En
lo que concierne al empleo, México se enfrenta a dos problemas: en términos de cantidad
y calidad. Por un lado, no genera suficientes empleos y los que genera, en su
mayoría, son precarios en nivel salarial y/o prestaciones laborales.
Estos
problemas no son nuevos. Llevamos tanto tiempo escuchando lo mismo que ya nos
acostumbramos a leer con indiferencia datos que nos deberían escandalizar: al
mes de abril 2019, INEGI, reporta que más de la mitad o 56.4% de los trabajadores
mexicanos labora en la informalidad, esto es sin prestaciones. Uno de
cada seis o 17.5% de los trabajadores mexicanos se encuentra en condiciones
laborales críticas, gana menos de un salario mínimo o debe trabajar más
de 40 horas a la semana, “porque no completa”. La cereza del pastel es que
tenemos un salario mínimo que es menor al de Guatemala y al de 90% de los
países latinoamericanos. De hecho, la Tasa de Condiciones Críticas de Ocupación
(TCCO) que reporta INEGI, desde mi punto de vista, es una aproximación más real
para entender el fenómeno de desocupación.
Ahora
estamos en medio de una polémica en torno a los datos de empleo de mayo 2019
que fueron reportados por el IMSS. Es una pésima noticia también en términos de
calidad y cantidad. Se generaron 3,983 empleos, comparados con 33,966 del mismo
mes del 2018. Es el peor mayo desde el 2009, cuando se perdieron 111,476
empleos. Los malos números en empleo llevan una racha de 10 meses, lo que
implica que el problema trasciende al quinto mes del año en curso, y al sexto
de haber iniciado este nuevo sexenio. Esto refleja poco dinamismo económico y,
en particular, una falta de entusiasmo del sector privado para abrir puestos
laborales.
El
presidente López Obrador desestima los datos y pide que se consideren los
empleos generados por el gobierno, a través de dos programas sociales, Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro. Esto no es posible y es una muy
mala señal. Pregunta obligada: ¿Papá Gobierno genera empleo?
Aquí
se ubica el principal “problema cualitativo” del empleo en México y no es
privativo solo del gobierno federal: existen casi 700 mil empleos relacionados
con estos programas públicos. Es decir, hay una gran debilidad económica
reflejada en que “papá gobierno” sea el principal generador de empleo.
El
director del IMSS, Zoé Robledo, parece estar listo para acatar la instrucción
del presidente y cambiar la forma en que se mide el empleo formal. Más vale que
no lo haga. La medición actual es una de las estadísticas de referencia y nos
sirve como un barómetro confiable del dinamismo de la economía. Nos dice mucho
del apetito o apatía del sector privado en el momento de invertir y generar
empleos. Nos permite comparar los datos de ahora con lo que ocurría la década
pasada o hace tres meses. Incorporar a la cuenta oficial, los empleos
vinculados a programas sociales, podría echar a perder la serie de tiempo y
hacer imposibles las comparaciones. Podría, además, distorsionar la
información, para dar cabida a una narrativa a modo del presidente (o
gobernador) en turno.
López
Obrador tiene una parte de razón y se podrían atender sus argumentos sin
estropear una estadística muy valiosa. ¿Por qué no crear una cuenta paralela
donde se registren los empleos generados en los programas sociales? Eso sí
sería una justa medición al fenómeno de la evaluación del impacto social de
este programa público, pero evidentemente ineficaz en términos estadísticos al
intentar medir el mercado laboral de nuestro país (afiliados al IMSS).
No
a la foto propagandística de los gobernantes. La discusión sobre lo que está
pasando en el mercado laboral mexicano debe tomar el pulso de la estadística
mensual, pero también debe trascender la obsesión por el corto plazo. Es un
error equiparar la ruta de largo plazo y los mapas de inicio (como un plano
arquitectónico de un proyecto o plan), con el recorrido y los pasos del día con
día que se tienen que seguir para pasar del proyecto a los hechos (la
edificación completa).
El
reto es generar de manera sustentable más empleos y de mejor calidad:
productivos y con prestaciones. En el sexenio de Peña Nieto se generaron 4
millones 62,643 empleos, cifra récord, pero insuficiente. De hecho, se creció a
tasas de un dígito en términos de empleos pero de muy baja calidad y se perdieron
cientos de empleos para profesionistas y de gente con alta especialización
formal.
México,
por lo menos, necesita 1.2 millones de empleos anuales para dar oportunidades a
todos los jóvenes que cada año alcanzan la edad de trabajar, pero también necesitamos
empleos para dar cabida a los que llevan años sin empleo y a los que pertenecen
a grupos vulnerables como: personas con discapacidad, sub-ocupados o migrantes.
Generar empleos será cada vez más complicado y, además, como lo hemos escrito
infinidad de veces en esta misma columna, los empleos del futuro serán cada vez
más sustituidos por inteligencia artificial y automatización.