... ¿realista? “Suelo virgen” está abierto a interpretaciones sin perder de vista el marco histórico –la década de 1868 a 1878– en una Rusiadonde el autor trata de dilucidar cuál es la mejor fórmula para que el pueblo se levante contra la opresión y las injusticias.
Turguénev expone la realidad de su tiempo donde los personajes representan el gran abanico de estratos sociales que intentan unirse de manera infructuosa para tratar de emancipar al segmento más pobre de la población. Llegar a las masas en el vasto imperio ruso lleno de contradicciones y antiguas rémoras, no era tarea fácil. El problema de la servidumbre era todo un lastre para quienes trataban de ofrecer nuevas posibilidades de futuro en territorio ruso.
El escritor empuja a este complejo escenario al joven poeta Nezdanov, hijo ilegítimo de un aristócrata, universitario, que aspira a movilizar a las masas. Acepta el trabajo como preceptor del hijo de los Sipjapin, un matrimonio con ínfulas liberales que sin embargo viven acomodados en su posición. La sobrina de la familia, Mariana, representará a la niña bien que rechaza serlo y pone toda su pasión para salir del inmovilismo al que obliga su clase. En este núcleo se desenvuelve la acción principal aunque Turguénev amplía “personal” con los contactos de Nezdanov. Entre los secundarios, encontramos a personas con diferentes visiones a la hora de emprender la ardua tarea de acercarse al pueblo para haberle saber que pueden mejorar. El espíritu rebelde de Mariana servirá al escritor para introducir la temática amorosa en compañía del poeta; un hombre lleno de incertidumbres pese a sus buenas intenciones, torturado por los cánones morales de su conciencia. Su personalidad indecisa y contradictoria derivará en un aumento del ritmo de la novela, cuando todas sus dudas se eleven a la máxima potencia. Nezdanov simboliza la postura por la que parece apostar Turguénev: la violencia no es el camino, sino la educación. Por eso la novela arranca en su inicio con una frase entresacada “De las notas de un agricultor”: «Para hacer que aflore el suelo virgen no debe usarse el arado de madera que se desliza por las superficies, sino un arado que penetro hondo». Era este escritor unos de los intelectuales rusos más afines a la cultura europea, quien pese a todos los inconvenientes, luchaba porque Rusia pudiera abrirse a los beneficios que entonces ofrecía Occidente, sin abandonar el espíritu y esencia de lo ruso. Fue un hombre de mundo, formado a lo largo de su vida con continuos viajes y estancias en diferentes países europeos. Pero el mensaje que transpira “Suelo Virgen” certifica que no existe esperanza, que los objetivos rozan la utopía, habida cuenta de las dificultades de “educar” a las clases bajas. Esta conclusión cargada de decepción y desesperanza es la que parece deducirse de la historia donde las ideas románticas colisionan con la más dura y cruda realidad. Lógicamente este “Suelo virgen” es un clásico relatando otra época, en la que el autor –y con razón– temía la censura. Sus textos podrían dar pie a encender más fuego del que ya pululaba entre las masas. Y sin embargo la mesura recorre todo el texto. La profundidad del contenido es constante y sin embargo su lenguaje es sencillo porque en realidad lo que trata de mostrar es cómo viven, sienten y sufren los ciudadanos a través de las voces de los personajes. Sin duda no es una obra entretenida pero tampoco es complicada su lectura y sin embargo, es una obra extremadamente interesante como reflejo de una era de indecisión, compatible con los buenos propósitos de mejorar en una sociedad anclada en terribles rémoras del pasado. Me ha encantado esta pausa para un clásico que no suelen ser mis lecturas habituales. Me gusta de vez en cuando volver atrás. Es maravilloso nutrirse de pesos pesados de la literatura en los que se descubre –sobre todo por desgracia– que hay cuestiones y problemas que no dejan de ser debate aunque cambien los contextos. Comparar es duro pero necesario porque la Historia está llena de capas de las que está hecha la actualidad. Por muchas que sean las distancias y los avances, las ideas, análisis y formas de actuar se repiten aunque las fórmulas vayan evolucionando. Me gustaría mencionar un aspecto que ha contribuido a retroceder en el tiempo. Este “Suelo Virgen” forma parte de una colección de “Clásicos de la literatura universal” que vive conmigo en casa desde hace más de veinte años. Esta antigua edición de “Altaya” incorpora una introducción muy práctica de sesenta y dos páginas para ponernos en situación sobre el autor y su época.