A cada rato ocurren hechos que
confirman el estado deplorable en que se encuentra la infraestructura pública,
y en especial la de carácter vial, aunque también la eléctrica, petrolera,
siderúrgica o petroquímica.
En cuanto a la primera, nada más
en las últimas semanas se tiene la cuasi-eclosión del tramo de la carretera
Panamericana que comunica a Caracas con Los Teques, el derrumbe de las vías
aragüeñas a Ocumare de la Costa y a Choroní, la interrupción del tránsito en la
troncal Barinas-Mérida, el agravamiento de las condiciones de la autopista
Valencia-Puerto Cabello, y pare usted de contar.
Desde las principales arterias
del Táchira hasta las de Anzoátegui, la gravosa situación tiende a ser similar.
El deterioro de la Autopista Regional del Centro no sólo es alarmante sino
oneroso y peligroso para los usuarios. La carretera vieja Petare-Guarenas
también está en condiciones extremas, y hasta se desmorona la célebre
"Trocha" de la autopista Caracas-La Guaira.
En días recientes, por cierto, el
"Gobierno bolivariano" inauguró la última etapa de la autopista José
Antonio Páez, la que incorpora a San Carlos al sistema, pero la buena noticia
ha quedado empañada por la negligente demora en los trabajos del sector La
Guama de la troncal 5 que atraviesa al estado Cojedes, lo que ocasiona
kilométricas colas en el área correspondiente.
A todas estas, el viaducto de La
Cabrera, en Carabobo, se acerca a la probabilidad de colapso, al igual que se
agravan las fallas de borde en Hoyo de la Puerta, y ni hablar del abandono de
muchas vías falconianas, por no mencionar los casos de las carreteras llaneras,
sobre todo en Guárico y Apure. Un panorama francamente desolador, y con el
agravante de que se ha incubado en medio de una caudalosa bonanza petrolera.
Las razones que pueden explicar
--mas no justificar-- la presente realidad son variadas, pero todas ellas
derivadas de una fuente central: la desgobernanza bolivarista. Comenzando,
desde luego, por la "re-centralización" de competencias viales en el
ministerio del ramo o el despojo político de las mismas a las gobernaciones.
Encima, el referido ministerio ha
sufrido cambios y recambios que lo han hecho menos operativo. Del ministerio de
Transporte y Comunicaciones se pasó al ministerio de Infraestructura, después
al ministerio de Obras y Hábitat y, de nuevo, al MTC. Entre tantas e
improvisadas mudanzas, una de las víctimas principales ha sido (y es) la
sistemática labor de mantenimiento preventivo.
De allí que el ministro Francisco
Garcés ande del timbo al tambo, colocando pañitos calientes a punta de
cuadrillas de emergencia, mientras el conjunto de la infraestructura vial se
desmorona a lo largo y ancho del territorio nacional. Lo único que falta es que
le vuelvan a cambiar el nombre a su despacho. Y éste podría ser el del
Ministerio de los Escombros.