La
humanidad atraviesa un expectante viaje y al mismo tiempo se ve asaltada por problemas
ecológicos, espantosa desigualdad, inmensa masa de pobres globales, discriminación
étnica, crímenes contra la mujer, ultraje a nuestra madre tierra, descomunal
armamentos nucleares, bárbaro egoísmo, terrorismo global, refinada corrupción y
el latente grito de guerra, masificada gracias al discurso de la competitividad
y el consumismo, fomentado por un sistema educativo cognitivo relegando la
praxis de la educación para la paz.
Ante
esta sociedad somnolienta en regazos de la tecnología que aún rinde culto a los
más agresivos y sigue tendencias banales en la web, germina el docente ético,
ejerciendo conscientemente un liderazgo educativo y como ingeniero social hace viable
la construcción de una cultura de paz desde la trinchera pedagógica, demostrando
su poder generador de paz en la esfera personal, social y profesional
consciente que, “todo ser humano busca la felicidad” como sostiene nuestra
amiga Rigoberta Menchú (2018).
El
docente ético en la esfera personal
centra el ejercicio del respeto a sí mismo para generar respeto en su órbita
familiar, mostrando una empatía gravitacional en el universo de sus amistades y reflexivamente conduce su vida, oteando al pasado con una dosis
reconciliadora e tolerante, intentando disfrutar el presente bajo recintos de
una activa consciencia, poniéndose en
lugar de la otra persona, y alisa su mirada hacia el futuro, una visión de desarrollo
sostenible acudiendo a la praxis del concierto de paz en brazos del buen vivir.
Asume el desafío pedagógico del vivir desde su paz interior,
liderando como hijo sincero, hermano indulgente y mediador, padre o madre
amoroso, vecino tolerante, practica la fidelidad de pareja como núcleo central
de la familia provocando una cultura de paz, manteniéndola
sostenidamente a lo largo del viaje de la vida cotidiana como una rutina
innovadora, meditando al empezar y finalizar el día, siempre dispuesto a servir
a los demás, abriendo nuevas espacios de
esperanza apelando a su inteligencia emocional.
Este
mismo ingeniero social, protagoniza una exitosa vida profesional e inspira carismáticamente a la comunidad educativa,
generando pasión ético por la responsabilidad, el respeto a las personas,
valora diferentes ideas y etnias, permeabilizando la convivencia, haciendo del
aula un show académico difícil de abandonar como sugería Montessori, como el
buen vivir pedagógico, convirtiendo en una paradigma académica, sobreponiendo
el compartir sobre la absurda competencia que abruma al ser humano.
A pesar que carecemos la certeza del
mañana y que nada es suficiente en estos tiempos líquidos, la comunidad educadora bajo el enfoque ético, aspira conocer
intrínsecamente a los estudiantes, otorgándole sentido a su destino, ejerciendo
filosóficamente la práctica de la filosofía de la no violencia de Gandhi, para
evitar fricciones en la naturaleza humana, evitando comparar y deleitarse con
la derrota de los compañeros alcanzando formar un estatus de ciudadanos
exitosos y felices.
El ejercicio social del docente ético se ve pauteado por sus condiciones
dialécticas que a pesar de una adormecida sociedad consumista, no renuncia a la
paz como norte de la justicia, al contrario exalta una vida digna de hacer el
bien a los demás como una acción natural
y no una práctica forzada. Ve a la sociedad como una escuela ciclópea, entendiendo
la diversidad como una enorme ventaja para la preservación de una sociedad más
justa reflejada en la vida cotidiana, impregnando vestigios de progreso dignas
de ser imitadas como los nuevos influencer en una generación digital, invadida
por una sociedad de consumo insatisfecho.
Asimismo, la docencia ética, ¿Está en la obligación de
ejercer una pedagogía preventiva en una generación digital alejado de la
mediación y la conciliación preñado de valores prácticos postmodernos?
Definitivamente creemos que si, y apuesta por la construcción de una
cohesionada sociedad, capaz de afrontar exitosamente los
problemas sociales a partir de una interrelación axiológica.
En suma, el maestro ético es un Tutor paradigmático agradable
centrado en el ser, habla bien de todos, erige una responsable familia, evita
expresar sucesos negativos de los estudiante, genera paz, mejora
políticas educativas, rediseña estrategias colaborativas vivenciales comprometiendo
a toda la sociedad, autoequipando su patrimonio moral con vista a un mundo
mejor, ve al otro como a sí mismo, invitándonos a predicar esta nueva religión,
la cultura de paz, en el sistema educativo, familiar y espacios de la sociedad
para garantizar la supervivencia de la raza humana.