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En las sociedades
modernas de fines del siglo diecinueve y principio del veinte, no era para nada
relevante preocuparse por salvaguardar el ambiente o defender a los animales de
la matanza por placer, en safaris organizados desde las ciudades más cultas y desarrolladas.
Que ocurrió en
los últimos cincuenta años, que ha ido creciendo década a década, la
preocupación por el ambiente y de defensa de los animales, atribuyéndoles
derechos mínimos como seres vivos, sancionando socialmente la cacería por
deporte como le sucedió al rey Juan Carlos 1 de España, al ser fotografiado en
un safari en África, cazando elefantes.
Alrededor de los
años setenta nace un movimiento muy crítico del proyecto modernista, del ideal
de emancipación y progreso continuo, centrándose en el modelo capitalista, el
trabajo y la familia. Que luego de dos guerras mundiales, el gran avance
económico de posguerra para las sociedades desarrolladas, surge un desencanto
con los valores de la propia modernidad, cambiando muchos estilos de vida, apareciendo
nuevos valores, como la defensa de la paz en contraposición al honor de ir a la
guerra, como lo hicieron los jóvenes europeos en la primera guerra mundial,
donde el honor estaba por encima de la vida y la paz.
Estos cambios se
dieron principalmente en las sociedades desarrolladas, por lo que se comienza a
visualizar un quiebre de la modernidad hacia una nueva modernidad o
posmodernidad.
En este contexto
de desarrollo posmoderno, comienza a gestarse el avance de la conciencia
ambiental y de defensa de los animales, como valores pos materialistas, en
contraposición a los valores materialistas de lucha por la supervivencia,
expresados y defendidos en la modernidad.
De la utopía
progresista y emancipadora que la modernidad auspiciaba, no solo no se pudo
cumplir con estos ideales de fe en el progreso como la palanca para la
emancipación de la gente, sino que en el camino desbocado de progreso, la
maquinaria industrial con una política depredadora, arraso con gran parte de
los recursos naturales del planeta y sus ecosistemas.
Cuando en la
década de los setenta y ochenta solo en las sociedades más desarrolladas se
visualizaba esta nueva conciencia por el planeta y los seres vivos, hoy en día
cada vez más se está globalizando esta conciencia tomando la forma de una red
mundial. Lo que provoca la deslocalización del fenómeno, como se creía que era
solo un movimiento de sociedades desarrolladas que ya habían conseguido cierto
bienestar económico. Esta deslocalización no solo es espacial sino temporal,
porque hoy puede una persona entrar en contacto fácilmente a través de la red,
con una acción en defensa de las ballenas, realizadas por un grupo ecologista
hace veinte años, sintonizando con esta
lucha de defensa de la vida, tomando conciencia de la problemática, propiciando
la proliferación de estos nuevos valores para lograr los cambios de conciencia
global. El fenómeno de las redes de comunicación mundial como internet, está
dando forma a la conciencia, en una gran red interactiva, generando olas de
opinión, que propician nuevos estados de conciencia.
Esta deslocalización
es producto de la globalización y el desarrollo de las comunicaciones, en donde
al tener la conciencia una forma de red, como una gran telaraña que abraza al
planeta, lo que suceda en un nodo de la red puede afectar en cualquier otro
lugar de esta, sin necesidad si es o no una sociedad de bienestar. Aun en
los lugares más remotos, alguien puede entrar en contacto con un suceso y una
problemática en el otro extremo de globo y participar e interactuar con esta
red de conciencia. Hoy un incendio en
Australia puede sensibilizar a todo el planeta, en defensa de los animales, la
flora y los ecosistemas. Tomando conciencia y reflexionando sobre algo que
antes solo afectaba a los australianos. Se comienza a tomar conciencia de la
tremenda interdependencia de los seres humanos, el planeta, sus ecosistemas y
de la vida en su conjunto.