Reseña "El Club de la Buena Estrella" de Amy Tan

Tres décadas desde su publicación no restan potencia a esta maravillosa novela sobre la incomunicación generacional y cultural. Es la historia del choque insalvable entre madres nacidas en China y sus hijas, de Estados Unidos. Sus mundos ejemplifican dos bandos situados a los dos lados del muro.

 

. Es la historia del choque insalvable entre madres nacidas en China y sus hijas, de Estados Unidos. Sus mundos ejemplifican dos bandos situados a los dos lados del muro.
  Las reuniones que las madres iniciaron en su país de origen, a las que llaman El Club de la Buena Estrecha, permiten que las paredes se vayan reblandeciendo. Eso sí, con enorme esfuerzo e intensos tramos de dolor superlativo y mediando las cesiones y la comprensión.

  Solo el conocimiento de las historias que las madres guardaron –algunas bajo llave– y silenciaron permitirá que las hijas puedan observarlas de otra manera. Les cuesta entender esa manera de aferrarse al imaginario chino, plagado de mitos, refranes y creencias que para las madres son verdades absolutas. Y es lógico. Las hijas nacieron en un lugar y un tiempo radicalmente distinto; sus prejuicios son tan grandes como los corsés que oprimen a las madres.

  Es fácil perderse con la estructura de la obra, dispuesta en bloques de historias, con nombres que a un lector occidental cuesta retener (por eso resulta práctico el listado del comienzo del libro). Además, los intervalos de aparición entre madres e hijas son a veces tan amplios, que cuesta rebobinar, recordar quién era quien. Pero, este club engancha y te vuelves a reenganchar cuando el libro va avanzando –Me costó al principio– gracias a la maravillosa escritura de Amy Tan: llena de sensibilidad, potente, apoyada en relatos donde la magia sobrevuela y te envuelve.

  Las reuniones desentrañan terribles nudos emocionales enterrados por las madres –fue su manera de sobrevivir– y las hijas no son culpables de ello, aunque sí sus prejuicios y la falta de empatía de algunas. Todo ello se comprende en sus miradas de reojo, hastío y enfado; más de las que han sido víctimas indirectas de las tragedias de las matriarcas. Encontramos pasajes terriblemente duros en este sentido, con prácticas y acciones que resultan crueles, por mucho que las avale tradición o experiencias traumáticas.

  Hasta su lenguaje es distinto. El de las jóvenes, directo, sin misterios, se han criado en otro mundo, no son las que emigraron y huyeron de China, ni responsables de las rémoras con las que fueron educadas sus progenitoras. Y sin embargo..., ningún muro es infranqueable.

  Abrir los oídos, intentar comprender, es posible cuando media una parada, la reflexión que permite destensar la cuerda. Nunca las hijas podrán vivir la vida de sus madres, pero la sangre sumada a la comprensión convoca a un ritual de hermanamiento donde las aguas no tienen por qué ser un maremoto.

  Este libro es duro y entrañable; sensible y cruel. Despliega muchos binomios que Amy Tan conjuga de forma deliciosa, convirtiendo lo imposible en posible; capaz de revertir la tragedia en hermosura. No voy a describir cuáles son cada una de las historias. A lo largo de treinta años imagínense cuánto se ha desvelado de esta obra que dejó maravillados a miles de lectores por todo el mundo.

  Quiero destacar el conjunto, las sensaciones tan poderosas que transmite si decides sentarte en una de las sillas del club. La curiosidad, la angustia, pero también la ternura te convierte en socia de este increíble grupo donde la ira y el amor hacen relevos, a medida que unas y otras son capaces de contar lo que nunca compartieron con sus hijas.

  No es que estas últimas caigan de rodillas ni perdonen en un instante los errores, pero entran en una dimensión donde se baraja un posible perdón y por tanto una nueva manera de caminar en la vida. Conocer el origen, el porqué de los hechos no justifica al cien por cien las acciones, pero sin abrir los ojos los conflictos seguirán enconados para siempre.

  Cuesta creer que el oxígeno pueda entrar por el muro de separación, pero Amy Tan consigue con esta hermosa historia descubrir veredas e hilos con los que restañar heridas y entrelazar corazones residentes en distintos universos. Puede ser una historia mil veces contada, pero hay que hacerlo tan bien como lo hace ella. Ese es el mérito.

UNETE



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