Es curiosa la memoria, cómo guarda momentos que salen del baúl al azuzarse. Lo ha hecho Estela Baz. Ha removido emociones durmientes como tantas que no recuerdas hasta que son agitadas. Ni con mucho mis vivencias pueden llegar a acercarse a este poderoso testimonio, pero los recuerdos han vuelto con intensidad a mi cabeza con su lectura. Esta novela es un sentido y necesario homenaje a las familias y especialmente a los niños que indirectamente sufrieron el triste episodio de una central nuclear que nunca llegó a serlo.