. Sufrir y disfrutar. Eso he hecho con este magnífico libro de relatos: por sentirme identificada en muchas ocasiones para bien y para mal. Ser periodista es formar parte de un club donde el amor y el odio son capaces de convivir (a la fuerza ahorcan). Antonio Manfredi, curtido en el oficio se suelta la melena y aprovecha –merecido se lo tiene– para contar realidad y verdades con el envoltorio de la ficción.
Un periodista centra el protagonismo en cada uno de los 25 relatos donde se intercalan las cuestas y los sinsabores con la satisfacción que sin embargo, supone sentir la piel que habitan. Pero ojo, que no es un libro solo para periodistas. De hecho, es una lectura perfecta y también muy necesaria para quien desee saber en qué consiste este trabajo; sobre todo de sus bambalinas.
Manfredi quita la careta de esa pátina glamurosa que suelen adjudicar películas y series a esta profesión: tan infinita como sus formatos, las personas que lo ejercen y tan esperanzadora como deprimente. Derriba los mitos fantasiosos que rodean este campo a través de los fantasmas que titulan su libro. Para ello pone al límite a algunos de ellos –lo cual muchas veces es totalmente cierto– para que el lector sepa de las complejas veredas por las que toca transitar cuando la información es el objetivo. La ética o nulo ejercicio de la misma, revela hasta qué punto su ausencia demoniza al resto del ejército legal que se levanta cada mañana con la intención de hacer su trabajo de forma correcta. La experiencia y sus batallas del pasado y presente pone la bata de cirujano al autor para diseccionar tropelías, venganzas, románticos del oficio, los mal llamados en ocasiones “periodistas” de raza que ocultan su incapacidad para evolucionar, el espíritu de sabueso y sus riesgos, las ganas de a pesar de todo... intentar seguir siendo buenas personas. Porque si alguien tiene mala prensa, ese es el periodista. Y casi siempre, los reproches caen sobre el inocente por el afán globalizador que mueve al mundo y a la masa. Estos fantasmas conjugan el yin y el yang del ejercicio de este trabajo. Las proporciones ya son una percepción muy particular y el Manfredi escritor se debate en este sentido entre sus relatos. Contar el lado oscuro no es ningún problema para él. Faltaba más. Pero la pasión y la belleza que rodean el oficio tampoco faltan. Los relatos son una de cal y otra de arena en un ejercicio claro de crítica y homenaje al periodismo. Decía en una entrevista Antonio Manfredi que el subconsciente no se ha ido en ningún momento mientras escribía. «Esto es más barato que ir al psicólogo, te lo puedo asegurar», añadía después con razón, dado que la escritura –con o sin periodismo– es una creación y como tal, pone el chándal al cerebro que a veces, anda demasiado aburrido y decepcionado de lo mismo. No es que se lea fácil, es que se devora. Aunque algunos relatos requieran de mayor concentración, el lenguaje es totalmente accesible y ameno. El formato breve de cada pieza convierte en suspiro de cada uno de ellos. Probablemente, estos fantasmas acumulan en la cabeza de Manfredi muchos más capítulos. Esta frase es una invitación para que los derrame en el futuro. Sean o no periodistas los personajes. Porque si hay algo que permite la profesión –si no te encierras en un despacho– es conocer cara a cara mil jugosas historias y potenciales protagonistas. Por cierto, me encanta la portada: divertida con esa máquina-calavera y esos huesos completando la postal. Porque el periodismo es un peligro pero... también un gustazo para los que compartimos oficio con Antonio Manfredi.