Reseña "Bonita Avenue" del escritor Peter Buwalda

No es una gran decepción porque no conocía el título ni al autor. Fue una compra rápida de estación de tren. Pero el comienzo representaba una promesa de algo mejor. Se ha convertido después en un caminar lento y pesado por excesos narrativos y saltos cronológicos de pértiga. Y sin embargo, es una novela interesante.

 

. Fue una compra rápida de estación de tren. Pero el comienzo representaba una promesa de algo mejor. Se ha convertido después en un caminar lento y pesado por excesos narrativos y saltos cronológicos de pértiga. Y sin embargo, es una novela interesante.
  Vamos a la sinopsis. Siem Sigerius, hombre de éxito, rector de universidad, matemático de renombre y con posibles para la cartera de Educación en Holanda. Forma parte de un matrimonio aparentemente positivo en el que la esposa aporta dos hijas de una relación anterior. Joni, la mayor, junto a su novio Aaron completarán la triada principal de la novela. Ella, una chica estupendísima (aclaro que estas son las presentaciones). Él, un joven fotógrafo que se integra en la familia donde adora tanto a su novia como a su suegro. Un oscuro negocio de la pareja calienta los cimientos de la debacle familiar anunciada en la sinopsis oficial. A este, se suma el segundo problema gordo del entorno: Wilbert, hijo de un anterior matrimonio de Sigerius.

  De entrada, les digo. Todos los personajes escaman desde el arranque. No hay misterio. La vida feliz que prometen los integrantes del grupo es tan evidente como la crónica de la tragedia anunciada. Joni es tan fantástica. Mucho menos Aaron. Y con Wilbert, no hay dudas: él es un problema andante.

  Sigerius es brillante en el terreno profesional pero el deterioro de las relaciones familiares acabará mostrando esa faceta oscura que todo ser humano alberga. Las circunstancias siempre contribuyen a agudizarla. Personalmente, no se ha producido ninguna sorpresa con “lo que se veía venir” en todo lo relacionado con este personaje.

  Un inciso. Con Sigerius, el autor empezó a aburrirme pronto. Además de matemático es un antiguo yudoca. Afición que alcanza a Aaron. Ambas temáticas dan pie al escritor para adentrarse en ellas con profusión. Tanta, que comencé a saltarme párrafos. Qué mala es esa sensación de que no los necesitas… Pero como comentaba, veía muchas posibilidades a esta historia.

  De hecho, aporta muchos momentos fascinantes. Casi siempre cuando se trata de los tramos donde la o las tragedias están en ebullición. De cuando explotan, ya ni les digo. Reconozco que varias de esas explosiones son magníficas. Llenas de fuerza narrativa. De auténtico terror. O más bien diría, horror.

  Todo se entendería mucho mejor con ejemplos pero a eso se llama spoiler. Y es una pena. Es mucho más cómodo destripar una novela tal y como estoy harta de ver en reseñas donde el respeto por los autores brilla por su ausencia. Que el libro no haya resultado ser de diez no implica que sea lícito destrozar el trabajo ajeno.

  Pero bueno, vuelvo a esos momentos tremebundos, acontecimientos fatídicos y terribles donde familia y entorno estallan. Es lo que más he disfrutado de “Bonita Avenue”, además del interés inicial que me despertó su lectura. Pero vuelvo a las primeras frases de esta reseña: los excesos de la narración matan las posibilidades que tenía de convertirse en “magistral”, tal y como se anuncia esta novela en el mercado. Es lógico que haya que promocionarla, pero magistral, magistral…

  Los saltos temporales para contextualizar el presente narrado son un recurso habitual en la escritura. Pero tanto brincodesconcierta y molesta. Por no hablar de los sueños recurrentes de algunos protagonistas que me hicieron parar en seco varias veces la lectura, sin saber si estaba con Morfeo o en medio de la realidad. Cuando se utiliza esta fórmula de forma correcta los resultados pueden ser buenos. Si se abusa, el efecto contrario está prácticamente garantizado.

  Tanta parada en la lectura me ha resultado agotadora. Resta fluidez. No pensé seriamente en dejar la novela. Pero es cierto, que el chasquido del fastidio sonaba en mi boca demasiado durante esta lectura. Me molesta coger con desgana el libro que tengo entre manos, porque inconscientemente pienso «le voy a dar unas cuantas páginas más y si no…». Uf, odio ese momento, porque hace años no era capaz de dejar un libro sin terminar. Ahora sí. Y sin embargo, no me gusta tomar esa decisión. Sobre todo cuando –como es el caso– tiene cosas muy buenas. Así que, ya se verá qué ocurre si el autor pare una nueva criatura…

UNETE



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