. Según los incondicionales de los Cazalet es indispensable seguir los pasos en orden para hacerte con los personajes, conocerlos y disfrutarlos, pero eso lo he sabido después. La compra del libro fue en un arranque y me arrepiento porque, aunque me haya gustado “Un tiempo nuevo” he recortado la posibilidad de disfrutar mucho más.
De no haber contado con el esquema de protagonistas y secundarios habría resultado un infierno aclararme quién es quién. Incluso con él a veces me he sentido en un laberinto porque son cuatro los hermanos Cazalet con sus respectivas mujeres, algunas segundas esposas –también relaciones paralelas– y muchos hijos –y lo suyos propios– en los que pensar a la vez. No sabía de dónde venían, cuáles eran sus historias y aunque el contexto ayuda, al principio me perdía una y otra vez entre tantas conexiones familiares.
El «tiempo nuevo» arranca con la Inglaterra del final de la II Guerra Mundial. La familia se disgrega desde Home Place, la parada donde han crecido los hijos que vuelan buscando su lugar en el mundo. Pese a que el desenlace del período bélico promete el final de lo “malo”, la esperada reconstrucción no llega tan rápido como todos desearían. Resurgir de las cenizas se hace una cuesta arriba. El presente cambia y hay que encarar el futuro asumiendo el pasado. El tono costumbrista de la novela es otro de los encantos del libro. De fondo subyace el telón histórico del que nadie se puede aislar. Se han modificado algunas cosas en la rutina diaria: ni la familia, ni los recursos económicos, ni las situaciones personales son las mismas. Las confusiones, reencuentros tras despedidas que parecieron definitivas, los desapegos, el enfrentamiento a miedos personales, los secretos más o menos enconados se van desplegando a lo largo de la lectura. Insisto en que encontrarme de golpe con estos universos personales ha sido inasumible, aunque el árbol familiar sea una guía fantástica. Pero no contar con su evolución, a diferencia de quienes hayan leído las tres entregas anteriores, ha sido como saber de unos “conocidos” y no de unos “amigos” de tiempos pasados. Como quedarse a medias. La emoción que transpiraba un comentario en redes sociales de la editora Belén Bermejo –de quien me fío– ha hecho que me tire a la piscina sin prepararme para entrar en la casa Cazalet. Pero claro, nadie tiene la culpa salvo yo misma, por mis ganas de cotillear en una gran familia –hace tiempo que no leo una serie de estas características– de la sociedad inglesa a mediados del XX. Es lo que tienen las sagas: si te enganchan, es tentador saber de cada habitación, relación, malestar, piques, rencores y amores variados. Despiertan la vena de la “vieja del visillo” que todos guardamos en diferentes grados. Y aun así, aunque se hayan quedado en conocidos y no haya podido cogerles el cariño que me hubiera gustado, la lectura ha sido muy agradable, entretenida e interesante. Me ha encantado el papel del popular amigo de la familia en medio de fuegos cruzados pese a su discreción, sin querer meterse donde no le llaman. Aunque en esta parte en concreto, no le ha quedado más remedio –por así decirlo- que llegar hasta el fondo. El resto de historias son numerosísimas y su trenzado dibuja el escenario Cazalet con ritmo ágil, aunque lógicamente algunas tienen más fuerza y morbo que otras. Así que disfruten esta familia pero, ¡no hagan como yo! Lean por orden la serie.