una población ignorante”.
Desaprendamos juzgar y
criticar las actitudes de los demás. Nos lo pasamos la vida desconfiando del vecino
de al lado, y nos autoproclamamos orgullosamente ser los mejores; pues bien, es
momento de demostrarlo ayudando a los demás y aceptemos con buen humor nuestras
limitaciones y defectos que solos somos vulnerables. Aprendamos a ver al prójimo
como nuestro mejor aliado, cavilando aquello que le sucede tarde o temprano nos
sucederá y desplegando el trabajo cooperativo solidario, evitaremos contagios
asegurando nuestra supervivencia.
El empresariado mundial está
obligado a desaprender enriquecerse y especular en confabulación con los
funcionarios en tiempos de emergencia y aprender ser más humanitarios,
sobreponiendo al ser humano sobre los bienes materiales, así como impulsar los
vuelos gratuitos para la libre circulación de científicos, pensadores, periodistas,
médicos y el transporte de insumos clínicos, volando solidariamente a nivel
global para salvar vidas.
Alejado del dramatismo griego, si
la ciudadanía global no desaprende sus añejas costumbres, penetraremos un lúgubre
callejón sin salida y pondremos en juego nuestra supervivencia y para ello
debemos sacar lo mejor de nosotros que, seguramente todos venceremos una vez
más estas plagas y rompiendo paradigmas del ayer, aprendamos a convivir
armoniosamente en esta aldea global y comprometamos a los líderes mundiales, al
G8 y al G20 a tomar decisiones inmediata, si pretendemos que continúe la excitante
función de la vida; así mañana no volvamos a la normalidad, hoy practiquemos el
distanciamiento social desde la mirada de Gideon Lichfield.