Reseña "Darling" de Gabriel Tallent

El éxito adornado de palabras que ofrece esta novela ha quedado en agua de borrajas. “Darling” plantea expectativas que no se cumplen. Sin embargo, un atrayente escenario natural con protagonista prometedora y un extraño papi (esas son las primeras sensaciones) te hacen pensar: «bueno, vamos a ver, esto pinta bien». La descripción del hogar compartido hace presagiar desde el primer instante que no lo vamos a pasar bien. Pero, eso no es un problema. Las buenas lecturas no tienen por qué abordar temáticas agradables.

 

. “Darling” plantea expectativas que no se cumplen. Sin embargo, un atrayente escenario natural con protagonista prometedora y un extraño papi (esas son las primeras sensaciones) te hacen pensar: «bueno, vamos a ver, esto pinta bien». La descripción del hogar compartido hace presagiar desde el primer instante que no lo vamos a pasar bien. Pero, eso no es un problema. Las buenas lecturas no tienen por qué abordar temáticas agradables.
  Julia, es turtle (tortuga) para su padre; guisantitopara el abuelo. Despista. Pero de eso se trata. Hay que enganchar al lector. Ella es una adolescente de catorce años. Convive con naturalidad con las armas y el caos que anuncia la presencia de ratas en una casa donde triunfan las latas de conservas. El contraste es un hecho desde el principio. Es el juego planteado por el autor y me gustó.

  Ella está acostumbrada a deambular por la naturaleza exuberante que la rodea. De día o de noche. Es como una Mowgli con pantera y oso de forma humana como acompañantes, aunque está claro que es el padre, quien “parte la pana”. Pero es evidente hay poco de película idílica en “Darling”.

  El papi educa en solitario a la hija. Ve peligros y enemigos por todas partes. Julia cambia en cuestión de segundos sensaciones y sentimientos hacia su progenitor. Tampoco tiene demasiados mundos con los que comparar. No se adapta fácilmente a las relaciones sociales. Tiene un entorno estudiantil pero… cualquier posibilidad de entablar amistad con alguien, desequilibra su zona de confort, en el caso de que se pueda llamar así.

  La chica sufre una especie de síndrome de Estocolmo sin secuestro aparente. Se debate entre el amor y el odio mientras el causante de la ambivalencia campa a sus anchas en el mundo que comparten. La novela habría necesitado de un adecuado desarrollo para no cansar con este martilleante argumento.

  Cierto que en determinados capítulos la tensión aterroriza. Pero no salvan la caótica y desesperante narración del autor. ¿Puede que la traducción tenga que ver? No sabría decirlo con seguridad. Podría ser una suma de factores. En todo caso, la organización de la trama no es tarea del traduct@r.

  El apartado de los diálogos es agotador. Es normal que el escritor incida en el carácter asocial de la chica, pero no puede solventar una cuestión tan relevante con la fórmula de numerosas frases cortas y tan simples que recuerdan a las insulsas conversaciones entre Tarzán y Jane.

  Tampoco mejoran mucho –los diálogos– con las aportaciones de los jóvenes interlocutores con los que interactúa cuando parece que se está gestando algo parecido a una amistad. Entre una charla y otra (perdí la cuenta por cantidad y contenido) quedaba extenuada, aburrida.

  Como ya he comentado en otras ocasiones, si tengo la tentación de saltar párrafos es que la cosa no va bien. Indicativo de lo prescindibles que resultan. Es muy frustrante. Tanto, que he sucumbido a ese salto en demasiadas ocasiones. Pero una incomprensible cabezonería me hizo persistir hasta el final aunque ya no tengo paciencia para sufrir más de cincuenta páginas. ¡Y este libro tiene cuatrocientas treinta y nueve!

  Al principio, el papel secundario del abuelo me pareció una salvación narrativa, como contraposición –o no– a la enfermiza y destructiva conexión entre padre e hija. Aunque tampoco sea un personaje que tranquilice. Pero ni su participación en el trío familiar permite desgraciadamente que remontara el interés que iba perdiendo con el avance de la lectura.

  Creo que la asfixia ambiental, la violencia que transpira la obra, la angustia transmitida por la protagonista, las ganas que le pone a la supervivencia, su debate interior entre el odio y el amor que siente hacia el padre generan el morbonecesario para animar al lector. Es un factor sin duda positivo, pero me falla la construcción de la historia así como los aspectos antes comentados que me irritaron en este tránsito por “Darling”.

  Resulta un curioso (otro más) ejemplo de cómo se encumbra la primera obra de un autor sin demasiados motivos. Salvo por los excesos que me han sonado a errores. Esta novela es como la buena música en la cabeza que el director de orquesta no consigue convertir en realidad. Disiento de esas maravillosas reseñas y fabulosos comentarios que avalan a “Darling” como una obra «excepcionalmente original y valiente». Tampoco inolvidable tal y como leo también en la contraportada… Pese a los esfuerzos para llegar al punto y final de la lectura, ha pasado al olvido.

UNETE



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