. Esa es Candela, la protagonista de una novela entretenida, de lecturasencilla donde el mayor mérito reside en que el autor es un hombre que narra en primera persona los debates, dimes y diretes interiores de una mujer.
Trabaja en el bar de la madre junto a su abuela. No es más aburrida o desgraciada su vida que cualquiera de esos anónim@s tan estupendos que pululan por nuestro lado. Pasa de los cuarenta, es optimista aunque aspira a más –por otro lado, algo muy lícito– dado que su mundo se concentra prácticamente entre los dos lados de la barra.
Y como todos tenemos un pasado, Candela tampoco iba a ser menos. Juan del Val escarba –después de un encuentro inesperado– en un problema puesto bajo tierra mental por la protagonista. Un asunto muy escabroso y que por cierto, le ha dado cierto empaque a la trama aunque también es verdad que me ha resultado muy confuso. Pero no puedo añadir más. Candela es el centro de la novela y para serlo, no detecto ese brillo que debería tener un personaje principal. ¿Que es curioso? Sí, pero creo que el autor se ha quedado corto al igual que en general, de calidad literaria. Lo digo porque la curiosidad es lo que me llevó a comprar la novela al comprobar que había recibido el “Premio Primavera 2019”. En el veredicto del jurado se destaca que es «una crónica urbana en clave de tragicomedia, de una veracidad descarnada y con un sentido del humor en ocasiones desternillante». La tragicomedia es un poco la vida de los anónimos, de las personas normales, que somos un enorme grupo. Tampoco diría yo que Candela supere en mucho al resto. Lo del adjetivo «descarnada» no lo veo por ninguna parte y el «humor desternillante» lo dejaría en «simpáticos toques». Candela es una mujer maravillosa porque al final, “se mira”. Los golpes de autoestima cuando llegan, son lo mejor de la vida. Muchas veces, coincidiendo con esos palos que da la vida. Para hombres y mujeres. Y a medida que vas cumpliendo años, lo más. Se trata de cultivarlos. Eso es lo que hace la protagonista: se pone manos a la masa cuando se detiene ante el espejo. Pero no el de cristal (que tampoco está de más si viene al caso), sino el que te hace parar porque una vocecilla interior te cuenta que “tampoco es para tanto, oye tú, que podemos echar para adelante si queremos. Pero solo podrá ser si queremos, ¿eh?”. Esta novela es la descripción y el desarrollo de la evolución de la protagonista que lanza el consabido mensaje de que todo es posible si le ponemos ganas. Salvo excepciones y causas de fuerza mayor, claro está. Porque hay que vivir, que son dos días.