. El mundo necesita ciencia, mucha, y necesitamos
científicos. Permítanme que comience una serie de biografías recordando a
algunos de los más importantes de la Historia por orden cronológico, aunque
para comenzar haremos una excepción en eso, para hablar del gran Dmitri
Mendeléyev.
El
gran Dmitri Mendeléyev nació un 8 de febrero de 1834 en un lugar bastante frío,
en Tobolsk, capital histórica de Siberia, que pertenecía por entonces al
Imperio Ruso de los Romanov.
Sus padres, Iván Pávlovich Mendeléyev y María Dmítrievna Mendeléyeva tuvieron a bien convertirlo en el menor de 17 hermanos. Vivían de la fábrica de cristal heredada del abuelo materno, regentada por su madre al quedar su padre ciego al año de nacer el bueno de Dmitri.Era la joya de la familia. Cuando la fábrica
ardió por accidente, su madre decidió invertir el dinero que les quedaba en la
educación de Dmitri y se mudaron a Moscú tras el bachillerato de éste, para que
pudiera estudiar en la universidad moscovita. Sin embargo, el hecho de ser de
fuera de la capital le cerró las puertas de la institución, lo que los obligó a
emigrar de nuevo a San Petersburgo para estudiar en el Instituto Pedagógico,
gracias a la beca concedida por un amigo de su difunto padre.No fue fácil, su madre y hermana murieron al
año siguiente de llegar a La Joya del Báltico, y a él le dieron dos años de
vida por culpa de la tuberculosis…pero sobrevivió, y con 23 años comenzó a dar
clases en su universidad.Viajó a distintos congresos donde conoció a
figuras como Kirchhoff y Bunsen, y sobre todo Stanislao Cannizzaro, cuyas ideas
sobre el peso de los elementos le dejaron impresionado.Hacia 1860 inició un trabajo apasionante: escribió
las propiedades de los elementos químicos conocidos en fichas y al ordenarlas
comprobó que 60 aparecían en fila y la mayor parte de los elementos se
ordenaban de manera ascendente conforme a su masa atómica relativa. Así, los elementos
con mismas propiedades químicas se ordenaban en grupos verticales. Si bien existían trabajos previos, su trabajo
era de una dimensión incomparable, ya que permite observar un patrón en las
propiedades de los elementos y permite intuir la existencia de elementos por
descubrirse en base a ello (en su época se conocían 69 elementos, la IUPAC
admitió 118 elementos en 2016, 92 naturales y 26 obtenidos en laboratorio a
partir de los anteriores). Nacía la primera imagen otorgada a todo químico
cuando entra por la puerta de la facultad: LA TABLA PERIÓDICA DE LOS ELEMENTOS,
presentada a la Academia de Ciencias de Rusia en 1869.Fue uno de los prohombres de su tiempo, la
descripción de Hombre del Renacimiento aplicada a los grandes maestros
italianos del siglo XV podría aplicarse perfectamente a él. Asesor del ministro
de Hacienda ruso, escritos sobre economía y problemas sociales…Trabajó en
campos tan diversos como la agricultura, ganadería y la industria del petróleo,
aprovechando para ello su estancia en EEUU en 1876 poniendo en práctica los
conocimientos adquiridos allí en las extracciones del Cáucaso.Era un adicto al trabajo, el cual desarrollaba
siempre refunfuñando, sobre lo que decía le permitía mantenerse cuerdo y no
desarrollar úlceras de estómago. Hombre barbado hasta el extremo, cuentan las
malas lenguas que se afeitaba una vez al año, inventó el hipsterismo antes que
existieran los propios hípsters. También le pegaba al cigarrito, pero eso no
era novedad, ni de la época ni del país. Nunca tuvo el reconocimiento debido en Rusia, a
pesar de todo ¿Por qué? La Rusia de los Zares, inmovilista y arcaica. A pesar
de crecer en la fe ortodoxa por ascendencia materna, su madre lo animó a buscar
la verdad científica, y esas ideas liberales le perjudicaron, tanto que no pudo
conseguir uno de sus sueños: ser presidente de la Academia Imperial de Ciencias
de Rusia. Era un defensor del proteccionismo y el desarrollo de las industrias
nacionales. Tampoco obtuvo el Premio Nobel a pesar de ser
una de las mentes más brillantes de la historia. En 1906, el Comité Nobel de
Química postuló a la Academia Sueca de Ciencias a Mendeléyev como candidato.
Rara vez dicha institución desoye al Comité, pero esta vez lo hizo…por culpa
del químico sueco Svante Arrhenius, galardonado años antes y cuyo premio fue muy
criticado por el bueno de Dmitri. El sueco tenía mucha influencia en sus
colegas de la academia y provocó que una de las mentes más brillantes jamás
conocida fuera premiada con el galardón más importante concedido por el ser
humano.
Murió al año siguiente en San Petersburgo, una
fría mañana de febrero de 1907, donde continúa morando para la Eternidad en el
cementerio Vólkovo.