Theresa May es la mujer del momento, pero no para bien. Su dimisión se ha puesto en la mesa, asombrosamente por ella misma.
Desde hace varios días sonaba su salida del cargo de Primer Ministro, más por el escandaloso motivo de una conspiración; sus ministros como los protagonistas centrales del golpe, esos que tanto alabaron su fortaleza y quienes la "admiraban", se hablaba de David Lidington como su sucesor, él mismo se deslindó de tal conspiración en una entrevista, aunque sospechosamente se le notó excesivamente nervioso. Pero sea por dignidad o por amor a sus ideales, la siempre flemática Theresa May ha dicho que renunciará a su cargo con tal que el Brexit se lleve a cabo, el tan ansiado plan de separar Reino Unido de la Unión Europea el cual parece nunca concretarse.
Se cree que su salida beneficiará sobremanera el proyecto pues muchos piensan que se necesita una persona más capacitada para hacer las negociaciones con el parlamento, aunque de sí el futuro del proyecto no parece tan halagüeño, se habla incluso de aprobarse solo un Brexit suave o moderado, una segunda votación o peor aún un reinicio del mismo. El Parlamento busca incesantemente soluciones a la proposición del Brexit ya que de aprobarse se suscitarían varias medidas radicales, las que teme en demasía el Partido Laborista, sobre todo por la necesidad de crear una frontera en Irlanda del Norte y el aumento de aranceles. Sin embargo, para el proyecto May eso poco importa pues la verdadera relevancia del Brexit es poder proteger las fronteras del Reino Unido, tener más control sobre quien entra y sale del país por cuestiones de seguridad nacional. Entretanto, la población británica que marcha en las calles tiene ya una decisión, quiere una segunda votación.